Es hora de ocuparse de la amenaza climática

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El 2017 fue un año extremadamente caluroso en nuestro planeta, ya que se registró una temperatura que se ubicó 0,84ºC sobre el promedio del siglo XX. Hay que tener presente que los seis años más calurosos, desde que, a partir del silgo XIX, se llevan registros mundiales, han sido llamativamente los últimos: 2016, 2015, 2017, 2014, 2010 y 2013. En nuestro país, el 2017 fue el año más caluroso desde que se llevan registros (año 1961).

Desde hace ya varios años enfrentamos una creciente amenaza climática, no de carácter local sino totalmente global, es decir, que afecta negativamente a toda la humanidad. Las evidencias nos indican que la contaminación global que rodea a nuestra Tierra sigue creciendo también en este año 2018. Para tener una idea de la gravedad de las crecientes emisiones anuales de dióxido de carbono, globalmente contaminantes de nuestra atmósfera, basta decir que hoy son un 134% mayores a las del año 1970. El consumo creciente de combustibles fósiles ha venido jugando un papel preponderante en el incremento de estas emisiones, que antes de la revolución industrial eran casi nulas. Las nuevas energías limpias no han podido aún reducir el consumo total ni de carbón, ni de petróleo, ni de gas.

El Observatorio de Mauna Loa, administrado por el gobierno de los Estados Unidos y ubicado en Hawai, nos alerta al informar que el stock de las emisiones de dióxido de carbono acumuladas en la atmósfera es ahora un 30% mayor al vigente en 1959. Nos acercamos aceleradamente al valor crítico de 450 ppm, ya que en 1959 estas emisiones acumuladas alcanzaban apenas a 316 ppm y en el pasado mes de abril de este año ya treparon a 411 ppm, o sea, el valor más alto registrado a la fecha. Recordemos que 450 ppm es un valor sumamente crítico que no debe ser superado si queremos que la temperatura mundial no aumente de una manera peligrosa para la vida en esta Tierra.

Con los compromisos propuestos por los países, en el ámbito de Naciones Unidas, no se podrán cumplir las metas del Acuerdo de París (2015), ya que tendríamos un aumento de la temperatura mundial de tres grados con grandes daños y desastres, cuando la barrera máxima que no debemos cruzar es de dos grados. La tarea a enfrentar no es fácil, ya que requiere movilizar grandes inversiones en infraestructura y en nuevas tecnologías con bajas emisiones de carbono y, al mismo tiempo, avanzar por el sendero de la conservación y la reducción del consumo de combustibles fósiles desarrollando energías limpias y reduciendo el consumo de energía por unidad de producción. Es decir, necesitamos avanzar por el sendero no solo de la eficiencia, sino también de la conservación energética.

Cuando se enfrenta una amenaza global de la enorme magnitud propia de esta amenaza que nos afecta a todos en esta Tierra, es evidente que las soluciones políticas que deben encararse son de difícil acuerdo y ejecución. No es fácil concebir y ejecutar eficazmente una solución global, respetada por 195 naciones. Recordemos que el papa Benedicto, en su encíclica Caritas in Veritate, planteaba correctamente el sendero para enfrentar esta gran externalidad global, cuando sostenía: "Un problema global requiere una solución global, y una solución global requiere una autoridad global". Encarar la amenaza del cambio climático demandará un gran esfuerzo de todas las naciones. Lástima que Donald Trump no piense así.

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