Queríamos tanto a Julio Bárbaro

Queríamos tanto a Julio Bárbaro. Cuando el kirchnerismo estaba aún en el poder, él se paseaba con su voz ronca por los estudios de televisión derrochando ironía y buen sentido. Queríamos tanto a Julio. Nos tenía ligeramente hartos con lo del abrazo de Perón y Balbín como medida de todas las cosas, pero criticaba a Cristina con tanta gracia y tanto garbo que hasta le perdonábamos que hubiera sido funcionario del otomano innombrable y de su sucesor santacruceño en el grosero arte de manotear la caja. Queríamos tanto a Julio que hasta pensamos que podía ser uno de los actores de la renovación del peronismo, olvidando sus años, sus amistades y su pasado de guardián de hierro. Queríamos tanto a Julio Bárbaro, hasta que Julio decidió que ya era bastante, y que no hacía falta que ninguno de nosotros, los gorilas, lo quisiera.

A mí me duele doblemente. Solía cruzármelo en los estudios de televisión y hacíamos frente común contra los aberrantes gladiadores kirchneristas, y me gustaba prolongar ese momento acompañándolo con mi auto hasta su casa. Otros tiempos. La publicidad de mi primer libro sobre el peronismo comenzó con un reportaje que nos hizo Laura di Marco para La Nación, y Julio presentó también mi libro sobre el kirchnerismo. La anteúltima vez que lo vi fue en el cumpleaños de una amiga común, Silvia Mercado. Nos sacamos una selfie y nos prometimos subirla a las redes, pero ninguno de los dos lo hizo. La última vez, me lo crucé en el programa de Clara Mariño, y Julio me lo reprochó, y no supe qué decirle. Ahora sé.

Ahora sé que Julio se avergüenza de haber votado a Mauricio Macri y, es de suponerse, de tener amigos que formen parte de Cambiemos. Para dejarlo en claro escribió un largo brulote en este mismo medio intentando explicar los motivos de tamaña vergüenza. Son 808 palabras y 4808 caracteres en los que —sin mencionar jamás una sola cifra— Julio afirma lo mismo que el troscokirchnerismo que dice despreciar. Gobierno de los ricos. Niños bien. CEOs sin corazón. Bichos sin alma. Una cosmogonía auténticamente peronista, la de Julio, donde todo se explica en el fondo, finalmente, por el odio a Perón y al Papa.

Afirma Julio: "Néstor Kirchner redujo la deuda que Macri se ocupó de multiplicar"; pero Néstor no redujo ninguna deuda sino que armó un pagadiós con su amigo Lavagna. Un pagadiós tan mal armado que terminó con la sentencia de Griesa y la obligación de pagar lo adeudado, cosa que hizo y deberá seguir haciendo este gobierno. Dice Julio que a este gobierno no le interesa enfrentar la pobreza sino hacer más ricos a los ricos. Pero las cifras no lo acompañan. De los 10 quintiles de la población nacional, solo el 10% más rico perdió la carrera contra la inflación en 2017. Los demás ganaron. Por eso la pobreza, que venía subiendo un punto porcentual por año desde 2011, bajó de 32,2% a 25,7% durante el último año y medio. No es todo. En 2017 se crearon 648 mil puestos de trabajo y se registró el índice de desocupación (7,3%) más bajo desde 1993, mientras que el gasto social de este gobierno de ricos insensibles es hoy el más alto de la historia, tanto en porcentaje sobre el PBI como sobre el presupuesto.

