Los gremios aeronáuticos se oponen a la apertura aerocomercial. Resisten que haya más líneas aéreas de las que había en 2015, rechazan el modelo low-cost, una administración austera de Aerolíneas Argentinas y una transformación de los monopolios estatales y privados.
Hasta el 2015 sólo podían volar dentro de la Argentina las denominadas aerolíneas de bandera, Andes y LATAM, compañías que sufrían limitaciones y hostilidad gubernamental en el caso de LATAM. En ese entonces, es decir durante la gestión de Mariano Recalde y los sindicatos, Aerolíneas Argentinas perdía más de 600 millones de dólares anuales, que hoy serían 900 si no se hubieran realizado cambios.
A poco de asumir el Presidente Macri, el ministro Guillermo Dietrich lanzó la "Revolución de los aviones" que abrió parcialmente el mercado a nuevas aerolíneas y los modelos aerocomerciales en auge en casi todo el planeta. En la primera Audiencia Pública para otorgar rutas en más de una década, quedó plasmada la voluntad del Gobierno y los gremios expresaron su posición:
"Dicen [respecto a Avianca Argentina] que tienen trabajadores, que volarán en marzo de 2017. No van a poder porque no se han sentado a discutir convenios con ningún gremio. No vamos a permitir que ninguna salga a volar. Y si se sientan a discutir, ningún convenio se cierra en tres meses", dijo Edgardo Llanos (APA). "No se metan con Aerolíneas y Austral porque nos van a encontrar enfrentándolos a todos ustedes […] No vamos a permitir que este Gobierno o el que venga achiquen o flexibilicen el trabajo. Si quieren venir que vengan, vamos a resistir", sentenció Ricardo Cirielli (APTA).
La apertura, lejana al concepto de "cielos abiertos", se concretó. Los pronósticos catastróficos no se han cumplido. Comenzaron a volar las low-cost, aunque es verdad que con muchísimos problemas, desprolijidades y obstáculos; se incrementaron los servicios de las compañías existentes (incluida Aerolíneas que sumó un 28% de pasajeros, 8 nuevos aviones y redujo pérdidas); los viajeros por avión dentro del país aumentaron un 40%; se habilitó un nuevo aeropuerto low-cost y, entre otros datos concretos, se sumaron decenas de rutas interconectando ciudades del interior del país de una manera inédita, a la vez que decenas de miles de personas fueron primerizas en el uso del avión para viajar. Simultáneamente, se realizaron obras en 20 aeropuertos y, con un vidrioso comienzo y a un ritmo más lento que el crecimiento de la operaciones, la Empresa Argentina de Navegación Aérea (EANA) está modernizando los servicios que presta.
En medio de esta transformación, Transporte ha descuidado un sector fundamental de la aviación civil al no atender –y posiblemente no entender– lo que significa la aviación general, es decir, toda la aviación productiva (aviación corporativa, taxis, vuelos sanitarios, aeroaplicación, escuelas e institutos de formación aeronáutica, etc.) que no está en el segmento de las aerolíneas pero que es, entre otras cosas, la base para la formación de sus profesionales. Esto es grave porque no hay país pujante que no preste atención a ese sector. Esta situación se evidencia en los impagables aranceles de importación que impiden la renovación del anticuado parque de aeronaves y repuestos, a los que se suman las trabas burocráticas y una ineficiencia rayana en la desidia de parte de la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC).
En las últimas horas, estalló un conflicto por la revalidación de las licencias de piloto extranjeras y se está gestando otro por la decisión de romper el monopolio estatal de INTERCARGO, una "empresa" ineficiente que fuera uno de los bastiones del empleo político en el gobierno anterior. Esta transformación imprescindible y un tanto demorada, es fundamental para la rentabilidad de las aerolíneas privadas.
En cuanto a la revalidación de licencias, el sentido de la modificación fue correcto y va en línea con la modernidad, pero el planteo de las reformas resultó cuanto menos torpe dado que se suspendió bajo presión. Evidentemente los subalternos del ministro Dietrich le hicieron pagar un innecesario costo político.
Como se puede observar, el núcleo del problema con los gremios es que quienes no fueron electos para administrar el Estado quieren imponer sus fallidas teorías, las cuales, si se observan con detenimiento, son una maraña de privilegios tan incomprensibles como onerosos para los argentinos. Pero algo muy bueno está surgiendo: los jóvenes empleados no parecen congeniar con el viejo sindicalismo y no lo dejan hacer pie en varias nuevas compañías. Todo indica que la representación laboral, al menos en las fuentes de empleo creadas recientemente, ya está cambiando.
El autor es licenciado en Ciencias Políticas, master en Economía y Ciencias Políticas y piloto profesional. Director de la revista y portal Aeromarket.