El lunes pasado, en el arranque de 4 Días, informamos que el presidente Mauricio Macri decía que estaba "jugado y sin fichas". Que iba a defender el aumento de tarifas, la baja del déficit y la línea "gradualista" porque las alternativas eran un superajuste insostenible ante la reacción social que podía provocar o una hiperinflación al estilo Venezuela.
Horas después, anunció el pedido de dinero al Fondo Monetario Internacional.
Decidido a aguantar el costo político que la va a generar la asociación ante el organismo de la "mala palabra", el presidente ha resuelto "morir con la suya".
El problema, en todo caso, es que la opinión pública nunca terminó de enterarse de cómo llegamos a esto. Aunque sucedió hace apenas un par de meses, muy atrás quedó el "lo peor ya pasó".
Ahora el mundo está menos "líquido", más "raro", y lo primero que hicieron los fondos de inversión fue retirarse, en masa, de los mercados de países emergentes. Y la Argentina, era y es, sin duda, el mercado más vulnerable de todos.
¿Era evitable semejante tembladeral? Quizá el pecado original se haya cometido el día cero de gobierno, cuando la mesa chica del Presidente decidió no blanquear la bomba de tiempo que había recibido de la administración anterior.
"Con el diario del lunes todos somos ministros de Economía. Pero yo te aseguro que si lo hubiéramos hecho, el mundo no nos habría prestado los casi 90 mil millones de dólares que tuvimos que pedirle desde que Mauricio asumió", me dijo un líder de Cambiemos que habla todos los días con el Presidente.
La única buena noticia, en este marco, y en el día en que el oficialismo se prepara para ser derrotado en la Cámara de Diputados, es que los líderes de la "oposición racional" con Sergio Massa a la cabeza, hablaron con Emilio Monzó y acordaron no hacer de la aprobación de la media sanción del proyecto para retrotraer las tarifas, un festejo "tipo campeonato mundial", que genere más inquietud, dentro y fuera de la Argentina.
Es tan evidente la falta de penetración que tiene la comunicación oficial que todavía entre los economistas están quienes se preguntan por qué tuvieron que recurrir al Fondo si no era urgente ni determinante, y también los que se plantean todo lo contrario: por qué el gobierno esperó que el agua le llegara hasta el cuello.
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