Somos militantes de la justicia social, trabajamos cada día para transformar una realidad que a todas luces no es la mejor que nos toca vivir. Como mujeres sufrimos doblemente las crisis económicas y políticas de nuestro país. Somos las que paramos la olla; las que criamos a nuestros hijos; las que necesitamos de dos salarios para equiparar ingresos con un hombre; las que en distintas organizaciones públicas, privadas o de la sociedad civil encontramos un techo que nos frena el crecimiento hacia los lugares de decisión; las que morimos a manos de la violencia machista o de la hipocresía de no poder decidir sobre nuestros cuerpos.
La práctica del aborto existe de manera clandestina y pueden acceder a ella quienes tienen la posibilidad de pagarlo. Las que no tienen el recurso económico terminan arriesgando su vida o quedan con graves secuelas. Sintéticamente, las ricas lo practican; las pobres mueren. El proyecto de ley que estamos discutiendo tiene argumentos a favor de todo tipo, pero fundamentalmente el eje pasa en que se trata de una cuestión de salud pública.
Lo que buscaremos este miércoles verde en el recinto de Diputados es saldar una deuda para con nosotras mismas y con los sectores sociales históricamente postergados por gobiernos como el actual. Una deuda que, si teníamos dudas a quién cobrársela, los últimos vaivenes en la posición de diputados a causa de presiones clericales, mediáticas y políticas nos han demostrado que el aborto aún no es ley porque no hay valentía de enfrentar una realidad injusta y tampoco hay espalda para soportar las editoriales televisivas, las tapas de diarios o la opinión de la Iglesia. Y porque no hay conocimiento de la situación a la que se exponen miles de argentinas al año. Por todo eso decimos que el aborto legal es justicia social.
En un escenario de permanente retroceso que implica caída abrupta del salario real, aumento de la represión estatal y de la marginalidad, es un verdadero ejemplo de construcción y transformación política que estemos a horas de la media sanción de la legalización del aborto. Sin dudas, abstenerse o ausentarse es igual a votar en contra en semejante contexto.
Ojalá la dirigencia política en general, pero sobre todo aquellos que se posan en un discurso opositor puedan tomar el grado de conciencia respecto de lo justo del reclamo del aborto que tomaron los centros de estudiantes en los establecimientos educativos, y puedan pelear contra el FMI y el endeudamiento junto a las nuevas generaciones.
La autora es diputada nacional por Buenos Aires (FPV).