Cómo viven hoy los argentinos en Miami

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…"Esos ya no son argentinos"… La frase la escribió Ana Lucía, un lectora tucumana de Infobae, descalificando a los participantes del primer Campeonato de Asado Argentino en Miami, que se hizo en el Doral Central Park.

Tuve el honor de estar allí la noche del sábado 17 de noviembre. Fui el conductor del evento, que reunió 10 mil personas, según el cálculo de la policía local.

Caminé entre los stands, transmití desde allí. Y conocí la historia de los expositores. Entre ellos estaba Karen, una venezolana que vendía alfajores caseros de maicena. "Es que me casé con un argentino y viviendo en Buenos Aires también me enamoré de su comida", me dijo.

También la vi a Patricia. Ella es colombiana. Junto a Eduardo, argentino, se especializan en provoletas. Una chica de Posadas, Verónica, ofrecía yerba mate con diferentes sabores: "Traigo la yerba desde Misiones y aquí reelaboro un producto distinto, con hierbas como chamomilla o jengibre". Y todas las semanas organiza mateadas, cuya recaudación destina a escuelas carenciadas de su provincia.

No puedo dejar de mencionar a los uruguayos con sus bolsos y carteras, en "Moo Uy", el puesto de María José.

Y mucho menos, la conmovedora propuesta de Silvia Planas-Prat, que dejó Barcelona porque su hijo autista no era bien tratado en el colegio y se radicó en Miami, donde ahora dirige "Miami is kind", una panadería que le da trabajo a personas con ese mismo problema.

En un pasillo de cien metros, entre bolsos, artesanías, juguetes, portabotellas, cerámicas y prendas de cuero, el caleidoscopio de orígenes y acentos, la mezcla de destinos, tuvo su punto culminante cuando vi a una chica que caminaba llevando dos porciones de torta de ricota en sus manos. Por supuesto, pensé que era argentina. Y por supuesto, también, me equivoqué:

– Soy cubana, pasé muchos años en Buenos Aires y desde que me fui nunca había vuelto a comerla… Es un sabor que me hace evocar una época inolvidable de mi vida…

Me quedé pensando en la frase de la lectora Ana Lucía.

¿Karen dejó de ser venezolana porque el amor la llevó a fabricar alfajores argentinísimos? ¿La catalana no tiene nacionalidad desde el momento que busca otro lugar para mejorar la vida de su hijo? ¿La ayuda a una escuela de Misiones pierde mérito si se hace a 8 horas de avión?

"Esos ya no son argentinos".

Nuestros abuelos, que fueron españoles, italianos, rusos, libaneses y polacos, ¿dejaron de serlo al venir a la Argentina? Los venezolanos que pedalean por Buenos Aires con el bolso en la espalda, los colombianos que nos atienden en las cafeterías, los dominicanos que nos cortan el pelo, los bolivianos que nos venden la fruta y la verdura, los paraguayos que están construyendo el edificio de la esquina de casa, ¿qué son, ahora que viven en la Argentina?

Probablemente, la lectora Ana Lucía identifica la nacionalidad con la residencia en el territorio nativo. Es una creencia, tan respetable como cualquier otra. Por mi parte, en cambio, creo que una Nación es un sentimiento.

Un sentimiento compartido a través del tiempo y la distancia. Y que no se ajusta inexorablemente a un marco geográfico.

Dicho de otra manera: me parece que se puede ser muy argentino viviendo lejos de casa. Como Juan Bautista Alberdi, aquel comprovinciano de Ana Lucía que pasó en el extranjero 44 de sus 73 años. Y al contrario, hay compatriotas que nunca salieron de aquí y que no siempre han dando pruebas de honrar nuestra ciudadanía.

En esta crónica les voy a contar cómo viven hoy los argentinos que he conocido en Miami. Historias con mucho esfuerzo, semblanzas de familias con chicos, relatos de aspiraciones laborales, confesiones de sentimientos templados por la lejanía.

Ojalá que nuestra amiga Ana Lucía la lea. Si llega al final, quizás cambie de opinión. Y como corresponde a mi condición de locutor, voy a empezar por la radio.

Porque Nicola Paone fue uno de los personajes más populares en la historia de la radio de Argentina. Había nacido en Pensilvania, hijo de inmigrantes italianos. Sus padres eran de un pueblito llamado San Pier Marina, entre Milazzo y Spadafora, en Messina, Sicilia. Un día decidieron irse a vivir a Estados Unidos.

