Macri contra Moyano: secretos de una guerra que apenas comienza

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En pie de guerra… Hugo
En pie de guerra… Hugo Moyano (Foto: NA)

El sábado 11 de febrero del 2012, el campeón mundial de peso liviano, Luis Lazarte, defendía su título contra el filipino Johnriel Casimero en el club Once Unidos de Mar del Plata. Lazarte era ya un hombre de 40 años, que había sido recolector de residuos y, gracias a eso, recibido el respaldo del sindicato de Camioneros. Esa noche no le fue bien. El filipino era más joven y lo bailó. El fallo del jurado fue unánime: Lazarte había sido derrotado. En el momento en que la decisión fue anunciada, empezaron a volar las sillas. Luego, unos veinte grandotes con pecheras de Camioneros subieron el ring y desfiguraron al nuevo campeón y a sus sparrings. Todo fue filmado por las cámaras de televisión que estaban ahí por un evento deportivo.

En ese entonces, Hugo Moyano aún soñaba con ser el presidente que sucediera a Cristina Fernández de Kirchner. Cuando vio lo que ocurría, Facundo, su hijo de mejores modales, bromeó con sus amigos: "Somos incorregibles. Hay que aceptarlo. Papá nunca va a ser presidente".

Uno de los rasgos de personalidad más destacados de Hugo Moyano es precisamente ese: la franqueza. Nunca disimula lo que es. Eso se manifestó en estos días, luego de que un fiscal pidiera la detención de su hijo Pablo. En tiempos en los que las relaciones entre los sexos han cambiado tanto, Hugo Moyano acusó a Elisa Carrió, por ejemplo, de haber practicado sexo oral a alguien abajo de un escritorio. "La señora Lilita es de la CIA. Yo lo sé y lo digo. Si ellos atacan a mi familia, yo los ataco a ellos. Mi mujer debajo de un escritorio nunca hizo lo que puede haber hecho otra mujer". Y a Luis Majul lo tildó de "mariposón". Y convocó a "erradicar" al Gobierno, al que calificó de "gorila, con perdón de los animales".

En el fragor de la batalla, Moyano convocó a una gesta para recibir a su hijo Pablo en el aeropuerto de Ezeiza. Pablo llegaba desde Singapur, donde se había sacado una foto con el hijo de Jimmy Hoffa, el célebre fundador del sindicato de camioneros norteamericano. En dos populares películas, Hoffa fue retratado como un trabajador que empezó de abajo, se transformó en un gran líder sindical pero luego murió asesinado en una guerra de mafias. En una película, Hoffa fue interpretado por Sylvester Stallone, en la que tal vez fue su actuación más talentosa, y también la menos popular. En la otra, quien hizo de Hoffa fue el siempre genial Jack Nicholson. En el final de la semana, el Jimmy Hoffa argentino movilizó a sus afiliados hasta la basílica de Luján, donde recibió el apoyo de la Iglesia, que este año logró un triunfo histórico en su batalla por impedir la legalización del aborto.

El pedido de detención de Pablo Moyano reavivó como nunca antes la cada vez más violenta guerra entre su padre y el presidente Mauricio Macri. En ese conflicto hay dos discursos contrapropuestos. Macri sostiene que se trata de una batalla central en la lucha contra "las mafias" que han gobernado el país antes de su llegada al poder. Moyano postula que, en realidad, las ofensivas en su contra obedecen al intento de avasallar los derechos de los trabajadores. Espíritus ingenuos creen a pie juntillas lo que dicen uno o el otro. Tal vez sería criterioso para ellos contemplar la posibilidad de que se trate de una película sin buenos y que cada uno de los contendientes, efectivamente, tenga los rasgos que su enemigo le atribuye.

Como tantas otras veces, el poderoso Hugo Moyano se salió con la suya: su hijo Pablo no fue detenido. La Justicia argentina podrá avanzar contra el Pata Medina o contra el Caballo Suárez. Podrá procesar a Paolo Rocca, a Mauricio Macri, a Alfredo Coto o a Cristina Kirchner. Podrá detener a Diego Maradona o a Ernestina Herrera de Noble. Si el poder es impunidad, como decía Alfredo Yabrán, Moyano ha demostrado que en ese juego nadie le gana. Tal vez sea, además, el único personaje público cuyos comentarios sexistas, homofóbicos o golpistas no generan reacciones airadas.

Sin embargo, como Moyano seguramente lo sabe, esta es una guerra que recién comienza. En el otro lado del ring, no solo lo espera Macri sino también la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. En el 2015, Vidal llegó a la gobernación gracias a que su contendiente era Aníbal Fernández. En el 2017, su candidato le ganó a Cristina gracias a que, en medio de la campaña, Mariu desplegaba su estrategia de "lucha contra las mafias" y la bonaerense detenía a los jefes de la feria La Salada y a sindicalistas como el Pata Medina. En el 2019 será de nuevo candidata a gobernadora o, tal vez, a presidente de la nación: ningún enemigo será tan funcional a esa carrera como el sincero Hugo Moyano, y su verborrágico descendiente.

