Septiembre es un mes en el que el ejercicio de la memoria nos sirve para poner en valor capítulos claves en torno al fortalecimiento de la democracia y sus instituciones. Por ejemplo, el pasado 15 de septiembre el mundo celebró un nuevo aniversario del Día Internacional de la Democracia, establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2007; y el próximo 23 del mismo mes nuestro país conmemora el Día Nacional de los Derechos Políticos de la Mujer en homenaje a la sanción de la ley 13010 del año 1947, que instauro el voto femenino hasta allí censurado.
Más allá de esporádicas afirmaciones disparatadas o expresiones nostálgicas sobre otras formas de administración que interrumpieron recurrentemente el funcionamiento de la República, casi nadie duda en nuestro país de que la democracia no debe alterarse. Por el contrario, hemos sabido asegurar sólidos consensos con relación al valor y al respeto que la mayoría tenemos sobre este sistema de gobierno, encarnado en la voluntad popular. Este principio nos une a todos, nos identifica y nos proyecta sobre la base de conflictos y tensiones que se resuelven inequívocamente en el marco institucional y democrático que se ha transformado en un símbolo, un centro al que todos concurrimos, de los pocos resortes solventados por mayorías después de tres décadas de ejercicio ininterrumpido.
Como bien define Naciones Unidas, la democracia es tanto un proceso como una meta, y sólo con la plena participación y el apoyo de la comunidad internacional, los organismos nacionales, la sociedad civil y los individuos puede el ideal de democracia tornarse en realidad para ser disfrutado por todos, en todos lados.
El próximo 27 de septiembre, representando al Estado argentino, estaremos en Ginebra ante el Comité sobre los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, dando cuenta sobre las políticas públicas que se llevan a cabo en la materia, y lo haremos con el convencimiento de la importancia de la relación abierta con el mundo que debemos tener, seguros de las respuestas que habremos de dar y, fundamentalmente, porque entendemos el valor del nexo entre democracia y derechos humanos, que figura en la declaración Universal de los Derechos Humanos.
Estamos cerca de cumplir 35 años de democracia sin cesar. Es cierto que todavía no se han resuelto múltiples problemas que afectan la vida de la gente. Son defectos del sistema que se arrastran desde hace décadas. Pero también los argentinos acordamos que nunca más queremos violencia política ni gobiernos autoritarios. Vamos madurando hacia un horizonte de goce pleno de derechos, en el marco de una convivencia pacífica, armoniosa y con todas las libertades garantizadas.
El país que soñamos consiste en más república, en más instituciones y más democracia. Y ese destino se sustenta en trabajar juntos para reconocer derechos, en una agenda ampliada, federal, que llegue a todos los rincones de la nación, para estar cerca de los ciudadanos y avanzar definitivamente en el sendero del desarrollo y la integración. En el decir de Nelson Mandela, de quien en noviembre conmemoraremos los 100 años de su nacimiento, "el futuro de una Nación es tan prometedor como la próxima generación de ciudadanos".