Con justa razón, Raoul Wallenberg es considerado uno de los grandes héroes del siglo XX. Este joven sueco, miembro de una de las familias más poderosas de su país, fue el artífice de una de las operaciones de rescate más admirables de la historia.
En el año 1944, con solo 32 años y sin ninguna experiencia diplomática, aceptó participar de una audaz misión encomendada conjuntamente por el World Refugee Board de los EEUU (organismo creado por el presidente Roosevelt) y por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Suecia con el objetivo de salvar el remanente de la comunidad judía de Hungría, integrada en ese momento por 200.000 almas -más de 400.000 ya habían sido deportadas a Auschwitz antes del arribo de Wallenberg-.
Wallenberg llegó a Budapest el 9 de julio de 1944 y sin perder un solo minuto comenzó a orquestar una significativa red de rescate con la ayuda de sus colegas en la delegación Sueca de Budapest y decenas de voluntarios. En semanas instituyó una red de más de 30 Casas Seguras bajo la bandera sueca, comedores populares y hospitales improvisados.
Al mismo tiempo, conociendo la mentalidad alemana y su fascinación por la burocracia, los sellos y los colores, diseñó un "Certificado de Protección sueco" o Schutzpass, que carecía de vigencia legal pero impresionaba a los nazis y a sus colaboradores húngaros, brindando cierto grado de protección a sus portadores.
En más de una ocasión, Wallenberg, al escuchar de redadas nazis contra judíos, se apersonó en los puntos de concentración y enfrentándose a los oficiales demandó la inmediata liberación de sus "ciudadanos suecos".
Además de ser un organizador nato, Wallenberg era ingenioso y audaz. En su trato con los nazis y con sus cómplices húngaros, se valió de una serie de estratagemas, incluyendo la seducción, halagos, amenazas y sobornos. Todo era válido para salvar la mayor cantidad posible de vidas humanas.
En enero de 1945, a solo seis meses del comienzo de su misión de rescate, Wallenberg había logrado salvar a decenas de miles de judíos. La guerra en el frente húngaro estaba por finalizar y Wallenberg decidió concertar una reunión con el Mariscal Rodion Malinovsky, comandante de las Fuerzas Soviéticas, cuyos cuarteles generales se hallaban en Debrecen, a unos 200 kilómetros de Budapest. El objetivo de la reunión era tratar de delinear el futuro de los refugiados judíos una vez que Budapest fuera liberada por los soviéticos.
Wallenberg le pidió a su fiel ayudante y chofer, Vilmos Langfelder, que lo llevara a Debrecen y partieron hacia allí el 17 de enero de 1945.
En vez de reunirse con Malinovsky, Wallenberg y Langfelder fueron arrestados por la NKVD (servicio de inteligencia militar soviético) y trasladados a Moscú a fin de ser interrogados.
Desde ese día, ambos hombres están desaparecidos. No se sabe con certeza por qué los soviéticos decidieron arrestar a Wallenberg ni por qué se rechazó su liberación. Comisiones de investigación llegaron a la conclusión de que tanto Wallenberg como Langfelder fueron asesinados por sus captores.
En el año 2006, la Fundacion Raoul Wallenberg le escribió una carta a Vladimir Putin, pidiendo información sobre Wallenberg. A las pocas semanas, llego una respuesta de Alexander Darchiev, quien entonces se desempeñaba como Vice-Embajador de Rusia en Washington DC. Darchiev es un diplomático experimentado y prominente y en su carta expresa que "la responsabilidad de la muerte yace en la cúpula de URSS y en Joseph Stalin personalmente. Ninguna otra autoridad era capaz de encargarse de la suerte de un diplomático sueco, representante de un país neutral, miembro de la Familia Wallenberg, que era bien conocida tanto en el extranjero como en el seno del gobierno soviético".
Los comentarios del embajador Darchiev tienen sentido y basándose en ello se puede asumir que el asesinato de una figura de tan alto perfil tendría que haber quedado documentada. Es por ello que reiteramos nuestro pedido al presidente Putin para que permita el acceso a los archivos de la KGB, ya que los mismos podrían echar luz en cuanto al destino de Wallenberg y Langfelder y el paradero de sus respectivos restos mortales.
La madre y el padrastro de Wallenberg se quitaron las vidas a fines de la década del 1970, debido a su desesperación. Su medio hermano, Guy von Dardel, murió hace unos años sin lograr reencontrarse con Raoul. Su media hermana, Nina Lagergren, que dentro de poco cumplir 98 años, lo sigue esperando.
Raoul Wallenberg fue un héroe y merece tener un digno sepulcro.
La Fundación Raoul Wallenberg seguirá bregando en pos de su legado y de su regreso a casa. Es nuestro deber para con alguien que arriesgó su propia vida para salvar al prójimo.
Eduardo Eurnekian – Presidente
Baruj Tenembaum – Fundador
Fundación Internacional Raoul Wallenberg