Esa eterna relación con Dios
Cuando el Santo Padre en la homilía que comentaré, dada en la misa en la Capilla de Santa Marta se refirió al tema, lo hizo en forma general, a su significado en relación a todos los destinatarios del mensaje, todos los hombres y mujeres. Hoy quiero circunscribirlo al campo de la política, o mejor dicho, de los altos funcionarios (magistrados, legisladores, miembros del ejecutivo de la nación, las provincias y municipalidades de cada república). -Juráis por Dios Nuestro Señor …. desempeñar con honor y patriotismo…el cargo….?
-Sí juro!
¿Qué significa pronunciar el nombre de Dios?
"Pronunciar el nombre de Dios quiere decir asumir su realidad, entrar en íntima relación con Él" (dijo el Papa). Como dice Laín "Los hombres han hablado siempre de Dios, "Querido Pan, y todos los dioses de este lugar, concededme que llegue a ser hermoso en mi interior" reza una imprecación de Sócrates en el Fedro platónico (279 bc), "Yahveh, atiende a mi justicia y escucha mi grito" pide el salmista (Salmo XVII) y "Padre nuestro…" dice una y otra vez el cristiano" (Teoría y realidad del otro, Alianza Universidad pag. 538). Rezan el Salah los musulmanes y en la espiritualidad de los pueblos originarios de América esta siempre presente la Divinidad.
Prosigue diciendo Francisco, pronunciar su nombre es entrar "en comunión con Dios, sin hipocresía, como los santos, cuyo ejemplo de vida toca el corazón de todos y hace más creíble el anuncio de la Iglesia".
"Pronunciar el nombre de Dios quiere decir asumir su realidad, entrar en íntima relación con él" porque "El nombre señala la verdad íntima de las cosas y de las personas" (Papa Francisco, op. cit.) Entendemos que cuando digo "Juro por Dios" significo "Prometo solemnemente desde mi íntima relación con Dios con quien estoy re-ligado, en Él y dejándome llevar por Él, en mi misión, ser leal a mis deberes ético-religiosos y de la ley positiva".
La expresión del mandato "No pronunciarás" -dice el Papa -traduce lo que literalmente significa, en hebreo como en griego, "No tomarás sobre ti, no te harás cargo" (de su nombre). Y la expresión "en vano" que completa el mandamiento, claramente significa: "sin carga, en vano", lo que se refiere a "un sobre vacío, a una forma sin contenido. Es la característica de la hipocresía, del formalismo y la mentira" (op. cit. Papa Francisco).
Cuando el funcionario toma el nombre de Dios en vano
Volviendo al funcionario. Cuando por ejemplo repite la fórmula "Juro por Dios y por la Patria…" y después roba, manda a matar o deja a su prójimo sin tierra, techo o trabajo, o morir de hambre (contrariando los mandamientos y el mensaje del Evangelio (Lc 14, 15-24, Mc 6, 30-44) ha jurado por su nombre en vano, ofendió gravemente el nombre de Dios habiéndolo invocado para después demostrar, con sus actos, que era una mentira, una mera fórmula vacía. Ofende también al pueblo de Dios y al pueblo de la nación. Dirá, yo no dije nada de todo eso "borrando con el codo lo escrito con la mano". Pero, objetivamente, ha practicado lo que además de ser una ofensa a Dios, yo llamaría una "juramentación en vacío".
"Una invitación a vivir una relación con Dios, sin hipocresía"
El Papa Francisco se pregunta: "¿es posible asumir el nombre de Dios de manera hipócrita, como una formalidad, vacía?" (op. cit. Papa Francisco). Pregunta que para nuestro enfoque circunscripto a la política nosotros re-formulamos en estos términos: ¿es posible que los funcionarios pronuncien el nombre de Dios de manera hipócrita, con un "por Dios" meramente formal y vacuo? "La respuesta, señala el Obispo de Roma, es por desgracia, positiva: sí, es posible. Se puede vivir una falsa relación con Dios" (op. cit. Papa Francisco).
