La nueva escalada del dólar que tuvo lugar el miércoles y el jueves de esta semana, volvió a instalar la incertidumbre en el corazón del escenario político y económico argentino. Más allá de la desconfianza de los mercados y las críticas opositoras al manejo de la economía -factores constantes desde el estallido de la corrida cambiaria el pasado mes de abril-, lo novedoso en términos políticos fue el recrudecimiento del "fuego amigo".
En el contexto de lo que probablemente fueron las jornadas más críticas del actual gobierno, actores relevantes de Cambiemos no sólo manifestaron sus diagnósticos respecto a la crisis, sino que no se privaron de asignar responsabilidades y explicitar propuestas de cambio.
El escenario de este nuevo capítulo se completa con la reaparición de algunas figuras que concentran la potencialidad de unir a gran parte del espectro del peronismo para enfrentar al oficialismo en las elecciones presidenciales del próximo año.
Gobernar y comunicar
Gobernar es, cada vez más, comunicar. Ya no es suficiente con la legalidad ni la legitimidad de origen que otorgan las elecciones, sino que es necesario construirlas día a día. Para ello, los gobiernos necesitan imperiosamente construir mayorías cotidianas, reafirmando sus apoyos electorales de forma constante, como si estuvieran inmersos en una suerte de "campaña permanente". De allí la importancia que tiene hoy la comunicación para construir esos consensos tan necesarios para un buen gobierno.
Sin embargo, la comunicación no sustituye en modo alguno a la política, herramienta por excelencia para la transformación social. Creer que un mal gobierno puede ser de alguna manera "camuflado" por una buena estrategia de comunicación política, es pensar tardíamente en la herramienta de la comunicación como una suerte de remedio ante el fracaso de la política.
Por ello, cuando algunos medios y sectores políticos -incluso el propio oficialismo- insinúan que los problemas del gobierno radican en gran medida en la comunicación, se comete un grave error: no existe un mal gobierno que comunique bien, ni un buen gobierno que comunique mal.
Así las cosas, en medio de una nueva semana de tensión por un dólar indómito que saltó de 30 a 40 pesos, el blanco predilecto del "fuego amigo" fue nuevamente el Jefe de Gabinete Marcos Peña, responsable máximo de la comunicación del gobierno nacional. Fue un lugar común atribuirle la responsabilidad por la nueva escalada del dólar al mensaje grabado del Presidente donde anticipa un nuevo acuerdo con el FMI y a las declaraciones del propio Peña en torno a que el gobierno "no está ante un fracaso económico".
Se trata, sin duda, de una tesitura que ignora a todas luces un hecho elemental de la realidad: la economía del país no es administrada por un equipo comunicacional, sino por el económico. Cabe aclarar que ninguno de los funcionarios que transitaron, desde 2015, las carteras relacionadas a la economía, pudo o supo cumplir las expectativas económicas generadas por el Presidente Mauricio Macri.
Desde Alfonso Prat Gay hasta Nicolás Dujovne, desde Federico Sturzenegger hasta Luis Caputo, pasando por los Cabrera, Melconián, Aranguren, Lopetegui o Quintana, los equipos económicos del gobierno nacional se caracterizaron por políticas erráticas que profundizaron los problemas heredados y generaron otros nuevos: del gradualismo al ajuste, de la heterodoxia a la ortodoxia. No sólo no se logró contener la inflación, sino que se retrajo fuertemente el salario, el consumo y la actividad económica llevando al país al borde de una situación de "estanflación". En el medio, un rosario de promesas incumplidas: el "segundo semestre", los "brotes verdes", la "vuelta al mundo", la "lluvia de inversiones", la "pobreza cero".
En definitiva, la crisis no es comunicacional, sino política y económica. En este sentido, convertir a Marcos Peña en el potencial fusible de la crisis, sería persistir en el error de "matar al mensajero".
"Fuego amigo" y escenario electoral
Las desavenencias afloraron al calor de la tensión generada por la nueva escalada de la divisa estadounidense. Si bien es cierto que no es la primera vez que trascienden divergencias al interior de la coalición oficialista, esta vez involucraron a actores del más alto nivel.
No deja de llamar la atención, en este sentido, las diferencias en el accionar de los dos principales arietes del poder territorial de Cambiemos, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, que hasta entonces parecían casi hermanados en su accionar político.
El Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires pareció abandonar el prudente silencio de los primeros días de la semana, para mostrarse junto al Jefe de Gabinete en la edición 2018 del Council of América. Para quienes creen que las fotos son importantes, Rodríguez Larreta envió un claro mensaje sentándose junto al cuestionado Peña. Y, por si quedaba alguna duda, aclaró enfáticamente que, aun si Macri se lo pidiera, no estaría dispuesto a reemplazarlo en la jefatura de gabinete. Una declaración que no debería pasar desapercibida. Como suele ocurrir en el fútbol, muchos cambios solo ocurren si en el banco de suplentes hay buenos jugadores, y el Jefe de Gobierno porteño cuenta no sólo con su buena imagen de gestión, sino también con el antecedente de haber ejercido dicho cargo durante los dos mandatos del mismo Macri en la Ciudad.
Por el contrario, las declaraciones de María Eugenia Vidal parecieron alejarse de la actitud de Rodríguez Larreta. Tras las declaraciones del Jefe de Gabinete, la gobernadora sacudió las ya turbulentas aguas del oficialismo con su raid mediático del pasado miércoles. "Estamos ante una dificultad y no reconocerlo sería no entender a la gente", señaló a la mañana. A la noche, conocidos los resultados de la primera jornada de la nueva escalada cambiaria, pareció apuntarle directamente a Peña, aunque escudada con su tradicional tono autocrítico: "La soberbia es un error al que todos estamos expuestos, sobre todo aquellos que tenemos poder. Pero eso siempre se puede corregir y la manera más fácil de corregirlo es estando cerca de la gente".
Vidal pareció así priorizar no sólo el cuidado de su buena imagen provincial, sino fundamentalmente sus propias perspectivas políticas ante un inminente proceso electoral que no se presenta fácil para el oficialismo.
Si bien es entendible que ambos mandatarios procuren reducir el impacto de la crisis, Rodríguez Larreta parece estar convencido de que su destino depende de la suerte de Macri ¿Pensará lo mismo la gobernadora bonaerense?
Estrategias de campaña: de opositores a candidatos
El crítico escenario político-económico actual no sólo alimenta realineamientos al interior de la coalición oficialista, sino también en el amplio espectro en el que se mueve un peronismo que todavía busca erigir una candidatura competitiva de cara a 2019.
En este contexto, se destaca la reaparición en la escena política y la agenda de los medios del tándem Sergio Massa-Roberto Lavagna. No es novedad que el tigrense es uno de los principales actores posicionados para enfrentar a Macri en 2019, y que el ex Ministro de Economía de Duhalde y Kirchner es una referencia ineludible a la hora de aportar soluciones para los problemas económicos del país.
Sin embargo, esta vez Massa debería evitar la tentación de tomar el atajo que parecerían ofrecerle nuevamente algunos medios de comunicación, quienes deslizan la posibilidad de que "la ancha avenida del medio" lo posicione y consolide como candidato a la presidencia. Se trataría de una estrategia, cuanto menos, naif. Pensar en recrear un posicionamiento cercano a la idea de una "tercera vía", lejos de consagrarlo ganador, lo condenaría a quedar nuevamente a merced de la polarización y la intensidad que la "grieta" pueda alcanzar en los próximos diez meses.
Por el contrario, el camino que Massa -o cualquier otro candidato competitivo del peronismo- debería comenzar a recorrer, es el de sumar voluntades al interior del peronismo, pero entendiendo que el proceso de unidad no puede ser fruto de una discusión de espaldas a la sociedad.
Sin el peronismo no se puede, pero sólo con el peronismo no alcanza. Por ello, Massa deberá enfrentarse también el desafío de incorporar aportes de otros sectores, con el objeto no sólo de ampliar la base electoral con el aporte de figuras alejadas de los fracasos del presente y del pasado, sino, fundamentalmente, con el fin de construir una alternativa de cambio capaz de ofrecer soluciones concretas y creíbles a los problemas económicos del país, que abarcan desde la microeconomía a las grandes variables macroeconómicas.
El autor es Sociólogo y consultor político. Autor de "Gustar, ganar y gobernar" (Aguilar, 2017)