Hugo y Pablo Moyano tuvieron
Hugo y Pablo Moyano tuvieron su propio Ezeiza esta semana (Foto: NA)

En esta pelea, varios elementos favorecen a Vidal y solo uno a Moyano, aunque este último quizá sea el que la defina. En cualquier encuesta, Vidal aparece como la dirigente más querida por los argentinos. Moyano, en cambio, bate récords de imagen negativa. Además, Moyano ofrece flancos por todos lados. La decisión de pedir la detención contra Pablo Moyano es controversial, porque ocurre en un momento muy prematuro de la causa. Pero los vínculos del clan Moyano con Pablo "Bebote" Álvarez, el detenido jefe de la barra brava de Independiente, han sido muy evidentes y obscenos.

Cuando llegó a la presidencia de Independiente, Moyano le levantó a Álvarez la prohibición de acceder al estadio. En el primer partido, junto al Bebote, en el paravalanchas, apareció el Polaco Petrov, el guardaespaldas de Hugo. Desde el cartel electrónico del estadio, se felicitó por el cumpleaños a Bebote. En los buenos tiempos, Bebote participaba de las cenas de gala del club y se llevaba los mejores premios. Álvarez fue también una pieza clave en el proceso que, comandado por los Moyano, debilitó y finalmente derrocó a su antecesor. En 2010, como parte de la organización kirchnerista Hinchadas Unidas Argentinas, Bebote viajó al mundial de Sudáfrica. El diario La Nación lo descubrió en un safari junto con 25 amigos: uno de ellos era Facundo, el otro hijo de Hugo. En la causa por la que están detenidos Bebote y Petrov, se investiga el origen de miles de entradas libres que recibía y revendía la barra. La empresa que las emitía se llama Integraciones SA. Su gerente es también el gerente del Hotel de Camioneros en Mar del Plata.

La ofensiva del gobierno bonaerense contra las barras bravas no empezó en Independiente. Desde que asumió Vidal, las cosas cambiaron mucho para los barras. Además de Bebote, están entre rejas los líderes de las barras de Banfield, Temperley, Tristán Suárez, Deportivo Laferrere, entre otros. En los últimos años, gracias a este trabajo, dejó de morir gente en los estadios. La mayoría de los detenidos estaban vinculados al narcotráfico y eran protegidos por los municipios de la zona. Como se cansó de documentar el periodista Gustavo Grabia, si los barrabravas podían controlar barrios, distribuir droga o apretar jueces era porque gozaban de la protección de políticos, sindicalistas, policías y dirigentes del fútbol. Los Moyano formaron parte de ese dispositivo.

El líder camionero podría argumentar que la pasión de Cambiemos por erradicar a las barras tiene un límite muy claro: el Boca Juniors de Daniel Angelici. Ahí no hay juez ni fiscal ni policía que husmee. Sin embargo, no lo hace por una sencilla razón: Angelici es su socio en la AFA. Tal vez ese vínculo demuestre que, pese a la virulencia, la sociedad entre Macri y Moyano no esté completamente rota. Hay otro caso donde el gobierno bonaerense no se mete: la barrabrava de Lanús, que le responde al intendente de Cambiemos, Néstor Grindetti, un hombre de la intimidad del Presidente.

El escándalo de esta semana parece, de todos modos, planeado por los equipos de Macri y Vidal. El fiscal Scalera es un paracaidista en la causa. La fiscal que, antes que él, realizó el trabajo más serio se llama Viviana Giorgi. A principios de año fue desplazada de la causa porque, justamente, no aceptaba ninguna sugerencia que proviniera de la ciudad de La Plata. El pedido de Scaloni no consiguió que Pablo terminara preso pero sí produjo un efecto político. Hugo reaccionó con la espontaneidad de siempre: el monstruo salió de la cueva. Exactamente lo que necesitaban Macri y Vidal para su nueva campaña.

En el corto plazo, Moyano es un enemigo perfecto. Pero, ¿y en el largo plazo?

En la intimidad, Hugo siempre dice: "Menem vino contra mí. Hasta me plantaron cocaína. ¿Y? ¿Dónde está Menem ahora? ¿Dónde estoy yo? Después me atacó Cristina. Yo les hacía paro y La Cámpora se ponía remeras que decían 'Yo no paro'. ¿Y? ¿Dónde está Cristina ahora? ¿Dónde estoy yo? Ahora vienen con todo los gorilas de Cambiemos. ¿Quieren apostar cómo termina esto? ¿O se creen que con ganar una elección alcanza?".

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