El ataque con armas químicas que sufrió la población civil de Duma, 200 kilómetros al noreste de la capital siria, el pasado sábado 7 de abril, desató la reacción de la comunidad internacional y abrió paso a la intervención del presidente de Estados Unidos en el conflicto con misiles mar-tierra teledirigidos desde el portaaviones USS Donald Cook. Duma está en manos de los rebeldes que luchan contra el régimen de Damasco; reciben armas y plata de fuentes occidentales según la prensa europea.
El presidente de Rusia renovó el compromiso de asistencia militar a Siria frente al anuncio de Donald Trump, lo que aumenta la tensión en un área geográfica donde Vladimir Putin conserva fortificaciones navales y aéreas concesionadas por la dictadura de Al Assad, padre del actual gobernante, en épocas de la desaparecida Unión Soviética.
La flota rusa ocupa el puerto y gran parte de la estratégica ciudad de Tartus, recostada sobre el Mediterráneo, como la base aérea de Khmeimim, donde despliega los cazabombarderos T-22 y T-160, también sobre el Mediterráneo, a mitad de camino de El Líbano y la frontera sur de Turquía.
La flota naval de Rusia puede operar solo la mitad del año en el Báltico como consecuencia del invierno boreal que congela las aguas de las instalaciones navales. Obtener puertos en mares cálidos como el Mediterráneo ha sido la aspiración permanente del Kremlin, que se ve en la necesidad de acudir en ayuda del dictador de Siria no solo para cumplir compromisos militares. Al Assad solicitó formalmente colaboración del Kremlin para combatir a los rebeldes, el Parlamento ruso votó favorablemente el pedido también como estrategia para frenar el avance de la guerrilla apoyada por líderes musulmanes que tiene ramificaciones en el interior de Rusia.
El cuadro militar, por demás complejo, también tiene a Israel como actor central enfrentado al régimen de Damasco con permanentes rechazos a incursiones sirias nunca reconocidas por el régimen de Al Assad.
El presidente Donald Trump logró el consenso de Francia y del Reino Unido para el proceso de retaliación contra Siria debido a la utilización de armas químicas en la ciudad de Duma, donde los rebeldes musulmanes mantienen un cuartel militar, y donde murieron 14 civiles y decenas resultaron heridas con un pésimo futuro por los daños que provocan los temibles gases.
Es la segunda vez que Estados Unidos y la comunidad internacional reaccionan contra el gobierno sirio por la utilización de armas químicas en el combate contra la guerrilla. En 2017, el presidente Trump ordenó el primer ataque aéreo de su gobierno después de comprobar, según el Pentágono, que el ejército sirio estaba implicado en el ataque con gas sarín sobre el poblado de Jan Sheijun, cerca de la histórica ciudad de Homs.
El mero anuncio de un ataque de Estados Unidos sobre Siria abrió un curioso cauce informativo con autoridades militares rusas, lo que inició la posibilidad de la evacuación de tropas rusas de las bases militares sirias donde actúan como "consejeros", según la prensa internacional, de la que se hizo eco la cadena CNN.
La tensión en aumento con Rusia y Siria obligó a Trump a cancelar el viaje que tenía previsto realizar a Lima para participar en la capital de Perú de una nueva edición de la reunión de presidentes del hemisferio americano, donde el tema central estará dedicado a la estabilidad de la democracia frente a los casos de corrupción institucional.
La Casa Blanca optó por enfrentar al dictador Al Assad sin temor a las consecuencias que puede acarrear el conflicto con Rusia, antes que escuchar los discursos sobre la necesidad de combatir la corrupción en los países de América, a pesar de las sugerencias del Departamento de Estado que aconsejaron la presencia de Trump en Lima.
Como Macri, Trump no le pone el oído a la cancillería.