El Partido Popular de España, hoy en la oposición, decidió volver a las fuentes, como bien indicó en su primer discurso el nuevo presidente Pablo Casado. Es un partido que representa a la centroderecha española con defensa de la familia, las tradiciones, la dignidad de las víctimas del terrorismo de ETA y el respeto a la Constitución y al rey Felipe VI.
Casado ganó las elecciones internas del Partido Popular después de la tormenta que desalojó al jefe del gobierno de España, Mariano Rajoy, castigado por denuncias de corrupción, no en términos personales, sino como titular del partido. Financiamiento ilegal de la política dijeron los jueces.
El Partido Popular de España, quizás el de mayor volumen del país, gobernó casi veinte años desde la década del noventa, cuando triunfó (José María Aznar, 1996) frente al Partido Socialista de Felipe González (Isidoro), también castigado por denuncias de irregularidades en el ejercicio del poder. Regresó al poder en 2011 (Mariano Rajoy) hasta junio de 2018.
Las denuncias de corrupción administrativa en el manejo del partido y las diferencias públicas entre el jefe de gobierno Rajoy con el anterior líder de los populares, Aznar, tensaron la cuerda de los afiliados que optan por las ideas conservadoras que no temen defender a Franco.
La rama interna más ortodoxa del partido reprocha a Rajoy como a su gobierno por dos gruesos movimientos institucionales, la flexibilidad inapropiada para manejar el caso de los independentistas catalanes y las alianzas con partidos nada conservadores para mantener la estabilidad del gobierno en un sistema parlamentario. Aznar nunca ocultó sus preferencias por el partido Ciudadanos, también orientado hacia la centroderecha, abanderado de las denuncias contra Rajoy.
En su primer discurso frente al plenario de los delegados del partido de toda España, Casado recibió aplausos de circunstancia hasta el momento en que hizo pública su manifestación más rotunda, el núcleo de sus preferencias ideológicas, defensa de la familia, sin piedad institucional para los independentistas que pretender separar a Cataluña de España y lealtad al rey Felipe. En ese momento el aplauso fue atronador y extenso. Sin duda la carta de presentación del nuevo liderazgo que no hace sino retornar a las bases mismas del nacimiento de los "populares".
Quedaron en el piso los intentos de Soraya Sáenz de Santamaría, derrotada en las elecciones internas por Casado, de "confluir" en un acuerdo de cúpula para evitar tensiones innecesarias en un partido muy castigado por la opinión pública. Surgió como reproche inmediato la referencia política a rechazar el "dedazo", como llaman en España a las relaciones entre líderes que prefieren saltear la democracia interna.
El actual gobierno socialista que encabeza Pedro Sánchez es el resultado de una moción de censura en el Parlamento que desalojó a Rajoy, inédito acontecimiento en la historia moderna del país. Sánchez prestó juramento ante el rey Felipe el dos de junio pasado, frente a la Carta Magna solamente, después de rechazar la presencia de la Biblia y el crucifijo en la mesa de la ceremonia.
Para conseguir los votos necesarios Sánchez no dudó en el carácter de las alianzas, desde la izquierda, los populismo, los separatistas y la derecha (Ciudadanos, el partido que elogia Aznar) para llegar a la meta. Ahora que lo consiguió queda flotando la pregunta si soportará el peso de las demandas de sus aliados, tan disimiles entre sí.
Como en Italia, el ruido político —estruendo en algún sentido— queda lejos de la marcha sostenida de la economía que ha convertido a España en el país de mayor crecimiento económico de la zona euro, alrededor del 3% del producto con visible aumento de las exportaciones y un turismo que supera por año largamente la población de 46 millones de habitantes diarios en el mundo.
Las cifras hablan de 81,8 millones de extranjeros de visita que dejaron en el país unos 88 mil millones de euros (cien mil millones de dólares en 2017). La desocupación entre el 12% y el 15% amenaza más a los jóvenes que a los inmigrantes, aunque los empresarios reclaman mayor calidad educativa para el ingreso al mundo del trabajo. La inflación permanece ligeramente estable alrededor del 5%-6%, muy vinculada a las transacciones comerciales con los socios europeos. La bonanza económica no se ve perjudicada por una decisión estratégica —no escrita— de los políticos que apenas incursionan en el mundo de la vida comercial manteniendo respeto por el mercado y la libre competencia.