Venezuela sin apoyos

Venezuela se encerró en la mayor soledad internacional y enfrenta una situación humanitaria y financiera muy comprometida. El régimen de Nicolás Maduro perdió hasta el apoyo mayoritario de los países de la Alianza Bolivariana (ALBA). Solo Bolivia, San Vicente y Dominica votaron en contra de la resolución de la Organización de Estados Americanos (OEA) que abre la puerta a la suspensión de Venezuela por no cumplir con ninguno de los parámetros de la Carta Democrática Interamericana. Lo más significativo de ese proceso ha sido la pérdida del voto caribeño que pone en evidencia el fin de la diplomacia del petróleo que le había permitido, con Petrocaribe, sobrevivir a la presión diplomática regional, en particular del Grupo de Lima que aglutina a todos los países más relevantes del hemisferio.

Otro dato que revela el aislamiento que enfrenta Venezuela lo refleja el cansancio financiero de China. Beijing ha dilatado la concesión de asistencia a Caracas y muestra poca flexibilidad de refinanciar la deuda calculada en 20 mil millones de dólares. Por primera vez en una década y tras inversiones de 65 mil millones de dólares, el China Development Bank (CBD) y el Eximbank, entre otros, han dejado de otorgar préstamos ante el riesgo sobre la sostenibilidad de las inversiones y la capacidad de Venezuela de devolver lo prestado. Un ejemplo ha sido la dificultad de Petróleos de Venezuela SA (PDVSA) de renovar una línea de crédito de 1500 millones de dólares que le otorgó China en el 2014. Otra referencia del alejamiento financiero chino es consecuencia de la brusca caída de los suministros por parte de PDVSA a China de casi 15 mil millones de dólares en 2014 a 5 mil millones en 2017.

La paciencia de Rusia, otro aliado que le ha ofrecido liquidez al régimen de Maduro, también se está resintiendo. La petrolera estatal rusa Rosneft, que le prestó recientemente 6 mil millones de dólares a PDVSA, ha señalado públicamente que no tiene la intención de más prepagos de petróleo. Sin embargo, Rusia sigue siendo un salvavidas financiero considerable. En los últimos tres años el Kremlin, probablemente por motivos geopolíticos, le ha proporcionado 10 mil millones de dólares de asistencia y Rosneft adquirió una participación sustantiva de Citgo, la filial de la petrolera venezolana en Estados Unidos.

En este marco el desplome de Venezuela se acelera. El mayor ejemplo es el fuerte deterioro de infraestructura y de caja de PDVSA que representa el 96% de los ingresos del país. En la actualidad muestra una reducción del 33% en la producción de petróleo, lo que supone el registro más bajo en tres décadas, según datos de la Organización de País Exportadores de Petróleo (OPEP). La Agencia Internacional de Energía ha señalado en un reciente informe que la producción de petróleo en Venezuela retrocedería en el 2018 a niveles de 1950, con una capacidad exportadora que apenas llegaría a 1,38 millones de barriles al día. Esto supone una reducción de la mitad de la producción de 1998, de 3,4 millones de barriles de crudo al día. También cayó en un 77% la capacidad de refinamiento.

Resulta lamentable que Venezuela, el poseedor de las mayores reservas probadas de crudo pesado del mundo, haya llegado a una situación de degradación casi terminal. Es importante que la presión diplomática internacional que empieza a aflorar con mayor dinamismo tenga la capacidad de pensar en un programa de transición para que Venezuela se pueda, simultáneamente, recuperar económicamente y restablecer una democracia plena. El petróleo puede ser el instrumento que logre ambos objetivos.