El dossier que le entregó el obispo maltés Charles Scicluna al papa Francisco sobre los abusos cometidos por el sacerdote chileno Fernando Karadima, suspendido de por vida y otrora muy influyente, conmocionó a Bergoglio y lo llevó a pedir públicamente perdón a las víctimas, declararse humillado y avergonzado, y convocar a todos los obispos chilenos al Vaticano. Mientras tanto, ya están hospedados en su residencia de Santa Marta tres de los abusados chilenos a quienes Francisco se ha propuesto escuchar larga y atentamente para pedirles disculpas y ayudar a enfrentar este escándalo que enluta a la Iglesia trasandina. Él mismo escribió: "Haber incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por la falta de información veraz y equilibrada".
El pontífice reconoce serios errores de su parte y se muestra decidido a tomar severas medidas disciplinarias, que probablemente signifiquen la remoción de algunos obispos, incluidos el actual cardenal de Santiago de Chile, Ricardo Ezzati, y su nuncio (embajador) en ese país. Algunos piensan que las disposiciones serán mayúsculas porque el Papa está indignado y muy enojado.
La carta en cuestión puso de manifiesto tanto sus errores de juicio como su voluntad de sanear a la Iglesia de las peores perversiones. El pedido de perdón a las víctimas es algo que él encara personalmente. Luego vendrán las duras medidas desde su férrea autoridad. Se sintió engañado por algunos obispos en quienes había depositado su confianza. La de Chile es una larga historia que lo indujo a cometer el peor traspié en un viaje apostólico, al defender al tan rechazado obispo de Osorno, Juan Barros, ex mano derecha de Karadima, acusado de encubrir los escándalos de su más que cuestionado ex director espiritual.
Una parte de la Iglesia chilena se había manifestado en contra de Karadima en su momento y, más recientemente, de algunos obispos que lo defendieron, incluido el cardenal emérito de Santiago y miembro de la comisión vaticana, Francisco Errázuriz, y el nuncio Ivo Scapolo. Un poderoso cardenal romano en pensión, Angelo Sodano, que fue secretario de Estado con Juan Pablo II y antes nuncio en Chile en los años de Augusto Pinochet, es considerado el operador vaticano que cambió para mal la jerarquía chilena con sus propuestas episcopales y su nefasta influencia. Bergoglio nunca abrigó simpatías para con Sodano.
El obispo maltés que por encargo reciente del Papa se entrevistó con víctimas y prelados es el mismo que preparó el durísimo informe que condenó al mexicano Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo y culpable de numerosos abusos. Cabe destacarse que, ante las torpezas del Papa en Chile, la indignación del cardenal de Boston, Sean O'Malley, famoso por liderar la comisión antipederastia en la Iglesia, puso las alarmas rojas en el mundo católico. Se declaró en favor de las víctimas y dijo no estar de acuerdo con Francisco en poner en duda los testimonios de las víctimas. El Papa le prestó finalmente oídos y ordenó la investigación que encabezó Charles Scicluna.
Esta situación plantea al menos dos cuestiones. Por un lado, las enormes dificultades para darle transparencia a la institución y acabar con las actitudes de defensa corporativa, más proclives a defender la imagen de la Iglesia y esconder los escándalos, sin atender al drama de las víctimas. Por otra parte, también se pone de manifiesto un modus operandi del papado, en muchos aspectos una monarquía absoluta, donde la persona del pontífice decide, sopesa y toma medidas de manera personalista.
El autor es coordinador de actividad cultural, Universidad del CEMA.