Recordando a una víctima olvidada de la Semana Trágica

Luis Furlán

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Entre el 7 y el 14 de enero de 1919 se produjo en la ciudad de Buenos Aires una crisis social que, por su magnitud y desarrollo, constituyó lo que nuestra historia recuerda como la "Semana Trágica".

El origen de aquellos acontecimientos se remonta a diciembre de 1918, cuando los obreros de los Talleres Metalúrgicos de Pedro Vasena se declararon en huelga para obtener distintas exigencias sociales y económicas. Por ese tiempo, la Revolución rusa de 1917 había triunfado y tendía a expandirse por Europa, y en la República Argentina el gobierno del presidente radical Hipólito Yrigoyen (1916-1922) había experimentado intensas jornadas durante las huelgas de 1917 y la reforma universitaria (1918).

El 7 de enero de 1919 los huelguistas de los Talleres Vasena se enfrentaron con policías y rompehuelgas que custodiaban a trabajadores no plegados a las protestas. Ese hecho fue el detonante que llevó a las dos centrales obreras de la época, la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) del Vº Congreso (que adhería al comunismo anárquico) y la FORA del IXº Congreso (de tendencia sindicalista), a declarar huelga general para el 9 de enero. En esta última fecha se produjo otro choque entre huelguistas y policías, mucho más grave que el ocurrido dos días antes.

Entre el 7 y el 14 de enero la ciudad de Buenos Aires se convirtió prácticamente en un caos: violencia, confusión, muertos, heridos, detenidos, saqueos, destrozos, paralización de la mayoría de las actividades (producción, comercio, servicios). Los huelguistas se enfrentaron con policías y civiles armados y, con apoyo anarquista, atacaron varias comisarías de la Capital.

Cuando la policía fue desbordada, entraron en acción fuerzas del Ejército Nacional al mando del general Luis Dellepiane. Entre las unidades militares que participaron en aquellos acontecimientos, se encontraba el Regimiento 8 de Caballería "General Necochea", parte de cuyos efectivos fueron destinados a la zona de la estación Once de Septiembre, del Ferrocarril del Oeste (hoy Línea Sarmiento), para colaborar con las fuerzas policiales en la protección del entorno de la actual Plaza Miserere.

El soldado conscripto clase 1897 Demarchi (Vicente o Luis, según fuentes periodísticas y otros testimonios), que cumplía el servicio militar obligatorio en el Regimiento 8 de Caballería "General Necochea", se encontraba en los alrededores de la estación Once de Septiembre defendiendo esa posición. El 10 de enero, durante un violento tiroteo, el conscripto Demarchi respondió con fuego de fusilería a los disparos que elementos exaltados efectuaron contra aquella instalación ferroviaria, pero fue alcanzado por un disparo que lo hirió de gravedad en el parietal izquierdo. Los atacantes fueron finalmente dispersados.

El conscripto Demarchi fue trasladado de inmediato al Hospital Fernández donde, pese a las atenciones recibidas, falleció como consecuencia de la importante herida. Su muerte, según lo informado por periódicos de época, se habría producido durante el día 11 de enero o en la madrugada del 12. El ministro de Guerra, doctor Julio Moreno, ordenó que se adoptaran las medidas del caso, para que en el acto del sepelio se le rindieran los honores correspondientes al soldado caído en acción de guerra.

El velatorio del joven conscripto Demarchi se realizó el 12 de enero, conforme al ceremonial castrense: el ataúd (cubierto con la bandera argentina) colocado en medio de palmas estaba flanqueado por grandes blandones. A la cabecera y a los pies soldados del regimiento 8 prestaban guardia. Una sección del Regimiento 8 de Caballería "General Necochea" rindió los correspondientes honores militares al camarada caído.

El 13 de enero tuvo lugar su sepelio en el Cementerio del Oeste (Chacarita), al que asistieron jefes, oficiales, suboficiales y tropa del Ejército Nacional y numeroso público civil, tal como sucedió en la casa mortuoria durante su velatorio, el día anterior. Durante la inhumación de sus restos, el teniente Fernando de Lezica, del Regimiento 8 de Caballería "General Necochea", pronunció una enérgica oración fúnebre en la que condenó el crimen de que había sido víctima su subordinado, del cual hizo un cumplido elogio por sus brillantes condiciones personales, y terminó exhortando a todos a que sirvieran con verdadera pasión al mantenimiento del orden y la normalidad.

En aquellas jornadas de enero de 1919 cargadas de violencia e incertidumbre se construyó en torno al conscripto Demarchi una imagen idealizada, propia de un héroe, un mártir o un salvador, que con frecuencia se atribuía a personajes especiales o que habían fallecido en circunstancias dramáticas, particulares o poco comunes; en ese sentido, pueden señalarse, como ejemplos, los relatos periodísticos sobre la muerte de militares y civiles en accidentes aeronáuticos mientras piloteaban las primeras máquinas aéreas que surcaban nuestros cielos (fueron los casos, entre otros, del teniente del Ejército Nacional Manuel Félix Origone y del ingeniero Jorge Alejandro Newbery).

En un clima de gran efervescencia e inquietud social, ideológica y política, encuadrado por las luchas obreras promovidas en nuestro país por el anarquismo y por otras tendencias y con los efectos de la Revolución rusa como telón de fondo, la muerte del soldado conscripto Demarchi fue interpretada por determinados sectores de la sociedad argentina, de acuerdo con la mentalidad y la visión propias de aquella época, como un ejemplo de verdadero sacrificio en defensa del orden y de las instituciones republicanas, en momentos en que la esencia misma de la nacionalidad, según la opinión de las clases dirigentes, se hallaba amenazada ante el avance de ideas revolucionarias.

Durante la Semana Trágica fallecieron numerosos obreros, aunque también se produjeron muertes menos visibles como la del soldado conscripto Demarchi. En esas víctimas quedaron representados tanto la reivindicación de mejoras laborales como el imprescindible mantenimiento del orden público, dos problemas fundamentales en el difícil pero necesario camino hacia la armonía en el cuerpo social del Estado.

El autor es licenciado y profesor en Historia.

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