Existe un consenso general que abortar está mal, que nadie lo quiere hacer y que es la instancia última de aquellas mujeres que no quieren tener un hijo. Frente a esta situación, la única respuesta que se nos está ofreciendo es un proyecto de ley que otorga derechos a decidir sobre la vida de los otros.
Tenemos que defender la vida de todos los argentinos, sin discriminación de género, condición social, religión o ideología. Todas las vidas valen y nos tienen que importan, ese es el derecho fundamental, por encima de todo otro derecho y es la razón misma de la política.
No es verdad que en el Senado ya esté todo dicho. Estoy convencida de que la mayoría de los senadores, luego de un debate serio y responsable, van a votar a favor de la vida, porque los legisladores no tenemos la potestad de condenar a muerte a nadie. Nuestro rol es tender manos a aquellos que lo necesitan, hacer lo necesario para que todos los argentinos puedan nacer, crecer y ser plenos.
Se afirma que en la Argentina se practican alrededor de quinientos mil abortos al año. Esta cifra es desproporcionada e inconsistente con las estadísticas vitales de nuestro país y con lo que sucede en países con aborto legal de similares características demográficas.
La experiencia internacional demuestra que la legalización del aborto no soluciona la mortalidad materna. En tal sentido, el proyecto de ley no contiene ninguna propuesta concreta de políticas públicas a favor de la maternidad. Se limita a la legalización completa del aborto hasta la semana 14, y aun luego de ese plazo en tres causales descritas con particular amplitud.
Hay una muy peligrosa simplificación de qué lleva a las mujeres a considerar la posibilidad de un aborto. Tenemos que ver que la situación de vulnerabilidad de la mujer es un factor fundamental en esos casos. Esto evidencia que el aborto no una solución racional, lo que debemos debatir es cómo hacer para tener una sociedad más justa, solidaria e igualitaria que acote al máximo la vulnerabilidad de las mujeres.
Si insisto en reclamar un debate profundo, en lugar de un trámite exprés, es porque es un tema de vida o muerte. Hay que hablar seriamente, sin chicanas ni ironías: no estamos ante un tema moral o religioso, es un tema de estricto derecho positivo. Según nuestra Constitución Nacional y los tratados internacionales de derechos humanos, no hay derecho más importante que el de la vida. No es un tema opinable.
El Estado debe hacer todos los esfuerzos para que las mujeres conozcan cómo planificar sus embarazos, la educación sexual tiene un rol clave en esta política. La legalización del aborto es el fracaso del Estado como garante de la vida.
Soy de las que no se resigna, de las que creen en una Argentina grande, inclusiva y pujante. Soy de esas personas, como tanto otros argentinos, capaces de jugarse la vida para que todos sean respetados. Los llamo a despertarse, involucrarse y sumarse para que juntos hagamos la revolución de la vida, la igualdad y la libertad. Una verdadera revolución.
La autora es senadora por Tucumán (UCR-Cambiemos).