El largo brazo de Rusia afecta también a América Latina

Luis Fleischman

Guardar

La polémica reunión entre el presidente Donald Trump y su homólogo ruso Vladimir Putin fue criticada por muchas razones. Entre ellas, que se dejaron muchos temas pendientes o sin profundizar como ser la situación en Siria o la crisis en Ucrania.

Efectivamente Rusia ha estado activamente obstruyendo la autonomía de regímenes democráticos, como es el caso de Ucrania, en un intento de imponer su voluntad sobre este Estado soberano al cual considera un país que en su naturaleza pertenece a la esfera de influencia rusa. Rusia también ha actuado como fuerza reaccionaria en defensa del régimen ilegítimo de Hafez al Assad en Siria, el cual confronta una rebelión civil a la cual ha reprimido con inescrupulosa violencia.

Esta actitud rusa contiene una doctrina de promoción de autoritarismos como lo ha indicado muy bien recientemente el ex diplomático norteamericano Michael McFaul. McFaul ha observado a Putin en su reacción a la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y ha optado entre otras cosas por apoyar regímenes autoritarios y oponerse a la democracia. Para Putin, países con sistemas democráticos estarían automáticamente del lado de Occidente. O sea, si la dicotomía capitalismo versus socialismo caracterizó la Guerra Fría, en este momento Putin ve la dicotomía democracia versus autoritarismo como un nuevo eje que define la competencia entre su país y el Occidente. De este modo, el mundo ha vuelto a ser un territorio de competencia entre dos sistemas de valores distintos.

Esta estrategia rusa tiene también implicaciones para ciertos países de América Latina y se corre el peligro de que afecte a toda la región.

En este momento el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, está defendiendo su régimen fraudulento, corrupto y dictatorial con mano de hierro. Más de 350 personas ya murieron y miles resultaron heridas como consecuencia de la represión gubernamental. Esta represión se lleva a cabo mediante el uso de fuerzas paramilitares, pandillas y matones. Pero el ejército nicaragüense es también parte de esta fuerza opresiva. Se ha informado que paramilitares y otros miembros de las fuerzas represoras estarían usando armas destinadas a uso exclusivo del ejército. Que estas armas estén en poder de elementos que no pertenecen al ejército implica al ejército nicaragüense como cómplice. Siguiendo los modelos cubano y venezolano, Ortega ha invertido en asegurar la lealtad castrense. Ortega estableció una relación directa con generales, los cuales a cambio apoyaron la reelección indefinida de Ortega. Además, Ortega otorgó al ejército todo tipo de privilegios. El ejército se ha convertido en una potencia económica con inversiones en el mercado de valores, la industria hotelera, el sector de la salud, el sector inmobiliario y otros ramos de la economía nacional.

Rusia está armando al ejército nicaragüense, especialmente desde 2015. De hecho, Rusia ha estado suministrando armamento sofisticado a Nicaragua que, según informes, ha incluido tanques T-72, barcos de guerra, aviones de combate y poderosas bombas.

Rusia está desempeñando el papel de garante de la dictadura de Ortega. Hace un mes el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, anunció que Rusia planea ahora entrenar a los nicaragüenses en la lucha contra el "tráfico de drogas y el terrorismo", pero esa podría ser una fachada para entrenar a los guardianes del régimen. Dados los esfuerzos de Rusia, el pueblo nicaragüense, al igual que el venezolano, podría estar condenado para siempre a vivir en una situación similar a la de Cuba, es decir, esclavizada a los caprichos de una dictadura interminable.

Rusia ha venido armando al ejército venezolano hasta los dientes ya hace años. El mismo presidente venezolano Nicolás Maduro declaró que, gracias a la asistencia militar rusa en los últimos 15 años, el ejército venezolano es ahora tres veces más fuerte. El ejército en Venezuela constituye el pilar más importante que sostiene al represivo régimen de Maduro.

Rusia ve a los regímenes nicaragüense y venezolano como aliados contra la influencia estadounidense. Así, Rusia también pretende aumentar su influencia en el hemisferio occidental.

Antes de que el presidente Donald Trump se reuniera con Vladimir Putin el 16 de julio, el saliente presidente colombiano Juan Manuel Santos instó a Trump a exigir a Putin que cese su apoyo al régimen venezolano. Este tema probablemente no fue discutido durante la reunión.

La represión de Ortega sigue un patrón que es parte del doloroso legado de las tendencias autoritarias regionales desencadenadas con el surgimiento de Hugo Chávez en Venezuela, en 1999. De hecho, después del ascenso de Chávez en Venezuela, una cadena de regímenes similares siguió su ejemplo en América Latina, incluyendo Nicaragua. Si bien algunos de estos regímenes están retrocediendo del modelo autoritario, como es el caso de Ecuador, gobiernos como el de Evo Morales se perfilan en la misma dirección que Nicaragua. En algún momento habrá un acto de desobediencia civil y protesta en Bolivia donde Morales seguramente recurrirá también a Rusia y a otros elementos similares para ayudar a su régimen a sobrevivir.

El autor es asesor principal del Proyecto de Seguridad Hemisférica de Menges en el Centro de Política de Seguridad en Washington DC. También es profesor adjunto de Ciencias Políticas y Sociología en Barry University.
 
Guardar