Trump: paz con Corea y guerra comercial con los aliados

Andrés Domínguez

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Amenazó y cumplió: el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, confirmó nuevos impuestos para las importaciones chinas. Afectan a 1102 bienes por un monto total de 50 mil millones de dólares, con un foco en tecnología y con argumento en robo de propiedad intelectual, dumping y espionaje industrial contra ese país. Las tasas son del 25% y entrarán en vigor el 6 de julio. Son momentos hiperactivos para el presidente americano. Apenas días antes se había concretado la suba de aranceles al acero y el aluminio para las importaciones americanas provenientes de Europa, México y Canadá.

"Tengo una visión de paz", dijo Trump, tras firmar el lunes un acuerdo con Kim Jon-un, el mandamás de Corea del Norte, quien se comprometió a la "desnuclearización" de su país. Horas antes del acuerdo en Singapur con Kim, Trump se había ido prematuramente de la Cumbre del G7 en Canadá, retirando la firma de su país de la declaración final y por Twitter afirmó que el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, era "débil y deshonesto", y que mintió respecto a lo hablado en la reunión. Desde las fotos de la cumbre hasta la unanimidad de los analistas, el encuentro será recordado como G6 contra 1 en lugar de G7. Todo esto en tan solo una semana. Todos contra Trump, Trump contra todos, hasta contra sus socios y sus aliados.

Al final, Trump es Trump. Muchos apostaban a que, una vez en el gobierno, el presidente americano fuera más bien una especie de showman político que nunca llevaría a la práctica sus amenazas. Las demás potencias mundiales habían intentado hasta ahora evitar la confrontación, creyendo que Trump iba a hablar rudo y jugar con declaraciones fuertes para sus votantes, pero tarde o temprano se iba a sentar a negociar de manera más tradicional, más racional. No fue así. Aunque tampoco se puede decir que el presidente americano es impredecible. De hecho, Trump está haciendo todo lo que dijo que iba a hacer, incluso lo que escribe por Twitter. Eso incluye pretender cambiar las reglas de juego del comercio mundial, aun cuando tenga que pelear abiertamente con sus aliados más cercanos.

La pelea con sus socios

Trump anunció en marzo tarifas al aluminio y al acero que compra en su país. El argumento fue la seguridad nacional, una afirmación que ni un solo experto ha calificado como apropiada. Es una excusa para mayor proteccionismo, de prueba casi imposible y de discutible legalidad en el marco de la Organización Mundial de Comercio. Luego se suspendieron esas tarifas hasta el 1º de mayo y se volvió a postergar su entrada en vigor hasta principios de junio, lo que fue leído en el mundo como un llamado a negociar. Nada de eso: desde el 1º de junio rigen los aranceles del 25% al hierro y del 10% al aluminio que Estados Unidos les compra a Europa y a sus socios del NAFTA, Canadá y México. Comenzó finalmente la guerra comercial.

El contraataque

La Unión Europea elaboró una lista de unos 350 productos que quedarían sujetos a gravámenes adicionales como represalia. Están en juego unos 6400 millones de euros, un monto equivalente a las ventas europeas de acero y aluminio a Estados Unidos. De esta forma, Europa pretende responder con fuerza pero manteniéndose dentro de las regulaciones de la OMC, que indica que este tipo de medidas no pueden generar daños mayores que el perjuicio que se busca contrarrestar. El Gobierno de México, por su parte, elevó el arancel de las importaciones estadounidenses de algunas variedades de queso, acero y whisky, y a productos porcinos, manzanas, peras y papas. Esta semana el embajador mexicano en Berlín invitó a empresas alemanas a reemplazar a proveedores americanos en productos como la carne de cerdo. Canadá armó un paquete de represalias simétricas a casi nueve mil millones estadounidenses que comenzarán en julio. En comercio internacional esto se conoce como "retaliación" o "escalada", con el riesgo de que las partes vayan aumentando progresivamente las restricciones mutuas al comercio, siendo el camino directo a una guerra comercial de gran escala. Ojo por ojo…

En el fondo de todo está el déficit comercial americano, que la administración Trump, con una visión que no comparte la ciencia económica actual, considera que es malo de por sí. En lo que va del año (enero-mayo), la Unión Europea exportó a Estados Unidos 99,5 billones de euros, un 21% del total de sus ventas al mundo. Las importaciones fueron de 66,4 billones: más de 36 billones de euros de déficit comercial con Europa en solo 5 meses. Inaceptable para Trump.

Algunas naciones quedaron excluidas de estos aranceles, como Argentina. Económicamente es insignificante, ya que de lo que Estados Unidos compra de acero y aluminio solamente el 0,6% y el 2,3% es de origen argentino. El producto estrella de estas ventas son los tubos de acero sin costura que se utilizan en la industria petrolera. También Brasil, Australia y Corea del Sur fueron eximidos, en todos los casos por decisiones políticas.

¿Se viene la también la "guerra de los autos"?

Uno de los temas con los que viene insistiendo Trump es la "invasión" que sufre Estados Unidos de autos europeos, en especial de las muy conocidas firmas alemanas. Un 13% del total de las exportaciones de la Unión Europea a Estados Unidos son autos, para Alemania suponen el 28,4% de todo lo que les vende a los americanos. El fin de semana, mezclando defensa, política y comercio, el Presidente americano tuiteó: "Alemania aporta a la OTAN un 1% de su PBI, nosotros, un 4% de un PBI muchos más grande. Protegemos a Europa a un gran costo y luego somos golpeados injustamente en el comercio. ¡El cambio viene!". Si es correcto interpretar que Trump hace lo que dice y que cree que el déficit comercial es malo de por sí, no queda más que esperar mayores aranceles para la venta de autos europeos a Estados Unidos.

Hasta las aceitunas

Mientras Trump estaba en Singapur con Kim, su gobierno determinó que las aceitunas que importan desde España se benefician de subvenciones provenientes de la política agrícola común europea (PAC) que les permiten vender por dejado del precio de mercado. Por ello, se decidió que los aranceles en conjunto lleguen a un 34,75 por ciento.

La guerra, la paz, los negocios

Los próximos meses y años dirán si el acuerdo con Corea del Norte traerá paz. Pero en este marco donde Trump ofrece seguridad y prosperidad a quien era hasta ahora un enemigo público mundial, ha desatado a la vez una guerra comercial de resultados inciertos con sus aliados políticos y comerciales desde (Europa y la OTAN), y con los países que comparte límites y el NAFTA (Canadá y México). En el corto plazo le puede traer réditos internos en su país y hasta ayudarlo para la reelección. Pero muchos creen que la guerra comercial en mediano plazo afectará la competitividad americana y su inserción en las cadenas de valor transnacionales, erosionando así su liderazgo mundial.

Mientras tanto, China prepara su contraataque. Una extensa lista de bienes a los que subirá aranceles (soja, autos, aviones), con lo que no busca defender el "lobby" de sus industrias, sino generar daños concretos a la economía americana en su conjunto. Pekín parece querer transformar la amenaza en oportunidad: cree poder herir a su enemigo como paso previo a derrotarlo en la pelead de fondo por el liderazgo económico mundial. ¿Podrá Estados Unidos mantener y ganar una guerra económica a gran escala contra China, cuando a la vez está en conflicto con todos sus aliados?

El autor es director de RED Consultora.

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