La evocación habitual a la memoria es el vehículo a la verdad. Sin esa memoria que nos cuesta traer al presente, porque es dolorosa y refleja la falta de justicia, es imposible perseguir justicia.
En ese camino transitamos en nuestra República, asociando de manera necesaria y dolorosa la muerte de Alberto Nisman y las muertes de la Embajada de Israel y del edificio del centro comunitario judío de Buenos Aires. La Corte Suprema de Justicia ha establecido que su muerte obedece a la investigación sobre el atentado. Pero, para ser más precisos, porque la Justicia es mejor Justicia cuando precisa causas y tipifica delitos, la muerte de Alberto obedece a la investigación del Memorándum de Entendimiento con la República Islámica de Irán.
Estuve con Alberto Nisman tres días antes del 18 de enero de 2015 y, como lo sostuve hasta ahora, no vi a un suicida. Ni a un arrepentido, ni a un cobarde. Pero vi, luego, una formidable operación mediática y judicial para impedir una investigación que la salud de nuestro país debió haber celebrado y promovido. Una investigación que fue desestimada sin perseguir una medida de prueba, de manera apresurada y utilizando solo el endeble criterio del juzgador, sin apoyarse en ninguna de las más de cincuenta medidas de prueba solicitadas por la Fiscalía.
Sin embargo, en el Tribunal de Alzada el voto del juez Gustavo Hornos estableció que la denuncia era verosímil, y coherente. Y por ello debía ser estimada para ser investigada. Lamento que en nuestra República se confunda investigación con condena. La investigación da certeza. Para sobreseer o para condenar.
Ninguna operación mediática o política podrá manchar el legado que nos dejó Alberto Nisman. Nada más cobarde que atacar y difamar a alguien que no puede defenderse. Quiero reivindicar su trabajo como Fiscal de la Nación, que sin duda permitió avanzar en el esclarecimiento del atentado a la AMIA/DAIA.
Necesitamos no olvidar, ejercitar el recuerdo y promover la memoria. Porque contra lo que muchos sostienen, la memoria no es traer el pasado. La memoria es siempre el futuro. La memoria es el ejercicio fundacional de la justicia.
El autor es presidente de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentina (DAIA).