Nuestra escuela primaria es obligatoria desde la sanción de la ley 1420 en el año 1884. Desde ese año hasta el año 2003 la cantidad de niños que acudía a las escuelas estatales fue creciendo año a año, si bien también, al mismo tiempo, crecía la matrícula privada, pero lo importante es recordar que nunca se había reducido la matrícula estatal en el nivel primario.
Pero desde ya varios años está ocurriendo algo nuevo, ya que año a año desde el 2003 cada vez hay menos niños en las escuelas estatales y más en las privadas. Según las cifras publicadas por el Ministerio de Educación, en el año 2016 había en las escuelas primarias estatales 234 mil alumnos menos que en el año 2003, mientras que al mismo tiempo la matrícula privada crecía nada menos que un 34 por ciento.
La pregunta es si este éxodo se debe a una atracción creciente de las escuelas privadas o es consecuencia de un proceso de abandono por parte de muchas familias de las escuelas estatales, preocupadas por el futuro de sus hijos perjudicados por un calendario escolar repetidas veces incumplido.
Los discursos en defensa de la escuela pública son siempre elocuentes, pero es evidente que cerrar con mucha frecuencia las escuelas estatales, mientras las privadas están abiertas, no es la mejor manera de fortalecer las escuelas estatales.
Incumplir año tras año el calendario escolar mínimo de 180 días en las escuelas estatales es un fuerte incentivo al acelerado crecimiento de la matrícula privada, profundizando así la gran desigualdad en el nivel de conocimientos de los niños argentinos, según nos alertan los Operativos Aprender.