La batalla por las tarifas se libró en varios frentes. El Gobierno aplicó paños fríos en la escaldada piel de Cambiemos, pero la compresa no aplacó el acalorado reclamo de los opositores. Están que arden.
"Las tarifas no se tocan" es la letanía que se musita en los corrillos oficiales. El ajuste del cuadro tarifario es el corazón de la estrategia gubernamental. Ni se bajan, ni se retrotraen, ni hay tarifa plana. Al menos esto es lo que se pregona en los pasillos del oficialismo. Lo poco que se obtuvo, tras una semana de beligerancia, fue un "aplanamiento". Una palabra tan bonita como escondedora para decir que lo que no se pague del gas que calefacciona en el invierno se pagará en el verano junto con la factura de electricidad engrosada por los acondicionadores de aire. Esto se llama patear la pelota para adelante. El monto cuyo pago se difiere es, obviamente, solo el porcentaje del cuestionado incremento, más el correspondiente interés. No se trata de un Ahora 12 precisamente.
Los radicales retornaron a sus bases con "la satisfacción del deber cumplido". Más tranquilos tras una semana que corrió endemoniada. Mario Negri partió asegurando que no hay grieta interna ni populismo radical. Alfredo Cornejo, que pasó al frente al declarar que el ministro de Energía, Juan José Aranguren: "Le hizo meter la pata a este Gobierno", ayer ofició de vocero.
Para Pablo Kosiner, jefe del Bloque Justicialista, el plan de cuotas anunciado por el Gobierno "si no es una provocación, pasa raspando".
La sesión especial a la que convocó la oposición, soliviantada tras las admoniciones de Lilita, abortó en medio de un escándalo. De los convocantes faltaron 12 legisladores, pero cuando estaban a punto de llegar al quórum, el inefable Alfredo Olmedo se levantó y se fue. No hubo papelito ni mensajito. Esta vez recibió al oído el convincente susurro de un legislador de Cambiemos que no estaba sentado ni pensaba hacerlo. Parece que bastó y sobró. Emilio Monzó, eficiente, levantó y sanseacabó. Tampoco hubo sesión ordinaria. A esta altura, el miércoles parlamentario no daba para más. A patalear a los medios.
Marcos Peña lo expresa sin remilgos. El jefe de gabinete fue en estos días la voz cantante. Calificó de "demagógicos y horribles" los planteos de la oposición. "Necesitan política y humanamente que esto fracase", dijo. Según el ministro coordinador: "La sociedad está más madura y serena que la dirigencia que parece que necesita empezar a los gritos de que el avión se cae".
El vuelo sigue en altura crucero, pero esta semana hubo turbulencias y de las fuertes. En la cabina la gente la pasa mal. Se sabe, pero se insiste en la necesidad de comprender el esfuerzo. Hay que ajustarse los cinturones hasta que pase lo peor, para seguir con las figuras aeronáuticas.
La figura de la doble cornisa también le gusta a Peña. Apelar a la comprensión y la paciencia de la gente y sostener la confianza de los que nos prestan la plata. Este es el desfiladero en el que dicen que se están moviendo.
En los despachos se sostiene que con Lilita está todo bien, que nunca la relación estuvo mejor, pero se admite por lo bajo que azuzó a las fieras y esto puede salir bien o muy mal. Una lectura más piadosa puede atribuir que primereó con un reclamo que se veía venir.
Se desconoce si el caso Carrió alimentó el grupo de Whatsapp que bajo el nombre de "gradualismo" comparten los miembros del equipo económico. Lo cierto es que esta semana el chateo ardió en los smartphones gubernamentales.
Hay conciencia, no obstante, de los padecimientos. Un informe de consumo a marzo de 2018 fue materia de análisis y argumentación en el oficialismo. La investigación de Guillermo Oliveto sostiene que el consumo de productos masivos subió o se mantuvo en los sectores de clase baja, pero que cayó un 11% en la clase baja superior, que es la que más está padeciendo la presión de la inflación y el ajuste tarifario. Los sectores más vulnerables están siendo asistidos con subsidios y tarifa social, pero la franja que le sigue hacia arriba en la pirámide sobrelleva, angustiada, la oscuridad del túnel sin percibir la luz al final.
El objetivo de bajar el déficit es la obsesión del presidente Mauricio Macri que funciona en modo ingeniero. Si no se baja el déficit, se controla el gasto y se deja de generar deuda o emitir, no hay caso, no se sale. Hay que domar a la bestia negra de la inflación y el crecimiento de la economía va llegando pero lento.
