El creciente vertido de residuos plásticos en los océanos se ha convertido en un problema de la agenda global que alcanza una dimensión casi tan importante como la del cambio climático. Tal es así que el pasado 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, fue el tema elegido por Naciones Unidas para su conmemoración, y hasta se ha colado en la agenda de la próxima reunión del G-20 en la Argentina.
Si bien cada acción local tiene impactos más allá de las fronteras políticas, al igual que la atmósfera, los océanos son un bien común de todos los habitantes del mundo. He aquí el desafío para enfrentar este problema creciente, cómo actuar localmente para que nuestra acción impacte de manera global y cómo organizar a las naciones para avanzar en un mismo objetivo.
En un reciente estudio publicado por Science Advances, la Universidad de California muestra que del volumen total histórico del plástico producido mundialmente, el 76% hoy es residuo. De estos, el 79% se encuentra en vertederos (rellenos o basurales) o disperso en el entorno natural. De acuerdo con el estudio "Plastic waste inputs from land into the ocean" publicado en la revista Science en 2015, cada año se vierten al mar ocho millones de toneladas de plásticos. Por su parte, la consultora Eunomia, en su informe Plastics in the Marine Environment de 2016, advierte que más del 80% de la contribución anual proviene de fuentes terrestres, y que el principal contribuyente es la basura de plásticos más grandes, lo que incluye artículos de uso diario, como botellas para bebidas y otros tipos de envases de plástico para embalaje. Las emisiones microplásticas también tienen un papel importante, y el resto proviene de actividades de pesca.
El 94% del plástico que ingresa al océano termina en el fondo del mar, por lo que no es visible. En promedio, se estima que hay 70 kilos de plástico en cada kilómetro cuadrado del fondo marino y que apenas el 1% se encuentra flotando en o cerca de la superficie del océano.
Según la investigación publicada en Science anteriormente citada, la Argentina se encuentra entre los 30 primeros países (de los 192 encuestados) que más plásticos vierten al océano, constituyendo así un foco de contaminación más que significativo en el Atlántico sur y el resto del planeta. Cabe destacarse que no solo las regiones costeras son responsables de que los residuos lleguen al mar, la mala gestión en las cuencas también contribuye a esta crisis.
De acuerdo con el artículo Contaminación con residuos plásticos en el Río de la Plata, de Diego Albareda, publicado en 2018 por la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), se han encontrado restos de residuos plásticos en delfines franciscanas capturados en pesquerías artesanales del norte de la costa bonaerense, en tortugas marinas en la Bahía Samborombón y en lobos marinos encontrados muertos en las playas de Argentina y del sur de Brasil.
Por otro lado, según el citado estudio de Eunomia, del total de plásticos arrojados al océano cada año a nivel mundial, 35 mil toneladas corresponden a microperlas o microesferas de plástico contenidas en productos de cosmética e higiene personal. Estas microesferas se encuentran en jabones faciales y corporales, cremas exfoliantes e incluso pastas dentales. Diversos estudios han comprobado que diferentes especies de peces que los humanos consumimos como alimento están ingiriendo partículas de microplástico y que las toxinas absorbidas en esos plásticos se transfieren al tejido del pez.
La presencia de microplásticos en varias especies de peces en el Río de la Plata es un hallazgo muy reciente. Un estudio realizado en 2017 y publicado en la revista Marine Pollution Bulletin, en el que se analizó el contenido intestinal de 87 peces, pertenecientes a 11 especies diferentes y correspondientes a 4 hábitats distintos de alimentación, realizado en 6 sitios comprendidos entre las localidades de La Plata y Berisso, se comprobó el hallazgo de microplásticos en el 100% de los peces muestreados.
Debe destacarse que las microperlas de plástico absorben contaminantes orgánicos persistentes (químicos tóxicos de larga duración como pesticidas, retardantes de llama, aceite de motor, por ejemplo) y otros químicos industriales que ingresan de esta forma a la cadena alimenticia cuando las perlas recubiertas con tóxicos son consumidas por peces y otros organismos marinos.
Claramente, el problema de la gestión de los residuos es una cuestión de las administraciones locales, como los municipios, que hoy, por el volumen alcanzado y los nulos o malos sistemas implementados, tiene un impacto global. Pero no podemos perder de vista que la generación de residuos tiene que ver también, y de manera directa, con la producción de mercancías. No es posible encarar el problema del descarte de materiales sin mirar el ciclo competo de los productos.
En la Argentina hace más de veinte años que no se ha podido sancionar una ley que regule la producción y la gestión de los residuos de envases y embalajes plásticos, ya sea por intereses específicos o por un desinterés general. Tampoco se ha legislado en materia de microplásticos. Debemos ser conscientes de que la presencia de este tipo de residuos en los ecosistemas marinos es alarmante y ya genera impactos, no tenemos margen para esperar 20 años.
El autor es diputado nacional (Cambiemos).