Derrame en Vaca Muerta: otro ejemplo de doctrina avestruz

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Ocultar los problemas es la mejor manera de construir grandes fracasos. Y en esa torpeza no hay grieta: diferentes gobiernos han elegido silenciar los conflictos antes que ponerlos arriba de la mesa y conversarlos en voz alta hasta construir soluciones posibles. No perfectas sino posibles.

No conozco ninguna de las ventajas de esta doctrina avestruz, pero soy consciente de las consecuencias que origina en la sociedad. Un ejemplo concreto: el derrame de petróleo que se produjo el pasado viernes 19 en Vaca Muerta.

Según denunciaron los trabajadores y técnicos, se trató de "un derrame descontrolado de petróleo y lodo" que duró 36 horas, porque no podían encontrar la forma de pararlo. Sucedió en un pozo que se explota con fracking, una técnica polémica, denunciada en varios países del mundo y con variados argumentos, y que en nuestro país no tuvo siquiera una instancia pública de debate.

Idéntica falta de información y de hermetismo rodean toda la actividad de Vaca Muerta, lo cual impide que se conozca fehacientemente la cantidad real de accidentes, derrames y explosiones que se producen. Tampoco hay acceso público a estudios de impacto ambiental, lo cual hace más notable las denuncias que aseguran que nunca se realizaron.

Sin embargo, el peor dato que rodea a este desastre es que el silencio fue el pecado original que selló la suerte del mayor activo energético de la Argentina: los acuerdos para la explotación de Vaca Muerta entre YPF y Chevrón fueron secretos.

Terminar con esta práctica de ocultar las consecuencias que origina la impunidad con la actúan ciertos funcionarios de gobierno, que negocian bienes comunes y que pertenecen a toda la sociedad como si no tuviesen que rendir cuentas a nadie, implica que las y los políticos estemos atentos a cada funcionario avestruz y lo señalemos. No es una tarea ni exclusiva de los medios ni es responsabilidad de la sociedad: es nuestra.

Preguntar qué pasó en Vaca Muerta, entonces, significa devolverle al avestruz, ese noble bicho, el lugar que le corresponde: es un mito que esconde la cabeza porque es cobarde. Lo hace para buscar más profundo aquello que necesita para sobrevivir. Aprendamos eso.

La autora es diputada nacional, SOMOS.

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