La Argentina está sufriendo hoy, bajo la administración de Mauricio Macri, la sangría financiera probablemente más grande de su historia. Se trata del más extraordinario aumento del gasto público por concepto de intereses de la deuda del Estado que se haya producido por combinación de los servicios de la deuda fiscal, de la deuda cuasi-fiscal o del Banco Central (BCRA) y también de las provincias. A los que cabe agregar la deuda indirecta correspondiente a bancos y empresas del Estado, organismos nacionales, fondos fiduciarios o fideicomisos públicos y juicios contra el Estado con sentencia en firme, que el gobierno no informa.
Según el presupuesto 2018 en curso –Ley 27.431– los intereses a pagar por la deuda pública del Estado central eran 406.500 millones de pesos -un promedio de 1.100 millones por día– aunque tales intereses fueron calculados cuando las tasas estaban aproximadamente a la mitad del nivel en que están actualmente, que son del 50-55 % anual. Con el agravante que el perfil de vencimientos del tesoro empeora en forma acelerada por la proporción creciente de obligaciones a corto plazo, con tasas más caras y con capitalización de intereses.
Paralelamente, el BCRA –a través del festival financiero diario de Lebac-Leliq en favor de los tenedores de letras– ha llevado el pago y/o capitalización de sus obligaciones al paroxismo de las tasas más altas del mundo, del orden del 70 %, que llegan así a más del doble de las tasas que el banco pagaba entes de la corrida cambiaria iniciada a fines de Abril.
Al 23 de octubre –última información oficial disponible- el stock de Títulos emitidos por el BCRA es de unos $782.000 millones de pesos (equivalentes a 21.300 millones de dólares), de los que 184.000 millones de pesos corresponden a Lebac y 598.000 millones a Leliq.
Las Lebac son letras a 30 días y pagan tasas del 60 % en el mercado secundario, lo que implica un costo financiero diario de unos 300 millones de pesos (más de 9.000 millones por mes) y las Leliq son Lebac a sólo 7 días, con subastas diarias, que pagan tasas del 70 % lo que implica otros 1.200 millones de pesos por día (35.000 millones por mes).
La suma de ambos pagos de intereses sólo por el BCRA da así unos 1.500 millones de pesos diarios (45.000 millones de pesos por mes), que se agregan a los intereses que paralelamente paga la tesorería nacional por la deuda del gobierno central (más de 1.100 millones de pesos por día o 33.000 millones de pesos mensuales) de modo que el monto de los intereses conjuntos –sin contar aquí los datos desconocidos de provincias y deuda pública Indirecta– ascienden a más de 2.600 millones por día (78.000 millones por mes).
Y a esto hay que adicionar los intereses que devengan los pases pasivos -que son operaciones a sólo 1 y 7 días – y rinden lo mismo que las Leliq (el 60 %), siendo su stock al 23 de octubre de 412.000 millones de pesos , lo que significa el pago de intereses por otros 700 millones de pesos por día (20.000 millones de pesos por mes).
Con lo cual el costo financiero total de semejante nivel de endeudamiento a las tasas altísimas de referencia estaría llevando a un drenaje de 3.300 millones de pesos diarios – casi 100.000 millones de pesos por mes (98.000 millones) – a favor de los tenedores de letras y bonos públicos, lo que convierte a la Argentina en un paraíso para los negocios especulativos récord en el mundo.
Y esas mismas tasas de interés, que se ofrecen desde el Estado dando las ganancias más altas del planeta a los bancos y grandes fondos especulativos de inversión (sobre todo internacionales, que lucran con el carry trade o arbitraje entre tipos de cambio y tasas de interés locales) son las mismas que generan y mantienen la recesión de la economía interna, con sus secuelas de desempleo, caída de los salarios reales y mayor pobreza.
Con el agravante que mientras esto está ocurriendo virtualmente debajo las narices de todo el mundo las autoridades tratan de ganar tiempo vendiendo expectativas a futuro que desvíen la atención de la opinión pública de la realidad presente del más grande saqueo financiero de los dineros del Estado que se tenga noticia en la Argentina.
Una sangría de fondos públicos que no tiende a revertirse porque tratando de estabilizar el dólar a costa de pagar elevadísimas tasas de interés se está volviendo a potenciar el carry trade porque el stock de reservas internacionales del BCRA crece artificialmente con la entrada de estos capitales golondrina pero en la misma medida aumenta la vulnerabilidad de la Argentina frente al condicionamiento de seguir pagando altísimas tasas para evitar la retirada de esos fondos especulativos.
Es el círculo vicioso perfecto de la usura sostenido en la alianza fáctica del gobierno Macri con los acreedores financieros del Estado, que son los que le permiten su supervivencia financiera y política. Porque se pacta el más duro ajuste con el Fondo Monetario Internacional (FMI) precisamente para evitar o diferir el default y poder pagar los servicios crecientes de la enorme deuda del tesoro y del BCRA, que fueron aumentando descontroladamente bajo la propia gestión Macri y que ahora son los principales causantes del déficit fiscal y cuasi-fiscal que con ese acuerdo se dice querer combatir.
Dicho con otras palabras, que el mismo gobierno que está proclamando la necesidad de bajar el gasto público es el que más lo está aumentando en forma irracional, favoreciendo con ello el mayor negocio para los acreedores especulativos y que es el peor para los intereses del Estado.
Es la demostración palmaria de cómo – desde el Poder – se destruye la economía física o real en el altar de la economía financiera.