Dice el Papa: "Y esta Palabra del Decálogo (No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios (Ex 20,7) es precisamente la invitación a una relación con Dios sin hipocresía, una relación en la que nos encomendamos a Él con todo lo que somos" (op. cit. Papa Francisco) o no invocamos su nombre.
"Justamente –afirmó el Pontífice este miércoles 22– leemos la Palabra (No pronunciar en vano…) como una invitación a no ofender el nombre de Dios y a evitar usarla inapropiadamente". "El nombre de cada uno de nosotros está sobre los hombros de Cristo".
Pero a esta altura no podemos menos que preguntarnos "Porqué el nombre de cada uno de los funcionarios está sobre los hombros de Cristo" y deben cargar con el nombre de Él y "poner en sus corazones su amor"? El mandamiento se explica como un decir de Dios: "Tómame sobre ti porque yo te he tomado sobre mí!" (op. cit. Papa Francisco). Esto es aplicable también a los cristianos dedicados a la función pública?
Claro que sí y en mayor medida puesto que al asumir una función pública, es preciso saber medir la tensión que hay en cada una de sus decisiones, entre las consecuencias de las mismas (ética de la responsabilidad) y las propias convicciones (ética de la convicción). Y por eso mismo no pueden -menos aún si son cristianos -olvidar lo que nos dice la ética del Evangelio. El principio ético central -a diferencia de las Sagradas Escrituras -Jesús lo hizo simple.
Mateo nos cuenta, que cuando alguien le preguntó a Jesucristo: "Maestro, ¿cuál es el principal mandamiento de la Ley? Él le respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los profetas" (Mt. 22, 36-40).
Dios a la Vista
En la órbita de la Tierra hay parhelio y perihelio: un tiempo de máxima aproximación al Sol y un tiempo de máximo alejamiento. Un espectador astral que viese a la Tierra en el momento que huye del Sol pensaría que el planeta no había de volver nunca junto a él, sino que cada día, eviternamente, se alejaría más. Pero si espera un poco verá que la Tierra, imponiendo una suave inflexión a su vuelo, encorvará su ruta, volviendo pronto junto al Sol, como la paloma al palomar y el boomerang a la mano que lo lanzó. Algo parecido acontece en la órbita de la historia con la mente respecto a Dios. Hay épocas de odium dei, de gran fuga lejos de lo divino, en que esta enorme montaña de Dios llega casi a desaparecer del horizonte. Pero, al cabo, vienen sazones en que súbitamente, con la gracia intacta de una costa virgen, emerge a sotavento el acantilado de la divinidad. La hora de ahora es de este linaje, y procede gritar desde la cofa: ¡Dios a la vista! (José Ortega y Gasset, Rev. El Espectador, nov. 1916).
Volviendo a nuestras costas y a nuestra historia
Claro que, si en nuestra Argentina muchas veces los políticos negaron a Nuestro Señor Jesucristo y su doctrina cultivando el odium dei, no es menos cierto que desde distintas creencias religiosas, desde distintas filosofías y posturas frente al clero, grandes políticos fueron fieles al Segundo Mandamiento y a su juramento. No olvidemos que Leandro N. Alem e Hipólito Yrigoyen así como Juan Domingo Perón, fundadores de los dos grandes movimientos políticos de la Argentina del último siglo, derivaron sus doctrinas y buscaron la inspiración de sus decisiones en la ética del Evangelio. Los dos primeros del krausismo (corriente desarrollada por el filósofo cristiano evangelista alemán K. Ch. Fr. Krause) y este último del catolicismo. Perón deriva su documento fundacional en la teología católica y eran tales sus convicciones que según confiesa, antes de dirigirse al pueblo trabajador, desde la fe decía estas palabras: "Celestiales Poderes hablen por mi boca".