Pedro Opeka, albañil de dignidad y bienestar para los pobres

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Pedro Opeka. (Lihue Althabe)
Pedro Opeka. (Lihue Althabe)

A poco de haber cumplido 70 años, la Universidad del CEMA (UCEMA) acaba de distinguir al Padre Pedro Opeka C.M. con el título de Doctor Honoris Causa, por su trayectoria en pos de "la elevación, formación, educación y autoestima de miles de hombres, mujeres y niños en situación de marginalidad". Durante el acto de entrega de tal distinción, Opeka remarcó la necesidad de educar a la gente para el trabajo.

Sus palabras contenían claramente el espíritu de libre empresa, pero sobre bases de solidaridad. Sin utilizar el término, expresó la fuerza gravitante del "capital social" como resorte del desarrollo. Al menos yo, no oí en toda su exposición la palabra "Estado".

La verdadera ayuda, dijo, "proviene de la educación para el trabajo, para emprender, para hacer". En otro oportunidad, con crudeza, manifestó: "A quien no crea y no trabaja sobre sus talentos, le falta algo y así no puede ser totalmente persona".

La prédica del Padre Opeka contiene claramente el espíritu de libre empresa, pero sobre bases de solidaridad

Mientras la audiencia escuchaba sin que nada la distrajera, este sacerdote fue relatando su experiencia y, simultáneamente, sus convicciones sobre cómo superar la pobreza. Al escucharlo, con la firmeza de sus aseveraciones, resultaba fácil comprender cómo "el empezar" lleva a la gente a un círculo virtuoso: soñar, imaginar, proyectar, realizar…

En 1975, con apenas 22 años y recién ordenado, viajó a Madagascar, un país de una población con cerca del 71% bajo el nivel de pobreza, para hacerse cargo de una iglesia en Vangaindrano, en el sudeste de la isla africana. Y, en 1989, fue nombrado director de un seminario en la capital del país, Antananarivo. Allí vio la pobreza que habría de marcarlo para siempre. Encontró el más grande de los basureros de la isla, con miles de personas hurgando entre los residuos para encontrar algo para comer, durmiendo en precarias habitaciones de cáñamo.

Así, comenzó a trabajar en ese basurero municipal donde vivían 25 mil personas en situación de extrema pobreza, en los suburbios de Antananarivo. Y empezó su gran obra humanitaria, bajo el nombre de Akamasoa ('Los buenos amigos' en lengua malgache), centrada en la educación y el trabajo.

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La primera piedra de Akamasoa se puso en 1990. El trabajo, la escolarización y el respeto a las normas de convivencia han sido, desde entonces, los pilares en la vida de sus habitantes.

Con el equipo de jóvenes entrenados en Vangaindrano por él, redactó los artículos y los estatutos de Akamasoa, y así generó una suerte de marco institucional a nivel formal que, promoviendo hábitos positivos, opera como trampolín para que la gente aprenda oficios y se eduque para el trabajo. La coincidencia con el pensamiento de economistas como Dante Acemoglu y James A. Robinson es notable, porque lo que, en definitiva, hizo Opeka es promover instituciones "inclusivas".

Akamasoa ha fundado a la fecha 18 aldeas donde viven 30 mil personas, con 10 mil niños que estudian en escuelas que esta organización ha construido.

Hoy son casi 30 mil las familias con casa propias, que trabajan en cooperativas. Simultáneamente, hay 40 mil transitorias más, en hogares de la asociación y que asisten a sus escuelas, sus hospitales o sus comedores.

Propuesto para el Premio Nobel de la Paz por Francia y Eslovaquia; y en 2018, por nuestro país, más que este premio, debería recibir el de Economía. ¿Cuál sería su tesis central? Trabajar desde la pobreza, con esperanza y fe.

Pedro Opeka, en Madagascar.
Pedro Opeka, en Madagascar.

Dice el padre Opeka: "Los gobiernos que fomentan el asistencialismo promueven la delincuencia y la exclusión, y así profundizan el problema. Si no se atacan en serio las causas de la pobreza, seguirán aprovechándose de ellos, utilizándolos… Junto con la pobreza económica se vienen abajo la autoestima y la moral. La familia explota y ya no hay un núcleo donde formar a la persona".

Entiende que para generar riqueza las sociedades deben crear el trabajo genuino, la capacitación, la superación de las condiciones de vida para que las personas se puedan independizar de los gobiernos. Y acabar el clientelismo. Así ha expresado: "No se trata de hacer cosas por los pobres sino de 'despertar un espíritu' en ellos para que asuman responsabilidades, se sientan personas, con derechos en la sociedad y, también, con deberes".

Los gobiernos que fomentan el asistencialismo promueven la delincuencia y la exclusión: así profundizan el problema

Conoció al papa Francisco el tercer día de su elección. Sobre el pontífice ha dicho: "Es un profeta para nuestro tiempo. Quiere volver al espíritu original del Evangelio."

Recordemos que en Hambre y sed de justicia, el Papa ha escrito: "Hay argentinos que se encuentran en situación de pobreza y exclusión, que debemos tratar como sujetos y artífices de su propio destino, y no como destinatarios de acciones paternalistas y asistencialistas por parte del Estado, como desde la sociedad civil".

Opeka es un hombre de acción. Uno diría que, posiblemente, sin saberlo exactamente, ha trabajado bajo los lineamientos de la escuela económica neoinstitucionalista por cuanto esta entiende que cuando los hombres actúan de manera cooperativa para liberarse de sus amarras o tras su interés de clase, en buena parte lo hacen por razones de educación y a partir de normas sociales.

El autor es economista. Profesor de la UCEMA.

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