Olmedo, que no es Alberto, fue el primero en llegar. Enfundado en una sofocante campera amarilla, asentó su humanidad en la banca a la espera de sus pares. Munido de una pala de utilería y bajo el lema "Y si prueban con trabajar", salió a desafiar la chamuscada que se autoinfligió el pasado miércoles cuando, al levantarse intempestivamente, permitió que la sesión abortara. El legislador de Todos por Salta aportó su cotillón a una jornada que pintaba ríspida desde el vamos.
Esta vez se sesionó, se debatió y se votó. Uno tras otro, el oficialismo logró trabar el tratamiento de los proyectos que presentó la oposición. La discusión en el recinto fue encendida, con costos para el Gobierno, pero no alcanzó. Sin dictamen de comisión y sin mayoría especial para aprobar las iniciativas, los discursos fueron ardientes pero puro fuego de artificio.
Lejos de quedar cerrado, el tema de las tarifas está en desarrollo. Esto recién empieza y cuando las fuerzas de la oposición buscan realinearse en orden a 2019, el más sensible de los temas del momento ofrece un escenario inmejorable para la diferenciación.
El Gobierno logró ganar tiempo. No mucho, a lo sumo dos semanas. Habilitado el tratamiento en la comisión de presupuesto, más temprano que tarde el dictamen para proyecto consensuado sale o sale. El próximo miércoles el campo de batalla se traslada a la comisión de presupuesto, un paso inevitable para llegar a la Cámara con mayoría simple.
En el eje de la disputa está el costo fiscal. Según los primeros cálculos, el proyecto, detrás del cual se alinean ahora todas las fuerzas opositoras no solo cambia de manera drástica el esquema de recaudación, sino que además tiene un impacto del orden de los 50 mil millones de pesos.
El Presidente pide a los gobernadores e intendentes que limpien totalmente de impuestos las facturas sobrecargadas de imposiciones especiales y cargas tributarias. Todos resisten. "Que baje el IVA primero" replican desde el interior. La respuesta de la Rosada no se hace esperar y viene con data. EL IVA es coparticipable y las provincias dejarían de recibir no menos de 20 mil millones, la nación otro tanto. Que se olviden.
Ellos debaten con el corazón en la mano y desde el Gobierno les responden con el bolsillo en la cabeza.
Mauricio Macri sigue firme en un "no, no y no pasarán". Sabe que el proyecto consensuado apunta de manera letal al corazón del tema fiscal, si cede, a la incertidumbre económica le sumará vulnerabilidad política. Los que lo rodean sostienen que llegado el caso está dispuesto a apelar al último de los recursos, el más extremo y costoso: el veto.
La inflación, atada al ajuste tarifario y la inseguridad, está al tope en las angustias de la mayoría. El Gobierno dispone de poco margen. La oposición hace su juego. Al peronismo en todas sus presentaciones y variantes le conviene que el tema se estire, que se sostenga en el debate público. La lectura política que se hace en la Rosada es impiadosa: están buscando hacer que el Presidente muerda el polvo vetando o, en su defecto, trasladar el impacto del ajuste tarifario a 2019, pura especulación electoral.
Reunidos este jueves en Córdoba, los dirigentes que se pretenden no K renovaron el espíritu de Gualeguaychú, pero le dieron una vuelta de tuerca. El empeño no está puesto ahora en desmarcarse de CFK y de todo lo que emparente con ella, sino en presentar una construcción política superadora de la grieta, que no corra por la avenida del medio, sino por arriba. Una suerte de autopista elevada, capaz de colectar a los insatisfechos, los desilusionados y a los que decididamente no se identifican con los K.
La idea la puso en palabras el anfitrión, Juan Schiaretti: "Garantizar la gobernabilidad pero no cogobernar". Consideran al kirchnerismo como un modelo agotado, la imagen de Cristina la pretenden en sepia, desleída, buscan amalgamar una alternativa competitiva para el 2019. Consultados acerca de la intervención judicial al PJ, se desentienden.
Ácidos, en algunos sectores de Cambiemos se ironiza. "Están envalentonados, le perdieron el miedo a la selfie con CFK". A la hora de analizar la estrategia electoral los ven empeñados en llegar a las presidenciales divididos en dos lemas peronistas, para forzar una segunda vuelta. Una escena absolutamente riesgosa para el oficialismo.
Necesitan un candidato y si no despunta por peso propio, perfil o liderazgo, lo dirimirán en las PASO. Ahora van por el volumen político, por definir un perfil que sume. Sergio Massa y Florencio Randazzo ya están arriba. Los gobernadores aportan densidad. Mendoza y Tucumán, en la agenda de próximos encuentros.
El contexto ayuda a diferenciarse. La semana terminó con el dólar en alza. La intervención del Central, con más de 4.300 millones, no impidió que subiera 29 puntos en un solo día. Recalentado el viernes el BCRA llevó la tasa al 30,25 por ciento. Se espera otro IPC alto para abril. El segundo semestre tarda en llegar.
En relación con el debate del ajuste tarifario, aseguran, no obstante, no estar dispuestos a hacer locuras. Saben que la situación es delicada: "Lo que no podemos es no hacer nada". Como objetivo de máxima se plantean anclar el incremento del costo de los servicios en algún índice de referencia. La variación salarial para el consumo residencial y el del índice mayorista para las pymes, las cooperativas de trabajo y las empresas recuperadas.
Cambiemos también evidencia una suerte de fatiga de material. El hecho de que se haya filtrado la decisión de Emilio Monzó de retirarse con muchos meses de anticipación, una voluntad que le fue expresada personalmente al jefe de gabinete, es leído como parte del desgaste de una relación en la que el poder de decisión se ha ido concentrando.
La conducción política está en pocas manos y eso fastidia a no pocos integrantes de la coalición de gobierno. Son los mismos que reclaman que, con más de dos años en el poder, se impone un análisis político del estado de la sociedad.
La Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública de la Universidad de San Andrés de abril arroja datos para tener en cuenta. En la medición del índice con respecto a cómo se percibe la marcha general de las cosas, un 36% se define como muy insatisfecho; un 32%, como insatisfecho; contra un 25%, satisfecho y un 5% que se manifiesta muy conforme con la situación. Son números, no hablan de la economía sino de la política, pero también cuentan.
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