Nicola -en realidad, bautizado Nicholas- se hizo cantante. Su repertorio era sencillo, directo. Le cantaba a los miles de italianos que, lo mismo que sus propios padres, habían decidido irse de Italia y comenzaron una nueva vida en Estados Unidos.

Muy pronto, su fama llegó a la Argentina. Aquí debutó en Radio Belgrano en 1953. Desde el primer momento tuvo un éxito clamoroso y la multitud desbordaba los estudios de LR3 en Ayacucho y Posadas. Entre otras canciones popularizó una que se llamaba "Uei… paesano!".

La letra decía que Italia es muy chica y con mucha gente, y que muchos tenían que irse al extranjero a ganarse el pan. Y agregaba:

"E lascia la famiglia, di casa se ne và / Guadagna il pane e si va perder' la felicità" (…Y deja la familia, de casa se va. Gana el pan sí, pero pierde la felicidad…)

Sencilla, casi pueril, sigue narrando de qué manera el inmigrante le escribe a la madre, diciéndole que tiene buen trabajo, hasta que una hermana le da la noticia infausta de la muerte de la madre.

"Inchiostro carta e penna carissima mammà, Io qui sto molto bene, non ti preocupar. E tu dimmi come stai e come sta papà. Ti prego di risponder' e non mi fai aspettar. E aspetta aspetta un giorno una lettera ci stà E una sorella dice che non c'è piu mammà".

Esta canción, candorosa pero emotiva, enumeraba las diversas regiones de Italia de las que proceden los inmigrantes y encendía el corazón de todos ellos al terminar diciendo que lo importante era que compartían la misma nacionalidad:

"Ma lei è forse piemontesse, lombardo, genovese. / È veneto, o giuliano, friulentino, emiliano. / Dalle marche o pur' toscano, forse unbro mio paesano. / Dal abruzzo, dalla materna quella nostra Roma eterna. /È di Napoli, pugliese, forse sardo o calabrese, / Luccano, siciliano ¡Cosa importa, è italiano ! / ¡E se è italiano basta già !".

La ingenuidad de "Uei… paesano!" encontró terreno fértil en la historia personal de los miles de italianos que llegaron a la Argentina después de la segunda guerra mundial. Los conmovió, los representó y los hizo sentir parte de un sentimiento común, pese a los 11.145 kilómetros que separan a Buenos Aires de Roma.

Siempre he pensado que cambiando el nombre de las provincias italianas por Mendoza, Córdoba, Chaco, Santiago del Estero y todas las demás, tendríamos una canción que haría impacto en cualquier lugar del mundo en el que haya argentinos.

Porque la distancia no sólo no disminuye el amor por la tierra en la que uno ha nacido, sino que lo transforma en un nuevo y más complejo sentimiento.
En Miami, los argentinos no abandonan su nacionalidad. La enriquecen y la transforman, toman contacto con personas de otros orígenes, se adaptan a nuevas costumbres sin olvidar las propias. Empiezan a vivir la experiencia de ser latinos.

Casi se podría decir que forjan una nueva identidad, otra forma de ser argentinos.

Hoy encontramos muchísimos ejemplos de esto en Miami, donde según nos cuenta Juliana Hecker, del Consulado Argentino, viven unos 60.000 compatriotas registrados. Otras fuentes aseguran que, en total, incluyendo a los ilegales, hay 90.000 argentinos en el sur de la Florida (la cifra era mucho mayor hace 15 años, pero muchos argentinos regresaron al país).

Algunos casos son notables, porque se trata de inmigrantes por partida doble. Mario Graziano nació en Italia en 1945, pero ya en 1953 vivía en Argentina, donde sus padres -obligados a dejar su país por la miseria de la posguerra- abrieron una carnicería. La familia trabajó duro y llegó a tener seis locales y una distribuidora de carne. Pero en 1989, como consecuencia de la crisis financiera de Argentina, Mario volvió a emigrar. Y junto a su esposa y sus tres hijos argentinos se radicó en Miami, donde empezó con un pequeño mercadito en Coral Way. Hoy está al frente de un emporio familiar que tiene 350 empleados en seis restaurantes (Brickell, Bird Road, Coral Gables, Hialeah, Aventura y Doral), cinco mercados (Bird Road, Coral Gables, Doral, Hialeah y Weston) y una pizzería en Sunset Drive, South Miami.

