Cómo puede terminar el Lava Jato argentino

O la mayoría de los que están involucrados termina preso, incluida Cristina Fernández, o semejante despliegue se transformará en un show de mentirita, donde todos parecen jugar a fondo pero al final terminan arreglando y disfrutando del dinero que se robaron

Julio De Vido, Cristina Kirchner y Roberto Baratta

Detrás del Lava Jato Argentino, la más gravitante de todas las causas de la era de la corrupción K, hay una gran esperanza, que a la vez se puede transformar en una gran decepción. O la mayoría de los que están involucrados termina preso, incluida, por supuesto, la expresidenta de la Nación, Cristina Fernández y muchos de los grandes empresarios que aparecen involucrados, o semejante despliegue se terminará transformando en un show de mentirita, donde todos parecen jugar a fondo pero al final terminan arreglando y disfrutando del dinero que se robaron.

Hay que decirlo claro y fuerte. Esos 200 millones de dólares que el fiscal Carlos Stornelli calcula que el chofer Oscar Centeno registró, en sus ya emblemáticos 8 cuadernos de la corrupción, es dinero del Estado.

Doscientos millones de dólares que grandes empresarios de la obra pública cobraron por haber obtenido licitaciones o subsidios otorgados por los funcionarios corruptos de los gobiernos de Néstor y Cristina, a sabiendas de ambos.

Sostiene el juez Sergio Moro que el secreto del gran éxito de la investigación sobre el Lava Jato en Brasil fue que los empresarios, poco acostumbrados al rigor de la prisión, se quebraron y se convirtieron en delatores.

Sin embargo, como Carlos Stornelli, el fiscal a cargo de esta investigación, existe tanta prueba, hay tanta evidencia incontrastable, que ni siquiera se necesita del testimonio de decenas de arrepentidos para confirmar como se robaron la plata.

Stornelli y el juez Claudio Bonadio tienen sobre sus espaldas una enorme presión. Los camaristas a los que les toque intervenir también. Pero todo el denominado círculo rojo, integrado por toda la dirigencia política, los hombres de negocios, los sindicatos, los abogados del poder y también los dueños de medios y nosotros, los periodistas, estaremos siendo observados con suma atención por el resto de la opinión pública.

Cualquiera que intente tapar parte del escándalo, salvar a un exfuncionario, a un funcionario actual o un empresario amigo; cualquiera que intente tirar la pelota afuera será condenado por la mayoría de la sociedad.

Y todo volverá al principio: a la convicción generalizada de que la impunidad, en la Argentina, es mucho más fuerte que la justicia y la verdad.

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