Hasta la reforma de la Constitución en 1994, los jueces eran elegidos a propuesta del presidente y con el acuerdo de la mayoría simple del Senado. Quien conozca mínimamente la historia institucional argentina, puede imaginar el reparto de cargos de jueces que se llevaba a cabo entre los dos principales partidos políticos de aquella época. Me refiero al Partido Justicialista y a la Unión Cívica Radical.
Con la confesada intención de terminar con esa práctica, se introdujo en el texto constitucional esta institución, tomando como modelo las existentes en los países del centro de Europa. La estructura incluye representantes de los tres Poderes, de los abogados y del sector científico. La única pauta que brinda la Constitución es que exista un equilibrio entre los estamentos que componen el Consejo.
Esto significa que la forma de alcanzar ese equilibrio se delegó al Congreso, para que la establezca a través de una ley. Lo que sucedió después con los años ya lo conocemos. En la primera etapa el Consejo funcionó razonablemente, hasta que fue reformado mediante un proyecto de la entonces senadora Cristina Fernández de Kirchner, que alteró sensiblemente el precario equilibrio alcanzado hasta entonces, y abrió las puertas del intento más brutal de captación del Poder Judicial.
Esa puja tuvo como partes a un gobierno que no escatimaba espurias maniobras para controlar el Consejo, y a un grupo de valientes miembros que no se dejaron doblegar, a pesar de las enormes diferencias de fuerzas en favor del Poder Ejecutivo.
Entre 2011 y 2014 uno de los consejeros por los Jueces, fue el Dr. Ricardo Recondo, quien defendió la independencia de los jueces poniendo en riesgo todo lo alcanzado en su dilatada vida profesional, incluyendo su integridad personal y la de su familia.
Los relatos acerca de los difíciles momentos vividos en aquellos años serían difíciles de creer si uno no conociera la honestidad de Recondo, honor que tuve en los últimos años. Es posible que el punto más álgido de aquella escalada haya sido la llamada Democratización de la Justicia, una falacia que buscaba todo lo contrario a su pomposo nombre. En resumen, se trataba de una ley que reformaba el Consejo de un modo abiertamente inconstitucional, y que solo un fallo de la Corte Suprema pudo detener.
La vorágine de los sucesos de nuestro país, a veces provoca que olvidemos la gravedad de lo que nos pasó en los años anteriores. Y que también lo hagamos con esos hombres que se interpusieron en la intención de que Argentina se convirtiera en Venezuela.
Uno de ellos fue Recondo, y en esta instancia en la que nuevamente se postula para integrar el Consejo, los jueces no deben olvidar aquella actuación ejemplar, que demuestra su integridad con hechos, no con declamaciones ni promesas.
El momento también es propicio para que Recondo vuelva al Consejo. Ningún gobierno puede asegurar que en situaciones que pongan en juego su capital político y que se vinculen con la justicia, no va a caer en la tentación de intentar influir sobre los jueces. El poder por naturaleza tiende a extralimitarse y para volver a dibujar los márgenes que lo contienen justamente existen los jueces. En esas instancias se necesita de personas independientes de cualquier presión, provenga de donde provenga, sea de otros poderes o de poderosos.
Sólo basta hacer memoria, la trayectoria no admite relato.