Cada mañana se lo ve cortando la carne en su local de Coral Gables, tal como lo hacía en su carnicería de Buenos Aires. Le gusta hacerlo. Pero la actividad que le causa más placer es estar con sus nietos norteamericanos, que tanto le dicen "nono" como "grandpa".

Una historia similar es la de Felice Ambrosio. Nació en Nápoles en 1938 y en 1949 ya vivía en la Argentina. En Buenos Aires se casó y tuvo sus hijos. En 1988 fundó "La Stampa", el mítico restaurant de pastas de la esquina de Migueletes y Maure, en La Imprenta. Fue un éxito. Abrió sucursales en Posadas al 1000, en Salguero al 2700, y también en Punta del Este. Hace muy poquito, en julio de 2018, inauguró "La Stampa" en Miami, en pleno Financial District: 1414 Brickell Ave, al lado de "Novecento".

"Sigo luchando, Julio… Miami me está dando una gran oportunidad…", me dice.

Como se la dio hace 36 años al matrimonio de Emidio (así, con "d") y Gabriela Dilorenzo. Él había nacido en Italia en 1937, de donde emigró a Argentina durante la segunda guerra mundial. En Argentina fue joyero y Gabriela era secretaria en un juzgado. Llegaron a Miami en mayo de 1982 con sus hijos. Se instalaron en Kendall, donde cambiaron absolutamente su actividad y abrieron "Che Tano", una parrilla legendaria que ahora se llama "Los Tanitos".

Al poco tiempo de instalarse nació Carla, que hace unos días me dijo:

Yo viajé en la panza de mi mamá. Tengo lo mejor de los dos mundos. La sangre argentina y el pasaporte americano. Fui hecha en Argentina, pero nací en Miami.

Ahora Carla Dilorenzo, que acaba de obtener el tercer puesto en el Campeonato de Asado Argentino, es la chef del restaurante. "Me encanta mantener la tradición gastronómica de mi país. Desde chiquita aprendí al lado de mi papá y de mi hermano, dos genios de la gastronomía", asegura.

También conserva los hábitos hogareños de la Argentina: "Nosotros cenamos tarde. Los gringos están acostumbrados a cenar a las 5 o a las 6 PM, nosotros cenamos tirando a las 9-10 PM. Desde chiquita, mis amigos nunca entendieron por qué cenamos tan tarde. Sin embargo, muchas otras familias de argentinos en Miami se ajustan a las costumbres locales. Y sus horarios siguen el ritmo de las obligaciones familiares.

Así, María "Vicky" Arrighi, relacionista pública, separada y mamá de una hija de 15 y un hijo de 12, me cuenta: "De lunes a viernes –durante el año escolar– me levanto a las 6:30 am, desayuno, llevo a los chicos al colegio a las 7:30 am. Salgo a caminar de 8 a 9 am, me dedico luego a mi trabajo hasta la hora del almuerzo, aproximadamente a la 1 pm. Luego retiro a los chicos del colegio a las 3:30 pm y según el día los llevo a sus actividades extracurriculares, hockey, volley y fútbol, entre las 5 y las 8 pm… Sábados y domingos, partidos o torneos… Y si no hay actividades, playa, en lo posible sin horarios!!!".

Lo mismo ocurre en la casa de María Florencia Collazo, casada con Juan, que es director creativo de publicidad. En la Argentina ella hizo su carrera de maquilladora en el canal 13 de televisión y en Miami trabaja en Telemundo Center.

En general es todo más temprano que en Argentina. Ahora, por ejemplo, desayunamos huevos, que en Argentina no es común…Cuando me toca maquillar al equipo del noticiero de la mañana salgo de mi casa a las cinco de la mañana… Con mi marido combinamos los horarios para llevar y traer del colegio a Renata, nuestra hija de tres años…

A su vez Natalia Peyrú, diseñadora de interiores, recuerda que llegó a Miami en el 2002: "Vine por el trabajo de mi marido. Se nos dio una oportunidad que, en principio, iba a ser por dos años y después decidimos quedarnos. Vinimos con nuestra hija menor, que en ese momento tenía 6 meses de edad. Hoy esa bebita tiene 16 años y se llama Delfina. Luego nacieron Juana, de 12, y Amanda, de 7", señaló.

