Una nueva política para volver a crecer

Es preocupante observar que desde hace ya varias décadas la economía de nuestro país viene retrocediendo en América Latina. Hasta mediados del siglo pasado nuestra economía era la más grande de toda la región, cuando Brasil nos desplazó al segundo lugar; por su parte, México nos desplazó al tercer lugar en la década del setenta. En un futuro no tan lejano el PBI de Colombia podría desplazar al nuestro al cuarto lugar.

Hace ya muchos años que Argentina dejó de avanzar por el sendero del crecimiento económico, basamento esencial, aunque no suficiente, de la integración social de toda la población. No es hora de discutir repartiendo las culpas del pasado, sino de enfrentar entre todos los argentinos la realidad presente y futura, prestando atención a lo que ha venido ocurriendo en el resto de los países de América Latina.

Entre 1980 y el 2017 pasaron casi cuarenta años, y hemos retrocedido mucho cuando comparamos con el resto de las naciones latinoamericanas, con la excepción de Venezuela. En este período fueron muchos los países latinoamericanos que incrementaron su PBI más que nosotros. Esta lista de países que avanzaron más que nosotros incluye a Brasil, México, Colombia, Perú y Chile. El rezago de nuestra actividad económica impidió la elevación del nivel de vida de la población, particularmente aquella crecientemente afectada por la pobreza y la indigencia.

En 1983 se restauró la democracia en nuestro país, pasaron desde entonces 34 años de los cuales podemos señalar, como bien marcan Jorge Remes y Dante Sica, los siguientes retrocesos, tanto en el orden social como en el económico:

-Mientras la pobreza se reducía en América Latina desde un 40% en 1983 a un 30% en 2017, entre nosotros crecía desde 16% a alrededor del 30%, es decir, se duplicaba.

-El trabajo en negro, que comprendía en 1983 al 22% del empleo total, ascendía en los últimos años al 33%.

La inflación argentina lidera la inflación mundial, ya que trepó al 70% anual acumulado desde 1983. Así se quitaron siete ceros a nuestra moneda.

-El gasto público asciende desde un 28% del PBI en 1983 a un 43% en los últimos años.

-El empleo público, principalmente el provincial y municipal, aumenta un 81% desde 1983. El empleo total público crece un 70% en estos años. Es decir, un 36% por encima del crecimiento de la población.

En los 34 años transcurridos desde 1983 hemos tenido recesiones y caídas del nivel de actividad en nada menos que en 13 años.

A estos hechos podríamos agregar los siguientes:

-El sistema jubilatorio está en una gran crisis estructural, ya que actualmente apenas aportan 1,4 trabajadores por cada jubilado. Es un caso único en el mundo, ya que en el resto de los países esta proporción oscila alrededor de tres aportantes por cada beneficiario. El sistema está debilitado debido a la incorporación masiva de personas de altos ingresos monetarios que fueran beneficiadas por las moratorias de los últimos años.

-El déficit en cuenta corriente de nuestra balanza de pagos viene aumentando año, motivado por un creciente déficit comercial. Importamos más que en los últimos años de la década pasada, pero exportamos mucho menos. De esta manera, nuestra balanza comercial se deteriora en nada menos que 25 mil millones de dólares (2009-2017).

-Hemos perdido el autoabastecimiento energético, ya que dejamos atrás una etapa caracterizada por energía abundante y exportada, y entramos en una nueva etapa de energía escasa e importada. Hace ya varios años que caen tanto la producción de gas como de petróleo, y también caen las reservas. En el 2003 las reservas de gas eran un 75% mayor a las últimas conocidas.

-El retroceso educativo es notorio, ya que nuestros niños y adolescentes evidencian menores niveles de conocimiento, no solo cuando comparamos con las naciones avanzadas, sino con los países de América Latina. Nuestras universidades gradúan muchos menos estudiantes (en proporción con la población) que Brasil, Chile, Colombia y México.

La tarea que enfrentamos todos los que habitamos este suelo es muy grande, es hora de comenzar a dejar atrás las estériles rencillas sobre el pasado y ponernos de acuerdo sobre el porvenir. Sin una grandeza política, tanto por parte del oficialismo como de las fuerzas opositoras, que permite prestar atención al futuro, será muy difícil retomar el perdido sendero del crecimiento económico y social. La tarea no es fácil, pero no tenemos alternativa.