Durante fines de noviembre, la tranquilidad cambiaria que primó en las primeras semanas del Plan Sandleris pareció romperse ante un tipo de cambio que saltó poco más de 5,4% en las últimas 10 ruedas, y una volatilidad que prácticamente se duplicó —igualmente aún se ubica muy por debajo del promedio de septiembre y primeros días de octubre. Respecto al eventual piso de intervención cambiaria, la divisa lógicamente amplió el spread del menos del 1% que reflejó en la primera quincena de noviembre, a poco más del cinco por ciento. Manteniéndose, sin embargo, muy lejos de la zona de techo (arriba ya de 46,5 pesos).
Pero más allá de lo que pasó, el análisis que nos debe importar es qué pasará en las próximas semanas o meses. En consecuencia, la pregunta a contestar básicamente es si este comportamiento es o no motivo de preocupación. En otras palabras, si el movimiento reciente nos debe llevar a mantener carteras dolarizadas en un cien por ciento.
En principio, la respuesta es no. Entendemos que la reciente presión sobre el dólar es temporal y no representa un cambio de tendencia. Esto producto de que la naturaleza de las posibles razones que se esconden detrás de la suba son más bien transitorias, y que la acelerada corrección del déficit externo (por el lado fiscal y monetario) mantendrán el tipo de cambio mucho más cerca de la banda inferior que la superior.
De hecho, y si buscamos justificar el saltó en el tipo de cambio, podemos solo enumerar fuerzas que habrían favorecido este movimiento pero con efecto solamente temporal. Entre ellas, podemos citar una mayor demanda corporativa para enviar dólares al exterior —algo anecdótico ya a esta altura—, o cierto exceso de liquidez por la liberación de las Lebac en la semana del 20 de noviembre (aunque desde nuestra visión, y con los números recientes del sistema financiero, un factor que minimizamos). Otro punto que se puede esgrimir como factor de presión puede ser la baja en las tasas de Leliqs. Movimiento último igual que se aminoró la última semana, tras una caída de 8 puntos porcentuales en las tres semanas previas. Incluso, y ya saliendo de los factores de origen interno, podríamos también sumar cierta presión externa dentro de un marco más "pesado" para emergentes en general.
Un marco igualmente que nos lleva a insistir en que lo dijimos arriba; es decir, una combinación de eventos puntuales más que permanentes. En particular, dadas además las señales que se están verificando del ajuste interno en Argentina. Hablamos acá de la reducción —acelerada— que se está observando en el déficit de cuenta corriente equivalente a una caída de la demanda de dólares, junto con un descenso del déficit fiscal. De hecho, los últimos números fiscales de octubre continuaron hacia el equilibrio.
Y es en esa línea de menores desequilibrios y también caída en la demanda de dólares por viajes y turismo como atesoramiento privado que creemos que la economía se mantiene en tránsito hacia un mayor ahorro interno, que puede descomponerse en dos partes: ahorro privado (incentivado por la suba de la tasa de interés real) y público. Ambas fuerzas que entendemos que seguirán prevaleciendo y, por ende, siguen presionando a que el tipo de cambio nominal opere más cerca del piso de eventuales compras del BCRA.
Del lado de la oferta, a su vez, esperamos una ecuación más holgada de dólares privados y públicos. Esto sea por la favorable cosecha de la campaña 2018-2019, el aumento de las exportaciones industriales de la mano del mayor ritmo de expansión de Brasil, la mejora en el saldo energético (Vaca Muerta y menor consumo por tarifas reales), y hasta la venta dólares provenientes del FMI para el financiamiento de las necesidades fiscales.
Una combinación de un escenario económico, en consecuencia, que hacia futuro no hace más que fortalecer la expectativa de que el tipo de cambio estará más cerca del piso que del techo de la banda. En otras palabras, una demanda de pesos que continuará su ascenso, dentro de una ecuación de oferta de dólares que aumentará. Esto no implica igualmente, y hay que tenerlo presente, que por factores estacionales (de fin de año) y un calendario electoral intenso —y largo en el 2019 hasta llegar a las nacionales de octubre— la volatilidad cambiaria pueda por momentos saltar.