Dice Julio: "El aborto es un entretenimiento para la progresía antes de convertirla en clase baja", pero en el primer trimestre de este mismo año hubo récords de venta de autos y de motos, de créditos hipotecarios y de operaciones inmobiliarias, de ocupación hotelera local y de viajes al exterior, como acabamos de confirmar en Rusia. Todos ellos, todos, típicos consumos de clase media. Lo sé. La tormenta cambiaria de estos meses, sumada a la duplicación del precio del petróleo y a la mayor sequía de los últimos cincuenta años, acabaron con el escenario internacional que hacía posible conciliar la salida de la crisis con la mejora de los indicadores sociales. Hoy nos esperan dos trimestres de recesión y, probablemente, de empeoramiento de todos los índices. Pero es deshonesto y malintencionado adjudicarle estos efectos a la voluntad de un gobierno que se jugó para sacar adelante el país sin descargar el fardo sobre los más pobres. Si se tratara de un gobierno peronista, ya estaría el bueno de don Julio exhibiendo las cifras que escondió, y que acabo de mencionar (todas ellas oficiales, todas ellas de un Indec destruido por el peronismo y reconstituido por este gobierno gorila), y afirmando que la corrida cambiaria fue un golpe de mercado dado por los oligarcas que no le perdonan al compañero Macri que haya salvado al país del abismo al mismo tiempo que mejoraba los indicadores sociales.

En todo caso, vaya como vaya, los resultados de este semestre estarán muy por encima de lo logrado por el equipo económico del massismo, espacio en el que milita Julio, en la época (2002) en que trabajaban para el bombero incendiario, Eduardo Duhalde. Se los recuerdo, sensibles sociales. Cincuenta por ciento más de pobres en un solo año, récords históricos insuperados de desocupación (21,5%) y de pobreza (57,3%). Cuadruplicación de las ganancias de las 500 empresas privadas más grandes del país. Cuarenta por ciento de inflación anual contra 2,5% para las jubilaciones y 5,5% para los salarios. Y el que puso dólares recibió Kirchners, con Julio Bárbaro compartiendo la cabina de comando.

Como ves, tenés mejores motivos de vergüenza, Julio. No solo en tu pasado de guardián, menemista y kirchnerista que ha vuelto a brotarte por los poros, sino en tu presente de articulista sinuoso. "Sus predecesores privatizaron los servicios públicos" escribís, endilgándole el menemismo al Gobierno. Pero el que fue funcionario de Menem fuiste vos, y no Macri. Menemista fue el peronismo, no Cambiemos. "El saqueo es el mismo" decís, igualando con un delincuente como De Vido a los que lo denunciamos penalmente, pero te falta explicar por qué la obra pública cuesta hoy un cuarenta por ciento menos que cuando reinaban De Vido y Julio López, en promedio. Y te falta también poner la firma y el cuerpo atrás de alguna de tus denuncias, como hicimos durante el kirchnerismo varios de los diputados que hoy estamos en Cambiemos mientras vos paseabas tu indignación por los medios.

Tenés mejores motivos de vergüenza, Julio. Creéme. Actuales, no de prontuario. Acompañar a Barrionuevo en la intervención del Pejota, por ejemplo. Trabajar para Massa en ese Club del Helicóptero vergonzante que mide los tiempos para salir al descubierto. Burlarte de Durán Barba pero formar parte de un espacio, el Frente Reciclador, que encuesta en mano evalúa la conveniencia de reconciliarse con la Jefa. Y lo peor: haberte convertido en uno de los tres ángeles de Bergoglio, junto a los impresentables Grabois y Vera. El Jorge Paladino del siglo XXI. El Jorge Antonio del Vaticano. El encargado de la redición de la telenovela dramática de Puerta de Hierro en su segunda versión, la farsesca.

Queríamos tanto a Julio Bárbaro que nos tomó por sorpresa la excomunión que hizo caer sobre nosotros, los gorilas, a pesar de que llevaba meses preparándola. Y aún más de sorpresa me tomó que empezara su encíclica excomulgatoria mezclando Los inútiles, film de Fellini, con Niño bien, tango de Soliño, Fontaina y Collazo. Querido Julio: los inútiles de Fellini no eran niños bien, no eran ricos. Los inútiles de Fellini eran unos lúmpenes de clase media de provincia que terminaron armando una banda delictiva para estafar a pobres desgraciados. A vos, que fuiste funcionario de un riojano y un santacruceño, deberían recordarte algo esos inútiles. Dale un vistazo antes de decirnos "analfabetos".