Todos coinciden es que si algo lo fastidia, es que no se entienda que este es el único camino, el rumbo trazado. Macri aplica, por sobre todas las cosas, una mirada de gestión. Es metódico, mantiene y obliga a mantener a su gente un ritmo ejecutivo, sigue en el día a día el curso de los objetivos que le quitan el sueño.
Los pocos ministros que vienen de la política padecen el estilo presidencial. Ajeno a las sobremesas de rosca, estricto con sus rutinas, baja a las 20 la persiana del trabajo, pero a poco de amanecer ya está fatigando a los suyos con el seguimiento de los objetivos. Marca a los funcionarios cuerpo a cuerpo desde temprano.
Puede que esa modalidad de laburo lo aleje de otras percepciones, las que tienen que ver con lo más sensible, con el registro del costo en renunciamiento y esfuerzo para las mayorías que lo votaron. Le falta ese empalme, ese engranaje sugieren los que se permiten tomar un poco de distancia.
En los despachos se habla de tres categorías de gastos a bajar: flexibles, semiflexibles y rígidos. En las dos primeras se logró una progresiva reducción del orden del 38% aproximadamente. En cuanto al gasto rígido, el que tiene que ver con la cuestión social, el peso sobre el presupuesto pasó del 67 al 76 por ciento.
Los números son crudos y crueles. El 76% se destina a jubilaciones, pensiones no contributivas, asignación universal por hijo y planes que no logran mitigar la demanda de una mejor calidad de vida. Solo se trata de sobrevivir.
El tema de las tarifas no quedó cerrado. La oposición vuelve a la carga en la semana que se inicia con sus proyectos. El más extremo, fogoneado por el Frente para la Victoria, dice que hay que retrotraer los aumentos a noviembre de 2017. El Frente Renovador se concentra en reducir la enorme carga impositiva que pesa en las facturas y busca desacelerar los futuros aumentos. Desde el bloque justicialista impulsan alinear tarifas con salarios y encontrar criterios diferenciales para pymes. La "marcha de las velas" con Luis D'Elía y Pablo Moyano a la cabeza retempló los ánimos de los que van por todo.
Algunos no entienden cómo se llegó hasta aquí. Lilita solo proponía un pedido de informe a jefatura de gabinete, un estricto control de las empresas de las que se sospecha que están aplicando mal el ajuste. Quiere saber también si las mejoras en los ingresos se corresponden con un plan de obras de infraestructura.
Otro tema que comenzó a ser auditado es si en las provincias se están respetando las listas de beneficiarios de tarifas sociales que baja la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses). Se investiga bajo la sospecha que el dinero que llega vía las distribuidoras de energía para compensar la tarifa social se estaría aplicando a subsidiar a usuarios que más lo necesitan y que han sido identificados y calificados desde la administración central de la seguridad social.
Si el temporal de las tarifas amaina, ya está listo para entrar el proyecto que impulsa el blanqueo laboral. Desguazada la ley de reforma laboral, tras las violentas refriegas de diciembre, comenzará a ser debatida por tramos.
Con 4.500.000 trabajadores en la informalidad, de los cuales entre 1,5 y 2 millones están vinculados con empresas que se pretende hacer entrar al blanco entre 200 y 300 mil. La idea es amnistiar al empleador que blanquee de los aportes previsionales no realizados y reconocer al trabajador los años de antigüedad hasta un máximo de cinco a los efectos previsionales. Este beneficio no alcanza al cálculo indemnizatorio.
El acceso al blanqueo se abriría por un año, pero el nivel de beneficios obtenidos será mayor en los primeros meses y decrece a medida que se acerca a la fecha de corte.
Nadie parece oponerse a este debate, pero hay que decir que el paquete incluye un tema más difícil: la indemnización. La idea es que se excluya del cálculo una cantidad de beneficios que suman, autos, teléfonos, coberturas y viáticos varios. Eso promete ruido, aun cuando se aclare que horas extras habituales y comisiones regulares no serán tocadas.
"No nos casamos con el proyecto" sostienen en el pasilleo. Lo importante es que se debata. "En los papeles les mandamos a Heidi y te devuelven un Frankenstein". Son las reglas del juego que los que tienen cintura política y se saben en minoría están dispuestos a aceptar.