La presidencia argentina del G20 y la organización de la cumbre en Buenos Aires han tenido, sin dudas, un saldo positivo para el país. No solo transcurrió sin sobresaltos desde su comienzo, el 30 de noviembre de 2017, sino que el país pudo calibrar acertadamente la agenda y los temas de discusión sorteando los desafíos que se plantearon a lo largo de este año, así como las crecientes tensiones comerciales y estratégicas entre China y Rusia, y el debilitamiento progresivo del orden internacional basado en normas y reglas multilaterales. Además, el Gobierno de Mauricio Macri pudo posicionarse durante los dos intensos días de la cumbre como un anfitrión amigable, facilitando la concreción de consensos light cuyo producto principal ha sido la declaración de Buenos Aires.
La presidencia argentina le dio continuidad, profundidad y previsibilidad al proceso del G20, mientras que los principales actores quedaron relativamente satisfechos. Sin embargo, la cumbre de alto nivel demostró que el bilateralismo se ha ido convirtiendo como la forma preferida para solucionar problemas globales como lo demuestra la esperada reunión entre Donald Trump y Xi Jinping.
Desde un punto de vista conceptual, foros minilaterales como el G20 (o los BRICS, por ejemplo), en los cuales un grupo de actores estatales lleva adelante una agenda de discusión común, requieren un amplio compromiso entre sus miembros. Los expertos sobre temas internacionales en relación con las instituciones suele dividirse en dos, institucionalistas y realistas. Los institucionalistas, enfocados en temas económicos, creen que las instituciones multilaterales —formales o no— desarrollan un grado de autonomía propia que supera la voluntad de los gobiernos, aunque su profundización se encuentra vinculada con la política doméstica. Los realistas, enfatizando cuestiones de seguridad nacional, ven en las instituciones el reflejo de los intereses nacionales de los países, especialmente de las grandes potencias. Con base en estas dos perspectivas, podemos trazar dos tipos de escenarios de cara al futuro del G20.
Un escenario institucionalista visualiza la continuidad y la profundización del G20 en tanto se fortalezcan las democracias liberales entre los miembros del foro, además de impulsar una internalización de normas y reglas que tienden a fomentar una mayor apertura comercial, enfrentar las causas del cambio climático y la crisis migratoria, entre otros temas globales de la agenda multilateral. El año que viene no nos permite ser muy optimista para este escenario, pero es al que apuestan la mayoría de las potencias emergentes en el G20, inclusive Argentina.
Un escenario realista prevé una menor incidencia global de este foro dadas las crecientes tensiones geoeconómicas entre Estados Unidos y China, cuyos efectos podrían terminar transformando el incierto orden internacional posterior al fin de la Guerra Fría en una especie de G2 (en contraste con el G20). De acuerdo con esta aproximación, el ascenso de China genera un desafío a la hegemonía norteamericana pero también una oportunidad (para ellos) para que los principales temas de la agenda económica global pasen por sus manos. Este es el peor escenario para potencias medias como la Argentina, ya sea por la existencia de una disputa entre dos de sus tres principales socios económicos como por la disminución de los márgenes de acción diplomática.
De cara al 2019, las condiciones políticas imperantes prevén que la presidencia de Japón va a estar bajo los mismos condicionamientos externos que sufrió la presidencia argentina, aunque con una serie de cambios políticos como el ascenso de Andrés Manuel López Obrador en México y Jair Bolsonaro en Brasil, cuyas orientaciones exteriores son todavía inciertas. Y si en este contexto las tensiones entre Estados Unidos y China continúan, hay un cierto riesgo de estancamiento de la economía global, lo que agregaría mayor descontento social y político.
¿Cuál es el rol de la Argentina frente a un mundo incierto? Como potencia media, Argentina debe seguir fomentando una inserción inteligente en el mundo mediante el apoyo a los esquemas multilaterales formales e informales que nos permiten una mayor voz en los foros internacionales. De todas maneras, ante un posible escenario realista, es fundamental centrar las preocupaciones en nuestros propios intereses y diferenciar los objetivos de nuestros medios para lograrlos. El G20 fue un excelente ejercicio para posicionar los intereses argentinos en el mundo. Ojalá nos sirva de aprendizaje para proyectarnos estratégicamente a largo plazo.
El aut0r es Secretario Ejecutivo del Centro de Estudios Internacionales (Departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales) de la Universidad Católica Argentina