Haciendo memoria recuerdo que cuando, a fines de la década del treinta del siglo pasado, ingresaba a la escuela primaria pública de la calle Humberto I y General Urquiza, nuestro país se contaba entre las naciones con mayor desarrollo de su sistema educativo, y con los índices de analfabetismo más bajos de toda América Latina.
Pasaron los años y ya estamos en este complejo y competitivo siglo XXI, bien denominado como el siglo de la ciencia y la tecnología, donde es evidente que potenciar el desarrollo económico y social de las naciones dependerá de la extensión y la calidad de su sistema educativo, particularmente en el nivel superior, integrado por las universidades y las instituciones terciarias.
En el mundo avanza firmemente la cobertura del nivel terciario educativo. En los países miembros de la OCDE se viene registrando un sostenido incremento en la graduación de los jóvenes en carreras universitarias o técnicas de nivel terciario superior. Hacia 2007 apenas 34% de la población entre 25 y 34 años de edad había completado estos estudios terciarios, mientras que en el año pasado, según acaba de informar la OCDE, este porcentaje registra un importante aumento, ya que se ubica en el 44% de esta población.
Corea es el país con la más alta graduación (70%), es decir, nada menos que 7 de cada 10 de estos jóvenes han concluido los estudios terciarios. En segundo lugar aparecen Canadá (61%) y Japón (60%).
En América Latina los índices de graduación son muy inferiores. En primer lugar se ubica Chile, que encabeza esta lista con 30% de graduación. Luego siguen México, Colombia y Costa Rica, que registran una graduación del 28 por ciento. Lo que no podemos dejar de tener presente es que nuestra realidad educativa es realmente preocupante, ya que apenas 18 de cada 100 jóvenes completan en nuestro país el ciclo superior terciario.
Estamos perdiendo el tren educativo del siglo XXI, no solo cuando vemos lo que está ocurriendo en el mundo de las naciones desarrolladas, sino también en las naciones de América Latina. Es hora de enfrentar este desafío. Sin educación superior inclusiva y de calidad el tren del siglo XXI nos dejará de lado en este difícil y competitivo mundo.