El año 2018 pasará a la historia como uno de los períodos más difíciles para los argentinos desde el retorno a la democracia. A pesar de que Mauricio Macri, en el discurso con que inauguró las sesiones del Congreso Nacional, afirmó: "Lo peor ya pasó y ahora vienen los años en los que los argentinos vamos a crecer […] estamos combatiendo la pobreza para que nadie quede atrás y la inflación está bajando", todos los indicadores sociales y económicos muestran un grave retroceso. En realidad, el propio Gobierno se encargó de dilapidar rápidamente la confianza que una parte del electorado le había renovado en octubre de 2017 aplicando políticas de endeudamiento, ajuste y destrucción del trabajo y la industria nacional. Medidas que comenzaron con la reforma previsional aprobada entre el 14 y el 18 de diciembre en un contexto de protesta social y represión.
La necesidad de recurrir al FMI puso en evidencia que la desconfianza en el Gobierno ya no era solo patrimonio de los argentinos sino que había llegado a los mercados internacionales producto de un endeudamiento desmesurado e irresponsable y de la falta de un programa serio para enfrentar la crisis autogenerada. Los resultados de las políticas basadas en los condicionamientos del Fondo están a la vista.
El 2018 se despide con más desocupación, pobreza, indigencia, hambre, inflación, recortes presupuestarios, devaluación, endeudamiento externo, riesgo país. Y con menos capacidad adquisitiva de salarios y jubilaciones, consumo, actividad industrial, pymes, empleo. Pero el 2019 no promete nada mejor. El presupuesto aprobado en el Congreso anuncia más ajuste, recesión y caída del PBI. Que el Gobierno termine el año degradando los ministerios de Salud, Cultura, Trabajo y Ciencia y Tecnología, anunciando aumentos masivos de las tarifas y cerrando las escuelas nocturnas muestra que nuevamente los principales perjudicados por la gestión de Macri serán las grandes mayorías.
Un rasgo distintivo de este fin de año ha sido la creciente desarticulación social y política de la alianza gobernante. No todos los que se unieron para terminar con la "amenaza populista" coinciden hoy con las políticas que viene llevando adelante Macri. Muchos de los que en su origen la apoyaron perciben que, si bien esa coalición sirvió para tirar abajo el proyecto que significaba la continuidad del kirchnerismo, no logró evitar que, como le ocurrió a Sansón, el "palacio" se les cayera encima. Es así que una porción importante de industriales, sectores agropecuarios, clases medias e inclusive trabajadores que acompañaron con su voto el triunfo de Macri, hoy están siendo castigados por sus políticas y alzan la voz cada vez con más potencia para reclamar un cambio drástico en la orientación del Gobierno.
Algo similar ocurre en el ámbito político. El resquebrajamiento de Cambiemos se observa en los constantes cambios de gabinete, pero también en que los principales aliados del PRO toman conciencia de que las políticas de ajuste los alejan cada vez más de sus legados históricos y de sus bases. Estas diferencias crecientes se manifiestan con mayor fuerza y frecuencia en el Congreso de la Nación. El oficialismo encuentra más dificultades para conseguir el voto de quienes desde la oposición acompañaron muchas leyes que impulsó el Ejecutivo. Pero la tropa propia también comienza a cuestionar. Así lo han hecho últimamente, en forma pública, legisladores del radicalismo y la Coalición Cívica.
Lograr mayoría parlamentaria les resulta cada vez más difícil. Es por ello que el Gobierno prefiere mantener al Congreso paralizado. En los últimos dos años la Cámara de Diputados tuvo solamente dos sesiones ordinarias: una vergüenza para la democracia.
En estas condiciones ingresamos en el año electoral. Para muchos, la conjunción de esta enorme crisis económico-social, sumada al debilitamiento de la alianza oficial y el creciente descontento de la población con el Gobierno, debe tener como resultado un fácil triunfo de la oposición. Nosotros creemos que no es así. Que no es una consecuencia natural o segura. Todos estos factores son necesarios, pero no suficientes para garantizar un triunfo. Dicho en otros términos, están dadas las condiciones objetivas para alcanzar la victoria electoral, pero aún queda la difícil tarea de lograr las condiciones subjetivas para garantizar que sea posible.
Las condiciones subjetivas a las que hacemos referencia dependen de la capacidad de colocar por encima de todo los intereses de la Nación y de su pueblo, de la generosidad para deponer intereses personales y del pluralismo y la amplitud de la dirigencia opositora. Es verdad que cerca del 70% de los argentinos se sienten perjudicados por las políticas de Mauricio Macri y que manifiestan su voluntad de votar por una fuerza alternativa, pero también es cierto que si no se expresan en forma unitaria, el triunfo de la oposición no está garantizado.
Este es el gran desafío: elaborar un programa de gobierno centrado en el trabajo, la producción y los intereses nacionales, construir una coalición política y dirimir democráticamente las candidaturas con el objetivo de brindar la opción de un Frente Patriótico Nacional que permita concitar la voluntad mayoritaria de quienes están siendo brutalmente agredidos por las políticas oficiales. Todos aquellos que para integrarse pongan como condición la exclusión de candidatos o de importantes sectores que deben participar de este frente estarán contribuyendo a la continuidad de un modelo que solo puede traer más desocupación y pobreza para nuestra gente.
En este contexto, es urgente la convocatoria a los mejores gestores, especialistas, profesionales y académicos para elaborar un programa de gobierno permita retomar la senda de crecimiento con justicia social que se abandonó en el 2015. Para evaluar todos los importantes logros de este período, pero también para avanzar sobre las asignaturas pendientes y los nuevos desafíos. Es necesario contar con las más eficientes y más concretas propuestas para resolver los graves problemas económicos, sociales, de educación, salud y seguridad que estamos atravesando. Buena parte del resultado electoral se dirime en el campo del debate sobre las alternativas para el futuro.
Existen enormes posibilidades de que la angustia y tristeza que embargan al pueblo argentino sobre fines del 2018 se transformen en alegría y esperanza para 2019. No hay mucho tiempo, pero tenemos la convicción de que hay una gran oportunidad de construir un frente político capaz de garantizar que el 10 de diciembre próximo asuma un gobierno de unidad nacional. Un gobierno con la suficiente fuerza, capacidad y apoyo popular como para emprender el camino definitivo del desarrollo, la independencia y la justicia social. Por este objetivo y por la paz, la felicidad y el bienestar de todos estaremos brindando la noche de Año Nuevo.
El autor es diputado nacional FPV-PJ. Ex ministro de Educación de la Nación.