Y agregó: "Mi día comienza a las seis de la mañana. Preparo el desayuno y los almuerzos de mis hijas, para que lleven sus viandas. Una vez que se van a sus colegios comienzo a trabajar hasta aproximadamente las 3 o 4 de la tarde, cuando vuelven. Y a partir de esa hora me dedico a ellas y sus actividades. Dependiendo del día, estamos de vuelta en casa entre las 8 y las 8:30 de la noche. Las chicas hacen sus tareas mientras yo cocino, se bañan, comemos y a dormir".

Por su parte, Alejandra Vigo, que es maestra particular y además agente inmobiliaria ("realtor", en inglés): "Aquí nos levantamos muy temprano, desayunamos en familia y luego cada uno sale a cumplir con sus obligaciones. Mis hijos ya pasaron la adolescencia y se manejan solos. Mi marido Diego Bas es periodista y trabaja en Radio Actualidad y en Canal 41. Y yo me paso el día en el auto, yendo de un lado para otro, porque voy al domicilio de mis alumnos".

Estos son apuntes simples, viñetas cotidianas de la realidad de estas chicas argentinas que -por distintos motivos- decidieron radicarse en Miami. Cuando les preguntamos en qué cambió su vida, sus respuestas fueron:

Aquí no debo preocuparme por la seguridad (María Arrighi).
En todo. Acá fue donde mis padres sembraron la semilla del primer restaurante, abriendo las oportunidades para toda la familia (Carla Dilorenzo).
La experiencia de irse del país natal y vivir en el extranjero es difícil de transmitir. En mi caso, gracias a Dios, fue una elección, no estuve obligada a venirme. Vivir acá me empujó a crecer del todo tanto en lo personal, como en lo laborar y con mi relación de pareja (Natalia Peyrú).

Marcelo Mercadante y su esposa Andrea Fernández, que dirigen el negocio gastronómico Las Acacias Gourmet Argentino, ofrecen este punto de vista: "Vivir en Miami, como en cualquier lugar del primer mundo, te da calidad de vida". María Florencia Collazo, que además montó The Beauty Squad, su propia empresa de servicios de maquillaje y pelo, opina: "Aquí se vive con más tranquilidad, todo es más previsible. Hay seguridad. Y se puede acceder a una vida más confortable".

En una oportunidad, Juan Pablo II dijo: "Todos somos inmigrantes". Y la escritora Aitana Guía Conca publicó un libro titulado "Nadie es extranjero". La combinación de ambas afirmaciones estimula la ilusión de un mundo sin barreras. Sin embargo, éstas existen. Y una de ellas es el idioma. Suele darse por cierta la creencia equivocada de que en Miami se habla en español. En realidad, en Miami hay mucha gente que -efectivamente- se expresa en
nuestro idioma. Pero es una ciudad anglo, en la que el
idioma oficial es el inglés, y como consecuencia de eso
toda la comunicación pública (tránsito, transportes,
trámites) se hace en el idioma del país. Es decir, en
inglés.
Cuando les pregunté a varios argentinos en Miami
cómo se llevaban con el idioma inglés comprobé que
muchos han hecho el esfuerzo de adaptarse.

Hernán Vera Álvarez, que es escritor, dibujante y
editor, respondió:

– Muy bien. Me gusta de Miami poder escoger cuándo
hablar en inglés y cuándo hacerlo en español.

La historia de Hernán es muy interesante. Tiene 41 años y llegó con 23, dejando en Buenos Aires una incipiente carrera de periodista. Ahora en Miami da talleres de Escritura Creativa en el Koubek Center del Miami Dade College, Trabaja en el diario El Nuevo Herald y tuvo a su cargo la edición las antologías "Miami (Un)plugged" y "Viaje One Way", de narradores latinos de Miami.

Viví ocho años como ilegal, trabajé en un astillero, en la cocina de un cabaret, en algunas discotecas y en la construcción. Ahora vivo de dar clases y de escribir. Me fui muy joven de Argentina. Por aquellos años era lo que se dice "una promesa". En estos casi 20 años en Miami pasé de las buenas ilusiones a los hechos.

El idioma tampoco es una dificultad la Carla, la parrillera de Kendall:

– Para mí, los dos idiomas son iguales. Si me escuchás hablar en español te pensás que nací allá y si escuchás mi inglés, no te imaginás que habló español.

