Los accidentes viales son considerados una epidemia por la Organización Mundial de la Salud, ya que cada año mueren cerca de 1,3 millones de personas en las carreteras del mundo entero, y entre 20 y 50 millones padecen traumatismos no mortales. Esto es remediable, considerando que el factor humano es el responsable del 90% de estos accidentes y, a su vez, las probabilidades de que estos ocurran están potenciadas por desperfectos en las calzadas y autovías.
Nuestro país no es ajeno a esta realidad y, principalmente, las conductas al volante son preocupantes: la mitad de los argentinos no usa el cinturón de seguridad mientras maneja, cuatro de cada diez motociclistas no llevan casco y el 18% de los conductores utiliza algún medio de comunicación prohibido a la hora de conducir. Las consecuencias de este panorama se plasman en el hecho de que 15 personas mueren por día, y otras decenas de miles resultan heridas.
Si bien desde el 2016 hasta el 2017 la cantidad de personas fallecidas por este motivo disminuyó un 3%, el año pasado ocurrieron un total de 5420 muertes. La provincia con mayor cantidad de fallecimientos por esta causa fue Buenos Aires, donde se contabilizaron 1302 defunciones, seguida por Córdoba y Santa Fe. Según datos elaborados por el Centro de Experimentación y Seguridad Vial (CESVI), el 89,5% de los incidentes se produjeron por una equivocación de los conductores; el 8,8% por fallas en el medio y el 1,6% por mal estado del vehículo, lo que demuestra que la gran mayoría se podría haber evitado.
El desarrollo de políticas públicas que reviertan esta problemática debe ser inmediato. En ese sentido, es un buen ejercicio observar las experiencias exitosas de otros países para descubrir nuestras oportunidades de mejora. Por ejemplo, Suecia logró erigirse como el país con menor tasa de fallecidos en accidentes de tránsito a partir de que en 1997 comenzó a abordar la seguridad vial con una mirada integral e intersectorial. Esta partió de la educación vial como una asignatura obligatoria en todos los niveles de enseñanza básica.
En la provincia de Buenos Aires hay muchos desafíos por delante. El camino a seguir debe partir de un cambio cultural que ponga entre sus prioridades la erradicación de los accidentes viales evitables. Así, el Estado y los organismos de control de las autovías deben identificar la razón de estos accidentes y, en consecuencia, proceder a realizar las modificaciones que sean necesarias, como aumentar la señalización, incorporar iluminación adecuada y mejorar el estado de las calzadas. En ese contexto, será fundamental la educación vial como un pilar trascendental en la formación de niños, jóvenes y adultos, entendiendo que solo mediante la concientización será posible eliminar hábitos que ponen en riesgo la vida de las personas.
Cumplir con el desafío de la Agenda 2030 de la ONU para reducir a la mitad el número de defunciones por siniestros viales solo será posible con el trabajo conjunto de las organizaciones, la comunidad, el sector académico y un Estado promotor del cambio cultural y la seguridad de su población.
El autor es legislador por la provincia de Buenos Aires.