De las calles no se va nadie

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El pasado miércoles, como pocas veces en la historia, quedó claro ante amplios sectores de la sociedad cuál es el rol del Senado, por qué persiste esa institución que tiene como objetivo trabar cualquier medida progresiva que se cuele en la Cámara de Diputados, producto de la presión popular.

Hay un dato que demuestra con contundencia que la composición de la cámara alta no respeta siquiera una elemental representación poblacional: los 38 senadores que votaron en contra de la interrupción voluntaria del embarazo representan a 17 millones de habitantes, mientras que los 31 que votaron a favor representan a 21 millones. Además, solo acceden al Senado los dos partidos mayoritarios de cada provincia. No hay lugares siquiera para algunas minorías. De esta manera las provincias dominadas por las oligarquías de empresarios y terratenientes, estrechamente ligadas a la Iglesia y profundamente conservadoras, y donde se hallan los mayores índices de sometimiento hacia las mujeres, pesan cualitativamente respecto a las provincias que concentran a las mayorías urbanas y con mayor composición de sectores medios y trabajadores.

Desde el primer momento alertamos que no era cuestión de argumentos. A los senadores les debíamos imponer la ley con la más masiva movilización. Era la única posibilidad de vencer la militancia persistente y fanática de las Iglesias que se organizaron para arrebatarnos la victoria que habíamos logrado obtener en Diputados, y que se dedicó a movilizar en las provincias y a realizar todo tipo de "operaciones" apoyándose en los sectores más reaccionarios.

Parece que finalmente la realidad le dio la razón a Elisa Carrió, que señaló que Mauricio Macri había habilitado el debate de la ley "porque pensaba que no salía". En el Senado su bloque fue claramente más activo en el boicot que en el apoyo. Hay que destacar también que el sector que estaba a favor fue mayormente timorato, en general se daba la visión tranquilizadora de que "ya estaba", que el camino era pelear el voto al interior de la Cámara Alta y no que la clave era promover la movilización afuera. No hubo quién sacara a la luz lo que pasaba en esos palaciegos pasillos y que alertara de lo que se cocinaba a fuego lento.

El anticipado apoyo de la Iglesia Católica para las futuras elecciones de 2019 cumplió su papel. Ningún gobernador ni senador iba a "quedar mal" con la Iglesia. Hasta Cristina Kirchner, que votó por el sí, pidió a la juventud movilizada por el derecho al aborto que "no se enoje" con la Iglesia. La CGT y quienes tienen la posibilidad de parar el país por nuestro reclamo también jugaron su rol, cuando lo que estaba planteado era llenar las calles, semana tras semana, por el derecho de las mujeres a decidir. Desde la izquierda no nos cansamos de alertar: después de la media sanción los sectores conservadores se iban a preparar para bloquear la victoria en el Senado.

En ese contexto, el resultado terminó siendo el rechazo al derecho a la interrupción voluntaria del embarazo y, por lo tanto, la continuidad del aborto clandestino.

En paralelo a esa realidad asistimos a una lección de historia. La que construyen las pibas con sus aspiraciones de igualdad, la que construyen los jóvenes que se autoconvocaron por centenares de miles en todo el país y que, a pesar de las terribles condiciones climáticas, sacudieron la ciudad con una marea verde que fue diez veces más grande que la escuálida celeste, compuesta mayoritariamente por varones movilizados por el aparato de las Iglesias.

Ellas, ellos, entraron a la vida política. Y por eso, al día siguiente de la votación, el pañuelo verde seguía en la calle. Apostamos a que se queden y revolucionen todo. Apostamos a que, junto a las trabajadoras, que serán las primeras en sufrir las consecuencias del acuerdo de Macri con el FMI, seamos la avanzada en la lucha por todos nuestros derechos.

La fuerza que integro tiene el orgullo de demostrar coherencia en esta pelea, en demostrar que no hay especulaciones políticas. Pero no nos alcanza, queremos que la marea se transforme en tsunami, queremos nuestro derecho a decidir, queremos conquistar el derecho al aborto legal, seguro y gratuito.

Vamos también por la separación de la Iglesia del Estado, para que las religiones sean una cuestión del ámbito privado, y no se inmiscuyan en la salud y la educación. Vamos por educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal seguro y gratuito para no morir.

Vamos a redoblar la organización y la lucha contra el patriarcado y contra este sistema capitalista que lo sostiene.

¡De las calles no se va nadie!

La autora es legisladora porteña PTS-FIT.

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