En cambio, para el relator deportivo argentino Andrés Cantor no fue tan fácil:

– En 1975, cuando yo tenía 13 años, mi familia se radicó en California. No me adapté, no hablaba el idioma, extrañaba mi barrio… Y me volví a Argentina, a la casa de mis tíos. Estuve casi un año y volví a Estados Unidos. De a poquito, fui aprendiendo el idioma hasta que logré asimilarme a la vida y cultura en este país.

Andrés es la voz del fútbol en los Estados Unidos y narra los partidos tanto en castellano como en inglés. Incluyendo el de Rusia 2018, ya cubrió diez Campeonatos Mundiales. Pero nunca soñó con ser relator:

– En realidad, yo quería ser periodista para escribir en los diarios. Estudié en la USC (la University of Southern California)…Un día, en 1987, la entonces llamada Spanish International Network, hoy Univision, me ofreció relatar un partido… Y así empecé…

Llegó a la cumbre de la popularidad en 1994, cuando el Mundial se jugó en los Estados Unidos:

– Fue un antes y un después en mi carrera, porque los medios angloparlantes prácticamente descubrieron el fútbol y una forma diferente de narrarlo…

En 2010, en el Mundial de Sudáfrica, relató el famoso gol de Landon Donovan ante Argelia, convertido en tiempo de descuento y que logró que Estados Unidos pasara a la siguiente ronda. Esa grabación se convirtió en un hit y batió récords de venta.

En el año 2000 pasó a Telemundo, donde formó un
dúo inolvidable con Norberto Longo, aquel periodista
argentino que había trabajado en el Canal 13 de Buenos Aires.

Andrés nunca pudo superar la sorpresiva muerte de su amigo, a quien homenajeó colocando una placa en la puerta del estudio de Deportes del nuevo edificio de NBC Telemundo en Doral, la zona de mayor desarrollo en Miami.

Después de haber ganado cinco Premios Emmy, Andrés
Cantor es una estrella de la radio y la TV de Estados
Unidos. Inmigrante y descendiente de inmigrantes (sus
abuelos paternos eran polacos, su mamá nació en
Rumania) casado con una hondureña y padre de dos
hijos nacidos en Estados Unidos, jamás aceptó suavizar
su acento argentino:

– Nunca. Nunca lo haré. Estoy orgulloso de mi acento argentino. Después de todo, vivo en Miami y cualquier día puedo cambiar a español de Colombia, Cuba, Puerto Rico y al centroamericano. Tengo un acento con un poco de todas las regiones de América Latina. Pero si me haces enojar, escucharás mi mejor acento argentino.

Tampoco olvida sus orígenes la periodista Adriana Mocciola. A sus 40 años, con casi dos décadas en Miami, es Directora de Contenidos y Programación de Radio Caracol 1260 AM y productora de Noticias de Telemundo 51. Lleva ganados 11 Premios Emmy y se enorgullece de su formación en la Argentina:

– La Universidad Nacional de La Matanza, donde estudié y me recibí, no tiene nada que envidiarle a una universidad norteamericana. La libreta de la UNLaM es el pasaporte que siempre llevo conmigo.

Emocionada, ratifica que haber estudiado en Argentina le dio la posibilidad de desempeñarse en el competitivo mundo de los medios en Miami:

– Fui la primera en mi familia en ir a la Universidad y sentía que tenía que dar el ejemplo. No me importaba levantarme a las 4:30 y tomar tres transportes públicos, porque estaba segura de que la educación es el pase libre a lo que uno quiere hacer en la vida.

La colectividad argentina en Miami es más pequeña que otras. Hay muchos más cubanos, venezolanos, colombianos o mexicanos que compatriotas nuestros. Y si su presencia no se manifiesta tanto, sin embargo tiene una característica que le da una solidez singular: los argentinos leen portales argentinos y escuchan radios argentinas todos los días. También se ve la señal internacional de Telefé y en muchas casas se contrata el servicio de cable que incluye partidos de fútbol de la Argentina.

Esa conexión informativa tiene un definido correlato gastronómico, porque a diferencia de lo que ocurría hace 15 ó 20 años hoy es absolutamente normal conseguir productos argentinos en los supermercados: vinos, yerba, galletitas, dulce de leche y alfajores encabezan un ranking en el que se mezcla la nostalgia con el paladar.

