Ayer se pudo ver en televisión algo no tradicional. Gerardo Romano, uno de los más fervientes impulsores de la consigna "la patria está en peligro", se sentó frente a un periodista y argumentó por qué defiende esa tenebrosa idea.
Es decir: fue un poco más allá de la apelación al miedo y el prejuicio simplista de que los convocantes representan al Bien y el resto defiende al Mal Absoluto.
Por encima de la desconcertante lectura de lo que Romano denominó "poema", la audiencia tuvo la oportunidad de recibir y procesar sus razones.
Por supuesto, las redes sociales y los medios que viven de los clics van a tratar de hacer dulce de leche con lo que consideran un "fuerte cruce".
Con la grieta al rojo vivo, unos considerarán que Romano me "aplastó" y otros que lo pasé por encima.
La tribu de los nuevos dueños de la verdad se enojarán con Romano por haber cometido el sacrilegio de someterse a mis preguntas. Y los que no lo soportan me echarán en cara la decisión de invitarlo a 4 Días, como si estuviera traicionando mis principios y mi identidad.
Allá ellos. Que sigan viviendo sus vidas como pueden.
De todos modos es comprensible. Venimos de muchos años de sectarismo, autoritarismo explícito e irracionalidad. Pero no por eso voy a renunciar a defender los procedimientos que, creo, son básicos para sostener esta profesión. Por algo García Márquez lo llamó el oficio más lindo del mundo.
Periodismo básico. Al mismo tiempo, periodismo en su máxima expresión.
Una periodista o un periodista preguntando a una protagonista o un protagonista de la realidad. Ni más ni menos.
Lo que suceda después con eso, ya es un asunto tuyo, no mío.
Sin embargo, hay un problema de fondo alrededor de la marcha de hoy. A pesar de apelar a motivos aparentemente puros, fue ideada por Cristina Fernández, cinco veces procesada por delitos gravísimos, y Pablo Moyano, complicado en la justicia por varios hechos, que incluyen lavado de dinero y agresiones y aprietes a pequeñas y medianas empresas de transporte.
Es decir: Romano, equivocado o no, puede tener buenas intenciones, pero termina siendo funcional a los intereses particulares de dirigentes sospechados de corrupción.
Igual Gerardo, a quien le sigo teniendo simpatía, me hizo saltar de la silla con su teoría sobre el misterioso silencio de José López, el hombre de los bolsos, el símbolo más acabado de la corrupción kirchnerista.
Dice que López no habla no para no perjudicar a Cristina, sino para no embadurnar al primo de Macri, a quien también favoreció.
Atención argentinos: no sé si la Patria está en peligro, pero me parece que a la cordura se la llevaron presa.
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