En el mundo de la tecnología, cuando un fenómeno se vuelve exitoso, se adopta la forma natural de hacer las cosas. Lo hemos visto con la invasión de las redes sociales que hoy en día forman parte de nuestras vidas como un integrante más, y lo mismo está ocurriendo con la Internet de las Cosas o the Internet of Things (IoT). Es un concepto que no solo tiene el potencial de afectar la forma en que vivimos sino también cómo trabajamos. Con los costos de conectividad y almacenamiento bajando drásticamente, y la creación de más dispositivos con capacidades de wifi y sensores, el nuevo desafío es vincular no solo a las personas, sino también a las cosas a través de la red.
La idea de una comunicación entre objetos físicos a través de internet no es nueva. Cuando se habla de personas en la red, lo hacemos en sentido figurado porque la realidad es que son nuestras máquinas que están interactuando. IOT implica que las cosas comiencen a asumir un papel que hasta ahora se había reservado solo para los humanos. La ambición es que estos dispositivos puedan utilizar, crear y analizar enormes cantidades de información sin requerir la intervención de las personas.
La generalidad de la palabra "cosas" evidencia las infinitas posibilidades que representa esta nueva tecnología. La amplitud de IOT abarca desde lo más elemental como lámparas inteligentes capaces de ahorrar energía y cepillos que monitorean nuestra salud dental hasta escenarios más complejos como la conexión de implantes médicos, semáforos, autos y edificios enteros llegando a la mayor aspiración: conectar ciudades enteras.
Es importante destacar que la Internet de las Cosas es inevitable. No es una moda pasajera ni una tendencia fugaz destinada a desvanecerse en pocos años. El IOT es el paso sucesivo en el universo de la tecnología y comunicación. Junto con otros como la inteligencia artificial, robotics y cloud computing es completamente irrevocable.
Al mismo tiempo, no hay que olvidarse de los riesgos que implica relacionarse con tal tecnología disruptiva. Conceder una independencia tan grande a nuestros dispositivos debería suceder mediante un proceso lento y justamente controlado. Se supone que el número de "cosas" inteligentes que tendremos muy pronto entre nosotros está apuntado a elevar nuestra calidad de vida. ¿Es cierto? Estamos conscientes de que las tecnologías actuales no son a prueba de error y no es un aspecto grave cuando se habla de una simple aplicación para móviles. Pero cuando se tiene en consideración que el IOT apunta a controlar elementos importantes de nuestro día a día como la seguridad de nuestra casa, es vital entender que aún no llegó el momento de cederle la completa autonomía. Asimismo, hay que asimilar la vulnerabilidad que trae la conexión de todas las "cosas" que nos rodean. Todo lo digital tiene la posibilidad de estar expuesto a intrusiones y uno de los desafíos más grandes para asegurarse el éxito de IOT es poder garantizar la seguridad de sus usuarios. De la misma forma, la privacidad es un componente significativo a la hora de evaluar esta tecnología. Si queremos hablar a nuestros dispositivos, tenemos que estar dispuestos a que nos oigan, pero ¿podemos filtrar todo lo que escuchan?
En conclusión, nos esperan tiempos emocionantes en el campo de la tecnología aunque aún estamos lejos de una realidad de ciencia ficción. Mientras los dispositivos se vuelven cada vez más inteligentes, es esencial comprender el potencial y los límites de IOT y poner todos los aspectos de esta tecnología en la balanza.
El autor es VP Digital Solutions de GlobalLogic para Latinoamérica.