Con los populismos el mundo está en problemas

El presidente de Estados Unidos Donald Trump (Reuters)

Hay toda una movida intelectual y política en torno a la rápida expansión de distintos tipos de populismo en el mundo que tienen como ideario derrumbar los cimientos de la democracia liberal. Hasta ahora en la Argentina sólo se ha escuchado, hasta ahora, un rumor acerca de un interés presidencial y afirmaciones de Margarita Stolbizer.

Según ha trascendido, el presidente Mauricio Macri, que no es un asiduo lector de libros, mantiene encuentros con científicos y politólogos que lo ponen al tanto de robótica, inteligencia artificial y…populismo. Es que la movida es tan avasalladora en el mundo que nadie del círculo íntimo desea que el Presidente quede al margen en cualquier polémica futura. A tal punto que Marcos Peña es el que organiza esas charlas, que son necesarias para el aprendizaje en un año electoral donde pueden aparecer contrincantes que desplieguen vastos conocimientos al respecto.

Stolbizer tiene miedo -y lo ha declarado- de que varios compitan por ser el más Bolsonaro de todos. El que pida orden a rajatabla, el que se base en pilares religiosos para despotricar contra todas las conquistas sociales del último siglo, el que vaya ciegamente a los brazos de Donald Trump. Por eso insiste en construir un espacio con socialistas y radicales marginados del partido.

Estar inquieto por el auge del populismo -que algunos identifican, con los fascistas y otros califican al proceso de "neofascismo" o "postfacismo"- es tomar conciencia de que todo lo conseguido desde fines de la Segunda Guerra Mundial hasta la crisis financiera de 2008 se está viniendo abajo. La unidad europea, a través del Mercado Común, con el propósito de conseguir una paz duradera en el viejo continente conseguida con el intercambio, la moneda común y un destino compartido se resquebraja.

Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, que cesa en sus funciones en el otoño del hemisferio norte, ha confesado: " Tenía la sensación de que el continente estaba cada vez más unido. Sin embargo, durante los últimos diez años, cada vez me da más la impresión de que los europeos se están separando. Tenemos que asegurarnos de que estas divisiones no sean demasiado profundas". Juncker sugiere: " Los partidos tradicionales no pueden imitar a los populistas. Tenemos que dejar en claro que solo producen ruido y que no tienen ninguna propuesta específica que ofrecer para resolver los desafíos de nuestro tiempo".

Para los líderes europeos, populismo hay uno solo. Nada de caracterizaciones diferentes, como las que vivimos en América Latina de "populismo de derechas" y "populismos de izquierda", ahora en retirada y vapuleados por sus vecinos.

Los pensadores no identifican estos tiempos con los de la década del 30, pero existe un riesgo mayor y es que el sistema democrático quede roto en pedazos. En esta línea, Estados Unidos no es ajeno al debate. También hay en las universidades y en el interior de los partidos políticos la amenaza de un "neofascismo" representado por Donald Trump. Así han tenido buena circulación libros de éxito en los Estados Unidos. Por ejemplo, Cómo trabaja el Fascismo, de Jason Stanley, profesor de la Universidad de Yale, hijo de refugiados europeos. Otro es Cómo muere la Democracia, de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, quienes confirman que el fundamentalismo y el extremismo políticos son respuestas falsas a problemas que no saben resolver. El extremismo político sería el reconocimiento del fracaso de la verdadera política. La radicalización es muy peligrosa cuando se produce dentro de los partidos tradicionales o bien cuando estos trazan alianzas con partidos radicalizados y anticonstitucionales.

Todo se reduce a un dilema de arrastre y echa raíces en la segunda mitad de los años 2000. Otro intelectual, Dan Balz, confirma: "El mundo ya estaba siendo bastante desordenado antes de que Trump fuera presidente y si fue elegido fue, precisamente, por ese desorden".

En Estados Unidos, seguramente con ecos en Europa, se ha puesto en movimiento una especie de "Internacional Progresista", para crear una red global cuyo figura más importante es el demócrata septuagenario Bernie Sanders ex-candidato a la Casa Blanca. Sanders, junto con el economista Griego Yanis Varoufakis, han gestado una plataforma ideológica muy precisa, que tiene muchos adherentes. Ellos quieren ser una respuesta a los viejos y nuevos enemigos. Los viejos son las élites, a las que señalan por auspiciar un sistema económico donde reina la desigualdad. Los nuevos son los movimientos populistas de corte conservador o de extrema derecha, que tienen mucho dinero detrás y se están coordinando a nivel internacional.

Un ejemplo emergió en las últimas horas. El Movimiento 5 Estrellas creado en Italia por el cómico Beppe Grillo, pero ahora gobernando tras ganar las elecciones, ha ofrecido apoyo a los " chalecos amarillos" de Francia -hasta ahora sin líderes y con maniobras anárquicas- ofreciendo una infraestructura informática para constituirse como partido. En la península, envuelta en una maraña de multimillonarias deudas, el Movimiento 5 Estrellas tuvo el mismo tipo de parto: se manifestaron como indignados, hasta que alguien se erigió en caudillo.

El mundo está en problemas.