Ya hemos ingresado en la era de los robots, es decir, la época en la cual los nuevos equipamientos tecnológicos, concebidos y diseñados por personas con gran preparación universitaria, desplazarán a enormes contingentes de mano de obra con menos calificación laboral y educativa. El proceso ya comenzó con una tendencia exponencial, el avance de cada año será mayor al del año previo.
Los países que crecerán en este globalizado siglo XXI serán los países que acumulan capital y así pueden expandir su producción de bienes y servicios, pero el principal capital no es hoy el tradicional capital físico, sino el capital humano, es decir, la población bien capacitada para afrontar los desafíos de este siglo de los avances científicos y las transformaciones tecnológicas.
El futuro de nuestra nación se está jugando hoy en la arena de la educación, ya que crecerán y progresarán no aquellos países que únicamente tengan recursos naturales, sino aquellos que hayan construido sistemas educativos que cumplan dos objetivos: calidad educativa e igualdad de oportunidades para todos los niños, más allá del nivel socioeconómico de sus familias. Lamentablemente en los últimos años se han venido acumulando evidencias que nos indican que el nivel de conocimientos de nuestros niños y adolescentes es muy bajo, no solo cuando nos comparamos con los países desarrollados, sino con países de América Latina.
Nuestras escuelas se caracterizan en el escenario mundial por ofrecer menos horas de clase. La mayoría de las naciones dedican a sus escuelas más horas de clase que nosotros; por ejemplo, en América Latina encontramos a Cuba, Brasil, Colombia, México, Costa Rica, Chile y Colombia con muchos más días y horas efectivas de clase. Esto incluso suponiendo que se cumpla el calendario escolar obligatorio y mínimo de 180 días de clase, fijado por la ley 25864 del año 2005. Como esta ley no se cumplió nunca en todo el país, nuestros alumnos están entre los que tienen menos horas de clase en el mundo. Por esta razón, es hora de comenzar por lo más elemental, es decir, cumplir el calendario escolar. Desde ya que más horas de clase no mejora automáticamente la enseñanza, pero no tengamos ninguna duda: menos horas de clase consolidan el atraso educativo y comprometen el futuro laboral de los niños de hoy.
En este difícil y competitivo siglo XXI, con acelerados progresos tecnológicos, habrá oferta de buenos empleos únicamente para aquellos que han sido bien capacitados por el sistema educativo, por esta razón, hay que abrir las escuelas, no cerrarlas. Hay que mejorar la educación para ser nosotros parte activa de las transformaciones de la robotización, y evitar ser víctimas del desempleo asociado con las bajas calificaciones educativas de la fuerza laboral, pero empecemos por no cerrar las escuelas primarias.