Hacienda no usa reaseguros para cumplir con la meta fiscal

El elevado desequilibrio que mantiene el resultado final de las finanzas públicas inquieta cada vez más a los economistas

El cierre del primer trimestre de 2018 dejó como saldo una inquietante aceleración de la tasa de inflación, pese a que vis a vis un año antes se mantuvo la desinflación, de un 33% a poco más de 25%; se ubicó en más de dos veces lo que era la meta original para todo el año (10%), y representó más de la tercera parte de la pauta objetivo recalibrada en diciembre último (15 por ciento).

Una de las claras consecuencias de esa dinámica es que no solo el índice de riesgo país de la Argentina se afirmó sobre los 400 puntos básicos, y mantuvo un sobrecosto respecto de la deuda de Brasil en 160 pb, sino que además impidió que renaciera el flujo de inversiones productivas al inicio del tercer año de gobierno de Cambiemos. Se ubicó en la mitad del promedio de los primeros dos años.

La Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional actualizó el "mapa de la inversión" y reveló que si bien en cantidad y monto total de las iniciativas aumentó un 20% interanual, la media anual, pasó de USD 126 millones por proyecto presentado en el primer bienio del Gobierno, a USD 65 millones en el período enero y febrero del corriente año.

El índice de Riesgo País se reafirmó por arriba de los 400 puntos básicos y mantiene una amplia brecha negativa respecto de Brasil

Motivos de preocupación

Desde la desafortunada decisión del 28 de diciembre de 2017 de recalibrar la meta de inflación de 10% al 15% para el corriente, para disimular la intromisión de la Jefatura de Gabinete y del Ministerio de Hacienda en la política monetaria del Banco Central, surgieron tres hechos locales e internacionales que modificaron las expectativas para el corriente año, pero no dispararon ajustes de política fiscal que dieran "tranquilidad" y previsibilidad a los inversores:

1. La tasa de interés en los EEUU comenzó a moverse, pasó de 2,4% a 2,8% anual; parece poco, pero implica un mayor costo para la deuda pública que mes a mes renueva el gobierno nacional y más aún para las necesidades corrientes que exige financiar un rojo fiscal total de unos 6 puntos del PBI;

2. La peor sequía en 50 años se prolongó en los campos argentinos y provocó la pérdida de más de 20 millones de toneladas de granos y oleaginosas y afectó el engorde del ganado, con el consecuente impacto en los precios que favoreció a algunos, pero perjudicó a otros, como la cadena de alimentación de aves, porcinos y otros; y agregó puntos a la inflación doméstica;

3. El cambio en el tablero comercial mundial, con las idas y venidas de represalias entre los EEUU y China, genera alteraciones en el intercambio de una Argentina que necesita quedar bien con los dos países para colocar sus excedentes y avanzar hacia una mayor apertura comercial que posibilite revertir, o al menos reducir, el abultado y creciente déficit de la balanza de bienes y servicios.

Suba de tasas de interés en el mundo, sequía y guerra comercial entre EEUU y China no llegan a conmover al equipo económico, pese a que la deuda crece sostenidamente

Primeras señales de los mercados

Y si bien en Hacienda no dan indicios de inquietud por el nuevo escenario, como, por el contrario, lo ha hecho el Banco Central que decidió no solo frenar el pedido de baja de las tasas de interés, sino también alertar que podría subirlas para contener al tipo de cambio y la inflación; en los mercados se advierte una enorme cautela que se manifiesta en la drástica caída del volumen de operaciones con papeles privados y también del sector público.

Mientras que entre los economistas, cada vez son más los consultores privados independientes que alertan sobre la dinámica de una deuda pública acicateada por los crecientes pagos de intereses que absorben una porción cada vez más grande de los recursos tributarios.

De ahí que no son pocos los que comienzan a plantearse si el Gobierno, y en particular el equipo económico, podrán mantener el gradualismo fiscal, pese al señalado cambio de escenario para la actividad local e internacional, sin que se recree un cuadro de incertidumbre que torne más lenta la superación de los grandes déficits estructurales que arrastra la Argentina y que se resumen en el aún inquietante nivel de pobreza.

Es cierto que el actual plan de estabilización de precios a largo plazo, basado en metas de inflación, tiene como característica que en todas las experiencias exitosas en países muy diferentes, desde Brasil, pasando por Canadá, Australia, o Israel, se hizo con políticas gradualistas, pero se basaron más en políticas endógenas que en la esperanza de buenas noticias del frente externo.

De ahí que cuando aparecen fenómenos exógenos, como cambios en las tasas de interés internacionales, sequía y acciones comerciales de dos de los grandes colosos del planeta, es de esperar que se tomen medidas preventivas para no desviarse de la meta de desinflación y camino a la solvencia fiscal.