La retórica del presidente Donald Trump contra la Organización Mundial del Comercio (OMC), los Acuerdos de Libre Comercio y la imposición de tarifas adicionales fue interpretada como la vuelta al proteccionismo y el final de la globalización. La utilización de la sección 232 del Acta de Comercio de 1962 que permite al presidente elevar aranceles sin la aprobación del Congreso por motivos de seguridad fortaleció la imagen proteccionista. En estos dos años, los Estados Unidos redoblaron sus críticas a la OMC y otros organismos multilaterales para embarcarse en negociaciones bilaterales donde ejercen su poder económico.
En ese lapso, el presidente Trump renegoció y firmó tres acuerdos de libre comercio: México, Canadá y Corea del Sur, igualando a los acuerdos concluidos por el presidente Barack Obama en 2011 con Colombia, Panamá y el ahora renegociado con Corea. El inicio enfrentó a las partes con posiciones rígidas incluyendo referencias a la construcción del muro en la frontera con México. Con el correr de los meses y a pesar de las descalificaciones, hubo flexibilidad y entendimiento de la importancia de los intereses creados durante la vigencia de los acuerdos. La delegación de México incluyó un representante del equipo del presidente electo Manuel López Obrador para garantizar el respaldo del próximo gobierno.
El comercio entre los tres países reunidos en el USMCA, nueva denominación del NAFTA, totaliza 1288 mil millones y Estados Unidos-Corea, 145 mil millones de dólares. Las cantidades muestran la eficiencia para cerrar los acuerdos si se compara con otras negociaciones. El USTR solicitará al Congreso autorización para iniciar negociaciones con Japón, Reino Unidos y Unión Europea que representan 825.668 millones.
La Unión Europea concluyó este año el Acuerdo de Asociación Económica con Japón y el Acuerdo de Comercio e Inversiones con Singapur, e inició las negociaciones con Nueva Zelanda y Australia. Estos dos países son miembros del Acuerdo Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP). En abril la Unión Europea cerró la revisión del acuerdo con México y en septiembre se cumplió un año del Acuerdo Integral Económico (CETA) y Comercio con Canadá. En este contexto, resulta difícil entender la reticencia de la Unión Europea de concluir las negociaciones con el Mercosur que llevan 18 años. Las exportaciones y las importaciones del Mercosur representan el 0,9% y 0,8% del total de la Unión Europea.
Las negociaciones bilaterales han tomado un nuevo impulso. El objetivo del presidente Trump es mejorar el acceso para las empresas norteamericanas sin necesidad de extender concesiones a otros países con base en la cláusula de nación más favorecida, y en especial a China. El "comercio justo" significa condiciones de acceso equivalentes y evitar la relocalización de inversiones para sortear los aranceles de importación. La amenaza de elevar los aranceles para los autos europeos forzó a Alemania a reconsiderar su política de protección y acceder a una negociación donde los aranceles de ese sector terminarán iguales. La paridad no corregirá los desequilibrios de la balanza comercial que dependen de variables macroeconómicas pero acentuará la competencia.
China representa la otra visión. El premier chino, Li Keqiang, sostuvo en Bruselas que los países deben ampliar el multilateralismo para promover una división del trabajo inclusivo y equilibrado que tome en cuenta los intereses de los países en desarrollo. El premier Li efectuó un llamado para promover el crecimiento económico global y reducir la brecha norte-sur. En respuesta a las posiciones de la UE, Estados Unidos y Japón recordó que China es aún un país en desarrollo con un progreso insuficiente y desequilibrado.
La preferencia por las negociaciones bilaterales menoscaba los esfuerzos del Mercosur para abrir su economía porque tanto la Unión Europea como los Estados Unidos son exportadores agroindustriales. En las negociaciones el Mercosur debería al menos empatar las concesiones otorgadas por México, Canadá, Corea, Japón y las que eventualmente obtengan Nueva Zelanda y Australia para no perder acceso a esos mercados; mejorar las condiciones pareciera difícil. La política de negociaciones bilaterales siempre ha beneficiado a los países con mayor potencial económico, no dejando muchas alternativas a los países de menor desarrollo.
El autor es diplomático.