Pero ese rasgo evocativo se combina con la aceptación de las costumbres locales, desde la mantequilla de cacahuete (deliciosa fuente de proteínas) hasta la carne de cerdo, pasando por las frutas tropicales como el mango, la papaya o la carambola. Se vive en otro lugar, con otras costumbres, y la adaptación se hace insensiblemente, día a día.

Natalia lo explicó así:

– Vivir acá me ayudó a salir de la burbuja en la que vivía y me abrió la cabeza al 100 % Compartir y vivir junto a personas de todo tipo (nacionalidades, razas, religiones, etc. siempre me pareció súper enriquecedor, tanto para mi propio enriquecimiento como para el de mis hijas. Esta experiencia nos permitió, como familia, incorporar a nuestras vidas todo tipo de personas. La experiencia de vivir en otro país también me ayudó a ver y a entender algunas cosas de nuestra idiosincrasia y asípoder elegir cómo quiero ser y qué tipo de vida quiero llevar. Por último y sin lugar a dudas, estar acá me permite vivir en paz y tranquila, sabiendo que mis hijas están bien y que no corren el riesgo de que les pase algo.

En este último aspecto, María "Vicky" Arrighi coincide
con ella:

– Un dato que ha mejorado mi vida desde que vivo en Miami es que aquí no me preocupo por la seguridad.

Conozco muchos argentinos que viven en Miami: Alejandro Santángelo, cuyo estudio de producción y grabación provee servicios a las grandes agencias de publicidad. María Ruiz, que está al frente de su empresa de embutidos Mr. Tango Sausages. Oscar Posedente, editor del Semanario Argentino. El doctor Claudio Tuda, médico infectólogo del Mount Sinai
Hospital. Su colega, el ginecólogo Adrián Del Boca. El fotógrafo Kike San Martín. María Fernanda Silva, conductora de "A primera hora" en Radio Actualidad.

Más, muchos más: Gustavo Montero, que tiene una empresa de equipamiento odontológico. Bruno Corvalán, director de una empresa vitivinícola. Marta Gallegos, campeona mundial de fitness. El matrimonio compuesto por la productora de radio Ana Stollavagli y el presentador de TV Alejandro Isturiz. Daniel Fujita, especialista en comercio internacional. El cantautor Caril Paura. Leo Rocco, estilista y peluquero. La psicoanalista Mónica Prandi, el famoso cantor y compositor Leo Dan. El emprendedor Norberto Spangaro. El dibujante humorístico Osvaldo Laino… La lista es muy amplia. Y el abanico de actividades es sorprendente.

Están lejos, viven en Miami. Pero un click en WhatsApp o en Skype les permite recuperar el contacto con sus seres queridos. Están al tanto de lo que pasa en Argentina y sufren como propios los contratiempos de la familia, de la que suelen paliar los apuros financieros.

Disfrutan del bienestar que les brinda un lugar en el que encontraron trabajo y seguridad, aunque a veces han tenido que pagar el doloroso costo emocional de no poder acompañar la partida de alguien muy cercano.

Cada uno tiene su proyecto, su sueño:

– Vivir a pleno y disfrutar junto a mi familia. Darle a mis hijas todas las herramientas para que puedan ser felices más allá de las dificultades que se les presenten. Y hacer crecer mi propia compañía. (Natalia Peyrú.)

– Hacer de Las Acacias un lugar de referencia de nuestra cultura gastronómica argentina. (Marcelo Mercadante y Andrea Fernández.)

– Seguir publicando libros. Dar clases. (Hernán Vera
Álvarez.)

– Afianzarme en la gastronomía argentina y difundiría lo mejor que pueda. Y en un futuro bien cercano publicar el libro de recetas mío, que estoy escribiendo. (Carla Dilorenzo.)

– Poder dedicarme full time a mi trabajo y ayudar a mis hijos para que puedan concluir sus estudios y obtengan un título universitario. (María Vicky Arrighi.)

– Que mi familia crezca, que mi hija tenga valores. Perfeccionarme. (María Florencia Collazo.)

– Compartir con mi esposa los logros de nuestros hijos, Nicolás (24) relator de fútbol en inglés y castellano en Univision y Andrea (22) a punto de graduarse en la New York University en Marketing y Comunicación. (Andrés Cantor.)

Emigraron. Viven en Miami. Se juegan una nueva oportunidad de vida. Para mí, son profundamente argentinos.

@lagosradio

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