Ninguno de los comentarios que he escuchado o leído en los medios alrededor de las declaraciones de Larry Kudlow, director del Consejo Económico Nacional del gobierno del presidente Donald Trump, acierta en diferenciar los conceptos de convertibilidad, dolarización y tipo de cambio fijo. Si el gobierno del presidente Mauricio Macri fuera capaz de hacer esta distinción, descubriría que puede aprovechar la opinión de Kudlow, que, estoy seguro, describe lo que piensa la mayoría de los economistas a los que presta atención Trump.
Solo voy a insistir aquí que en un país que por haber sufrido décadas de inflación, estanflación e hiperinflación, se ha transformado de hecho en una economía bimonetaria, convertibilidad es permitir que la gente pueda elegir libremente la moneda con la que quiere llevar a cabo todo tipo de transacciones, incluida la intermediación financiera a través de los bancos.
No voy a explayarme sobre estos temas en una comunicación a través de los medios de difusión, porque no veo que el clima en el que en ellos se discute permita clarificar ideas. Invito a quienes quieran realmente entender qué es la convertibilidad, y eviten confundirla con la dolarización y el tipo de cambio fijo, que lean con cuidado mi libro Camino a la Estabilidad, publicado en mayo de 2014. Para alentar esta lectura, me permito transcribir aquí el epílogo de ese libro.
"Epílogo
A fines de marzo de 2014, cuando estoy terminando de escribir este libro en la ciudad de Cambridge y he podido seguir desde acá la visita a Estados Unidos de Daniel Scioli, Mauricio Macri, Sergio Massa y un grupo grande de políticos que participaron en un seminario en la Universidad de Harvard, incluidos Ernesto Sanz y Juan Manuel Urtubey, no me caben dudas de que el nuevo gobierno, cualquiera sea su signo político, va a producir un giro importante en la política exterior de Argentina. La virtual alianza ideológica de los gobiernos de los Kirchner con el régimen venezolano y el denominado socialismo del siglo XXI desaparecerá y Argentina retomará la línea de política exterior de los gobiernos de Menem y De la Rúa.
Será muy importante que Argentina, que en 1998 consiguió ser incluida en el G-20, aproveche esa pertenencia para demostrar que está dispuesta a respetar las reglas de juego que emergen de los tratados internacionales que el país firmó y ratificó, y a apoyar un creciente proceso de integración global en el que prevalezca la paz y todas las naciones puedan avanzar hacia el mejoramiento de la calidad de vida de sus pueblos.
Será también muy importante todo lo que un nuevo gobierno pueda hacer de inicio para normalizar nuestras relaciones con los países del Mercosur, con los países miembros de la Alianza del Pacífico, con Estados Unidos, Japón y los países de Europa, en particular Alemania, España e Italia, también con Gran Bretaña, Canadá y Australia y, por supuesto con China, India y el resto de los países emergentes de Asia que se están constituyendo en los motores de la economía mundial.
La normalización de las relaciones con los organismos financieros internacionales habrá probablemente comenzado durante la etapa final del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, pero va a ser facilitada por un discurso más serio y coherente del nuevo gobierno.
Todo este giro será muy importante, pero de por sí no asegurará el éxito del futuro Gobierno. La clave de ese éxito estará en el cambio que el nuevo gobierno produzca en la organización económica y social, y en sí será capaz de derrotar a la inflación desde el inicio mismo de su gestión.
A esta altura, sobre el tema de la conquista de la estabilidad, solo me resta resumir lo que la historia de la inflación y de los planes de estabilización nos pueden decir sobre la estrategia que decida aplicar el gobierno que asuma el 10 de diciembre de 2015.
Si la estrategia incluye una política de estabilización que comience con una reforma monetaria que ponga al peso en competencia con el dólar y logre estabilizarlo sin que las tasas reales de interés sean demasiado elevadas, el nuevo gobierno acrecentará su poder político y contará con apoyo popular como para implementar buenas soluciones a los otros problemas económicos heredados.
Los resultados finales dependerán de cómo aproveche su poder político y apoyo popular para avanzar con las reformas capaces de reinsertar a Argentina en el mundo, reducir el gasto público, eliminar impuestos distorsivos y cerrar el déficit fiscal, recuperar el crédito público interno y externo, conseguir inversiones eficientes, aumentar la productividad y crear empleos de alta calidad.
Si el plan de estabilización con reforma monetaria inicial tiene éxito en reducir la inflación, pero el gobierno no aprovecha el poder político reforzado y el apoyo popular para llevar a cabo las otras reformas estructurales indispensables, los resultados inicialmente favorables se pueden evaporar rápidamente y ocurrir algo parecido a lo que pasó en las postrimerías del Plan Austral.
Si, por el contrario, el éxito inicial del plan de estabilización con reforma monetaria que refuerza el poder político y aumenta el apoyo popular es aprovechado para llevar a cabo aquellas reformas, tendrá asegurado un éxito duradero.
El carácter más flexible pero igualmente estable del nuevo sistema monetario en comparación con el régimen de convertibilidad con tipo de cambio fijo (o su equivalente, la dolarización completa), junto a los esfuerzos que se hagan para evitar los errores de los 90 (que detallé al describir la historia de la inflación en Argentina), permitirá que se obtengan éxitos iniciales como los que se consiguieron en aquella década, sin arriesgar una crisis deflacionaria como la del período 1999-2002.
Si no introduce un gran cambio en la organización económica de la Argentina y continúa con las políticas del gobierno de Cristina Kirchner, es probable que, antes de las elecciones de 2019, la gente comience a temer una explosión inflacionaria. Con semejantes resultados el nuevo gobierno perderá esas elecciones y, ya con un poder muy debilitado, una hiperinflación no quedará fuera del horizonte. Por supuesto, en esos escenarios el nuevo gobierno no logrará resolver ninguno de los muchos problemas que habrá heredado de la gestión de Cristina Kirchner.
Algo parecido le ocurrirá si, aun anunciando un giro importante en la organización económica, decide no llevar a cabo una reforma monetaria que quiebre de cuajo la inercia inflacionaria y aplica una política monetarista de estabilización basada en muy altas tasas reales de interés. Estará reeditando los resultados de la política de estabilización del gobierno militar en el período 1977-1980. Perderá el poder político y la posibilidad de resolver la mayoría de los problemas heredados de la gestión anterior.
Es cierto que la historia no se repite, pero sería necio que al pensar el futuro no prestemos atención a lo mucho que nuestra historia tiene para ayudarnos a encontrar los rumbos adecuados y evitar los errores que provocaron pasadas frustraciones.
Cuando decidí escribir este libro, me propuse trasmitir mi interpretación de la historia de la inflación y aplicarlo a pensar cuál debería ser la estrategia de un futuro gobierno que quiera resolver los problemas más graves de nuestra economía… y pueda lograrlo. El lector que llegue hasta aquí con su lectura podrá juzgar si conseguí lo que me propuse. Si se siente frustrado, le pido disculpas".