La escasez de agua dulce como recurso vital para la sobrevivencia humana y las consecuencias que de ello pueden derivar están relacionadas con el comportamiento de la evolución poblacional mundial.
En ese sentido, recordemos que hace un millón de años, durante el paleolítico inferior, se estima un total de 125 mil humanos habitando África. Más adelante, hace trescientos mil años, durante el paleolítico medio la población ascendió a un millón de habitantes ya ocupando además de África, Euroasia, y hace diez mil año cinco millones de humanos habitaban el globo terrestre. Estos datos nos dan una perspectiva de ese crecimiento poblacional de manera más o menos exponencial a nivel global.
Ahora ocupémonos de nuestro entorno, veamos la tendencia del crecimiento poblacional en América Latina y El Caribe. En la actualidad, la población total del continente americano y el Caribe es de 626 millones de habitantes.
Recientes proyecciones de las Naciones Unidas indican que la región para el año 2060 tendrá un crecimiento poblacional total de 787 millones de habitantes (Naciones Unidas, 2017). Eso significa que, entre 2017 y 2060, el conjunto de la población latinoamericana y del Caribe se incrementará aproximadamente en un 22 por ciento. Centroamérica es la subregión que más crecerá (incluido México), cuya población aumentará un 35% hasta 2067, con respecto a 2017.
En América del Sur se espera un incremento poblacional de hasta un 18% hacia el 2058 con respecto a 2017 y del Caribe, se proyecta hacia el 2046 un crecimiento poblacional del 9% en relación con 2017.
El acceso al "oro azul", ¿un detonante de conflicto internacional?
Si bien es cierto que el agua es muy abundante en la Tierra, no debemos olvidar que el 97% de la masa acuífera es agua salada perteneciente a mares y océanos. El agua dulce, de la que teóricamente el hombre dispone para satisfacer todas sus necesidades (supervivencia, agricultura, industria y servicios), se calcula en tan solo un 1% del agua presente en el planeta.
De tal forma que tener acceso al agua dulce es hoy por hoy un potencial detonante de conflictos internacionales a mediano plazo. ¿Por qué decimos esto?
Veamos la distribución de los recursos hídricos: para citar un ejemplo, América del Sur disfruta del 26% de los recursos hídricos del planeta, región donde habita el 6% de la población mundial. Mientras tanto, del otro lado del mundo, Asia, con el 60% de la población mundial, solo tiene el 36% del agua dulce disponible.
En el planeta, 1700 millones de personas carecen de acceso a agua potable y 3300 no disponen de servicios de saneamiento adecuados. Los problemas de acceso al agua potable causan más de 3350 millones de casos anuales de enfermedades. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 80% de las enfermedades más comunes en las regiones en desarrollo (diarreas, fiebres, dengue, malaria, etcétera) están relacionadas con la calidad del agua.
En ese sentido, al realizar esfuerzos por hacer accesible el agua dulce, es importante tomar en cuenta la cantidad y la calidad de ese vital líquido. Además, considerar los efectos del aumento y la creciente concentración de la población urbana, el proceso de desarrollo, la contaminación industrial y tecnológica como elementos desencadenantes de situaciones peligrosas (al menos localmente), que afectan la higiene y la salud humana.
De ahí que el cuidado y la gestión sostenible de la mayoría de las fuentes de recursos hídricos del planeta poco a poco se convierten en un interés compartido por todos los gobiernos del mundo.
Se puede afirmar que las perspectivas de controversias por el acceso al agua son y serán conflictos no necesariamente por intereses comerciales o estrictamente económicos. Serán actos de sobrevivencia humana de los pueblos, susceptibles de potenciales enfrentamientos bélicos, poniendo así en peligro la paz y la seguridad internacional.
El calentamiento global y el cambio climático
El calentamiento global y los efectos del cambio climático, sumados a la tendencia del crecimiento poblacional de la región, solo agudizarán la escasez de agua en más lugares por una simple relación: oferta versus demanda.
Aunque el crecimiento poblacional es una tendencia mundial, América Latina pasó de tener 220 millones de habitantes en 1960 a tener 637 millones en 2016. Más de cuatrocientos millones de nuevos habitantes en un poco más de medio siglo. El ritmo de crecimiento es vertiginoso. Y aún más, el 80% de esa población vive en ciudades.
Los escenarios resultantes del cambio climático entre los más destacados desde ya son: mayor frecuencia de fenómenos naturales extremos con frecuencia y duración inciertas, además de una magnitud imprevisible, ha advertido la Organización Meteorológica Mundial, al igual que otras instituciones.
Una realidad cada vez más aguda es la sequía que experimenta Centroamérica: solo en 2014 el costo asociado a la sequía 2014 se estimó en más de 650 millones de dólares para esa región, dado el incremento en los costos para la generación eléctrica, la provisión de agua potable y grandes pérdidas en el sector agrícola.
Por otra parte, en 2016 se reportó que Honduras, Panamá y Guatemala enfrentaron un prolongado período seco vinculado al fenómeno El Niño, que afecta la producción de alimentos, especialmente la llamada agricultura de subsistencia, de la que dependen miles de familias pobres. Honduras registró ser el país más perjudicado por la sequía; según fuentes oficiales afectó a unas ochenta mil familias pobres que habitan en 13 de los 18 departamentos de ese país.
Finalmente, recientes reportes revelan que la disponibilidad de agua se reducirá en Guatemala entre un 8% y un 23%, mientras se pronostica que la temperatura se elevará entre 1,5 y 3 grados centígrados en los próximos 30 años, según determinó un grupo de 20 expertos guatemaltecos que presentó el primer reporte de evaluación del conocimiento de cambio climático en Guatemala.
Con el volumen de cosechas que se pierde en la región centroamericana, debido a la variabilidad de las lluvias, se podría alimentar a 81 millones de personas al año. Esto equivale a la suma de la población de Colombia, Perú y Bolivia.
No obstante, debemos subrayar que la realidad con el agua no se reduce únicamente a la situación geodemográfica o climática en nuestras naciones, también la falta de recursos económicos genera desigualdades a la hora de enfrentarse a este problema. Por ejemplo, según la Comisión Mundial del Agua, los países industrializados (OCDE) han desarrollado un 70% de su capacidad de almacenamiento de agua en embalses, mientras que la mayoría de los países en vías de desarrollo han desarrollado apenas un veinte por ciento.
Visto todo lo anterior, no es casual que el agua dulce, ya calificada por muchos en el mundo como "oro azul", sea un recurso análogo al petróleo: vital y escaso, dos factores clave de riesgos de tensiones, problemas y conflictos a nivel regional e internacional por el acceso a ese recurso muy limitado frente a una creciente población mundial.
Ciertamente la distribución y la utilización del agua como vía de transporte ha sido un importante factor de conflictos a lo largo de la historia. El derecho internacional ha sido una herramienta clave para concretar acuerdos globales en relación con la reglamentación sobre el uso de los ríos como vías de navegación, reduciendo así los conflictos a nivel global, pero no sucede lo mismo con el uso de las fuentes de recursos hídricos.
Hoy tenemos el reto de reducir toda amenaza de posibles conflictos ante la necesidad de contar con ese vital líquido, precisamente al tomar en cuenta que 37 millones de personas no tienen acceso al servicio de agua potable, aproximadamente 110 millones de latinoamericanos no tienen acceso a servicios de saneamiento. Hace menos de tres años (2015) solo el 20% de las aguas residuales de la región recibían tratamiento, según datos del Banco Mundial.
El autor es especialista en prevención de riesgos de desastres.