Desde varios ángulos de la intelectualidad argentina se alzan voces a favor y en contra de la decisión del pueblo brasilero de convalidar con su voto a un personaje que pinta dureza política y desapego a las formas democráticas e institucionales, post caída del Muro de Berlín. Sea como fuere, no es para los argentinos un ejemplo a seguir, no por las razones que esgrime la progresía en general y los intelectuales y políticos de los partidos tradicionales. Sino porque básicamente Jair Bolsonaro es la expresión y continuidad política de una tradición cultural arraigada en el país hermano.
No hay dudas respecto de que su discurso ha sido una cachetada al relato que el progresismo y la izquierda han tendido en los últimos años no solo en ese país sino en general en América Hispana, con Cuba y Venezuela haciendo punta. Podrá irle bien o mal, el tiempo lo dirá. Lo cierto que su discurso sobre la inseguridad, el delito, la pérdida de valores, el narcotráfico, la corrupción, la decadencia educativa en manos de una ideología igualitarista que no acentúa en el mérito y que bajo la influencia de Paulo Freire deviene en un recurso revolucionario para liberar al oprimido en vez de liberarlo de la ignorancia, ha sido efectivo y se acerca mucho a lo que nos pasa a los argentinos.
Pero nosotros debemos mirarnos en nuestras raíces históricas, en nuestras mejores tradiciones, en aquellos hombres que supieron dar respuestas justas en el momento indicado. El general Roca es un ejemplo, entre otros. Síntesis superadora del más grave conflicto que sacudió la historia argentina del siglo XIX. Cerró, no sin lucha, el problema entre las provincias y Buenos Aires. Y rápidamente extendió su mano a los enemigos de la víspera. Y como tucumano gobernó para todos. Le dio una Capital al país. Poniendo al frente de la ciudad a un representante de una familia tradicional de la provincia, Torcuato de Alvear, que dio vuelta como un guante a la gran aldea.
Un provinciano con la voluntad de hacer de la ciudad una urbe europea era algo impensado y menos si era un general que venía de las profundidades del Desierto, luego de ensanchar los límites de la Patria. Desierto que en manos de indígenas era un emporio del delito, el atraso, los secuestros, la extorsión y el vagabundaje. Roca y el Parlamento que lo acompañó al sancionar la Ley 947 tenían claro adonde iban y para qué. En su proclama dada al iniciar la Campana en Carhué, señaló Roca: "Cuando la ola humana invada estos desolados campos que ayer eran el escenario de correrías destructoras y sanguinarias para convertirlos en emporios de riqueza y en pueblos florecientes en que millones de hombres puedan vivir ricos y felices, recién entonces se estimará en su verdadero valor el mérito de vuestros esfuerzos. Extinguiendo estos nidos de piratas terrestres y tomando posesión real de la vasta región que los abriga habéis abierto y dilatado los horizontes de la patria hacia las comarcas del sur…". Todo dicho: soberanía territorial y triunfo sobre el delito y la inseguridad.
La Ley 1420 de educación obligatoria, gratuita y laica fue otra iniciativa formidable de Roca. ¡Qué Paulo Freire! Maestras abnegadas dispuestas a enseñar a párvulos criollos y extranjeros las cuatro operaciones básicas, la lecto-escritura, la historia y el idioma nacional, fundamental para consolidar y cohesionar la nacionalidad, nuestra bandera, el himno y los próceres. Una escuela integradora acorde al crisol de razas que fue la política estatal de aquellos años. En su segunda presidencia, Roca, convocó como Ministro de Instrucción Pública al doctor Osvaldo Magnasco, quien propuso una reforma educativa que consistía básicamente en la creación de escuelas industriales. Veamos algunas de sus declaraciones en la Cámara de Diputados defendiendo su proyecto en septiembre de 1900: "Es necesario cambiar los rumbos generales de la enseñanza contrayéndola preferentemente a estudios prácticos a ciencias y artes de aplicación. Este propósito se llenaría fundando colegios y escuelas agrícolas e industriales… Se trata de transformar el carácter de algunos colegios nacionales innecesarios o nocivos en escuelas científicas de índole práctica. Habría que dar más inglés y alemán y menos latín y griego, o sea el núcleo de lenguas vivas de que nos hablaba el genio poderoso de Alberdi. La tendencia exótica-lírica del colegio de Ciencias Morales de Rivadavia debe ser francamente desterrada del sistema… Las futuras generaciones deben recibir en las aulas principios fundamentales y nociones de practicidad inmediata al género de vida que conviene al país".
