Por estos días se puede observar en algunos cines de nuestro país el film 'Los oportunistas' del italiano Paolo Genovese, director de renombre mundial tras el suceso global de 'Perfectos Desconocidos'. La trama de 'The Place', nombre original de la película, nos muestra a un señor de modos muy ajustados, ofrecer lo que él denomina oportunidades a quienes van a visitarlo a un bar donde atiende, agenda mullida y lapicera en mano mediante.
Los pedidos que recibe sigilosamente en medio del bullicio del lugar son, podríamos decir, heterogéneos: van desde una joven atractiva a medias que pretende ser más bella; pasando por un mecánico que quiere acostarse con la chica del póster que decora su taller; una anciana que pretende que su amado marido revierta el Alhzeimer que lo aqueja; y hasta un señor que quiere evitar de cualquier manera la muerte de su pequeño hijo.
Al mejor estilo de Alejandro Jodorosky, que hace años, una vez por semana y de forma gratuita, tira el Tarot y hace Psicomagia en un bar parisino, el protagonista principal de 'Los Oportunistas', escucha súplicas de quienes acuden a él para que les "solucione la vida".
Claro que las resoluciones de los problemas no son tan sencillas: así como Jodorosky propone para un caso de revalorización sexual masculina que el paciente reúna varios billetes de 500 euros, los enrolle y haga un tubo que pondrá en su calzoncillo junto a dos canicas (para simbolizar el pene y los testículos), el dador de oportunidades del bar italiano sugerirá matar a una criatura para salvar la vida de otra o robar una fortuna de 100 mil euros con cinco centavos para que la joven medianamente bella lo sea del todo.
Es que no es fácil la vida, y mucho menos lo es estar bien con Dios y con el Diablo: poner una bomba en un restaurante vegetariano y matar a varias personas se receta para recuperar a un marido senil; y que un policía no denuncie violencia de género el remedio, según el hombre de la agenda, para que el uniformado recomponga el vinculo con su hijo descarriado.
Lógicamente, la reacción de los suplicantes, al menos la inicial, es de rechazo, pero en muchos casos aquello de "si llevas a cabo la tarea, obtendrás lo que quieras" hace que ratifiquemos que siempre hay gente dispuesta a todo. Las soluciones engorrosas espantan también a aquellos que las consideran para sus consciencias tal vez más dañinas que los problemas que quieren remediar.
Si bien Donald Trump les prometió a los votantes soluciones fáciles para asuntos difíciles, ni el mago diabólico de 'Los oportunistas' ni la Psicomagia parecen transitar por esos lares. El escritor y tarotista chileno Alejandro Jodorosky le recomienda a uno de sus consultantes que si quiere superar la cobardía viril, vaya cada 29 días a un supermercado, robe un bistec de vaca y se lo lleve escondido entre sus piernas (envuelto en sus genitales) y así podrá absorber la fuerza de esa carne de hembra. Eso sí, si además desea asarla y comerla, deberá enviarle anónimamente el pago de lo sustraído al dueño del súper.
En España se suele decir que el Diablo vive en los detalles o en los flecos. Justamente, al "diabolo" de la película lo que más le interesa son los detalles y ahonda en ellos aún a disgusto de sus ansiosos y preocupados interlocutores. Los estafadores suelen culpar a los incautos. El hombre del bar se molesta cuando lo califican de monstruo y retruca que no lo es, que tan sólo se limita a alimentar a los monstruos que le consultan. Cuando alguno de ellos le reprocha haber obrado cruelmente por él, le responde "no lo hiciste por mi, lo hiciste por ti", como casi todo lo que hacemos en la vida, agregaría yo. La señora que quiere cerrar el trato que permita que su esposo recupere lucidez, entre contradicción y convicción, asegura con sobradas razones que "todos vivimos con algo malo adentro, son afortunados aquellos que no tienen que enfrentarlo".
Solemos decir hasta el cansancio que hay que estar a la hora exacta en el lugar indicado con la persona apropiada y que la oportunidad es un tren que pasa una sola vez. Claro que si ese tren, para llegar a destino, tiene que embestir personas, no todos elegiríamos subir. Es el viejo dilema del hombre, matar o morir, como si matar no fuese una forma de empezar a morir en vida.
Como suelo decir, las lecciones moral son para uno, no para los demás. Cada uno evalúa el costo de ser un oportunista.