Desde que empezó el cepo cambiario, los saldos de cuentas corrientes y cajas de ahorro privados bajaron $40 mil millones. Parte de esta huida de depósitos se debe a que se transformaron en plazos fijos y a que se cayó la cadena de pagos y aumentó el número de cheques rebotados.
La contracara son los plazos fijos que indexan por el CER o el índice UVA que crecieron 76% desde el primer día de octubre hasta el 14 de noviembre cuando alcanzaron la cumbre de $ 23.634 millones. El aumento de los plazos fijos también fue notable. El 14 de noviembre alcanzaron su récord de $ 934.292 millones que contra el promedio de $ 770.869 millones de septiembre, significaron un incremento de $ 163.423 millones (21,2%).
Pero la euforia que viven los ahorristas en pesos contrasta con el atraso cambiario. El dólar a pesar de subir 60 centavos la semana pasada sigue cerca del piso de la banda inferior. Si se le agrega que a cada dólar que se exporta, el Gobierno le quita $ 4, el atraso se hace más agudo.
Hasta ahora, y a un costo muy elevado, el único éxito del ajuste cambiario fue bajar al dólar a niveles indeseables para los exportadores. La inflación sigue intacta y se espera que en noviembre llegue a 4%, un punto por encima de los cálculos oficiales. En este mes, el programa monetario se juega su prestigio.
Además de la inflación -una asignatura que no aprobaron-, el otro fracaso del plan son los bonos de la deuda. El riesgo país desde el 7 de noviembre cuando llegó a su menor nivel desde que apareció el plan monetario de 597 puntos básicos, subió hasta 658 puntos (+10,22%).
La Argentina se dividió en dos mundos. Uno que termina en el segundo semestre de 2019 y otro que nace inmediatamente después. Es que el financiamiento de los bonos en 2020 no está asegurado. Con este riesgo país no se puede conseguir dinero adicional en el exterior y el mercado interno es muy reducido para lanzar bonos en dólares. Con la cosecha tampoco alcanza. El reto es lograr una rebaja en el riesgo país, algo que parece lejos por la fuerte caída y la vulnerabilidad que muestra la economía local. De hecho, dos calificadoras de riesgo le bajaron la nota a los bonos de la deuda argentina.
La muestra más evidente de la existencia de los dos mundos es que el Bonar 2019, que vence en abril de año que viene, rinde 4,45%. Un bono similar, el 2020, que vence en octubre de ese año, tiene un rendimiento de 9% y el Bonar 2024, el bono de referencia, 10,31%.
Los bonos de 2020 en adelante duplican el rendimiento de los que vencen el año que viene. No saber quién gana las elecciones es un drama que se refleja en un espejo de dos caras: la euforia de las inversiones a plazo fijo y la debilidad de los bonos de la deuda en dólares.
Los plazos fijos dependen de los grandes inversores -empresas e institucionales- que probablemente retiren una buena proporción en diciembre para pasarse a dólares, en busca de protección para un mundo incierto que empieza en la segunda mitad del año que viene. Los bonos, en cambio, dependen de la política y de quién gane las elecciones presidenciales de 2019.