¡Pobres maestras aquellas! Lidiando con niños, muchos de ellos habitantes de conventillos, mal alimentados, mal comidos y sobre todo incontenibles entre las cuatro paredes del aula. Cincuenta años después la alfabetización era un éxito, el país cohesionado y ocupábamos el lugar más alto en educación de América. Por la Ley 1133 tuvimos por primera vez moneda nacional. Crea la Justicia Federal. Potenció la inmigración y el desarrollo de las vías férreas. Consolidó y profundizó la integración argentina al mercado mundial apoyándose en las ventajas comparativas del país. Firmó los contratos para la realización de Puerto Madero. Ese día concurrieron al evento los ex presidentes Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento revelando Roca una extraordinaria muñeca política al extender su mano a los antiguos adversarios políticos.
Volcó sobre las provincias mediterráneas ingentes dineros del presupuesto nacional. Organizó la Exposición Continental a la que concurrieron medio millón de personas y pudo observarse el veloz avance de nuestra industria nacional. Creo así mismo el Registro Civil que sería la base de la ley del matrimonio civil que el colectivo feminista ignora por estar sesgado al progresismo y desprecia al Conquistador del Desierto, siendo que es una ley de abierta defensa de la mujer fundamentalmente porque no había ingresado aun al mundo del trabajo. Por ejemplo, el artículo 84 decía: "El marido que hubiese dado causa de divorcio debe contribuir a la subsistencia de la mujer si ella no tuviera medios propios suficientes. El juez determinará la cantidad y forma atendidas las circunstancias de ambos". El Estado garantizaba lo que antes la Iglesia no podía hacer.
De la nada y entre pantanos, en dos años apareció la ciudad de la Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires. En su segunda presidencia estableció el servicio militar obligatorio. ¡Atención liberales a la violeta! Lo digo de esta manera puesto que el liberalismo tradicional ha hecho de Roca un prócer. Y no se equivocan. Pero para el tucumano la Patria está por encima de los derechos individuales. Apoyó la Ley 4144 presentada por Miguel Cané, expulsión de aquellos extranjeros que alteraran el orden y conspiraran contra el Estado por medio de acciones violentas. Finalmente la Ley Nacional de Trabajo. Merecería una nota aparte pero no podemos dejar rengo el presente artículo. Vamos de lleno a ella.
El desarrollo industrial de la argentina agroexportadora no era menor. Una incipiente clase obrera urbana con conciencia de sus derechos generaba un clima social de zozobra. La ley 4144 se dirigía fundamentalmente a los anarquistas, pero el resto del proletariado no militante sufría de igual modo las consecuencias de la injusticia social. El Estado debía darles una respuesta humanitaria y digna. El Ministro Joaquín V. González con la anuencia de Roca convocó en primer orden al ingeniero Juan Bialet Massé para que levantara un informe, que fue monumental, de la situación de la clase obrera argentina. Sobre ese informe un grupo de políticos, los más de ellos de extracción socialista, Enrique del Valle Iberlucea, Augusto Bunge, Carlos Malbrán y Manuel Ugarte elaboraron el Código de Trabajo. Un digesto de 466 artículos de notable avanzada para la época sustentado en legislación laboral que estaba desarrollándose en Europa. En el código se establecía la indemnización por accidente de trabajo, la jornada laboral de ocho horas. Cuarenta y ocho horas semanales para los mayores de 18 años y cuarenta y dos para los jóvenes entre 16 y 18 años, prohibición de trabajo a menores de 14 años. Sábado inglés. Se prohibía el trabajo en los feriados nacionales. Reconocimiento a las organizaciones gremiales y algo notabilísimo, antecedente si se quiere de la posterior acción del general Juan Domingo Perón, por la Ley se creaba la Junta Nacional del Trabajo que otorgaba al Director Nacional del Trabajo la facultad de intervenir en los conflictos. El Estado otra vez presente. Naturalmente el Parlamento la rechazó, lo llamativo fue que también la rechazó el socialismo y la FOA, organización gremial ganada por el anarquismo. Cosas inexplicables de la izquierda argentina.
Necesitamos un Roca. Alguien que nos saque de este pantano en que nos hallamos sumergidos. La decadencia Argentina es de tal magnitud que se necesita un político que hable con claridad, sin medias tintas, y actúe en función de sus palabras pero que al mismo tiempo sea capaz de establecer acuerdos y tender puentes. La situación apremia.