Ayer muchos se sorprendieron cuando empezamos a discutir con la diputada Elisa Carrió. De hecho, algunos medios reprodujeron parte de lo que denominaron "el cruce".
Conozco a Carrió desde hace 25 años. Y creo que pocos dirigentes políticos hicieron más por la búsqueda de justicia y la verdad como ella. Carrió, junto con otros diputados de la Coalición Cívica, fue la primera que presentó, en 2008, la denuncia por asociación ilícita contra Néstor Kirchner, los funcionarios y empresarios que, como Cristóbal López y Lázaro Báez, se enriquecieron de manera espúrea. Pero eso no quiere decir que suscriba sin repetir y sin soplar absolutamente todo lo que dice.
Ayer, precisamente, hice referencia a esa idea en mi editorial. Lo que hizo Natacha Jaitt en el programa de Mirtha Legrand debería servirnos de lección a todos los periodistas. No debemos ser instrumento de ninguna operación, ni debemos consentir acusaciones al voleo. En especial, si no figuran en ningún expediente. Ayer, a mi entender, Carrió hizo por lo menos dos.
Una contra Pablo Moyano, cuando sugirió que había asesinado a su propia mujer. Moyano no es santo de mi devoción. De hecho, venimos denunciado los vuelos en aviones privados que hizo y pagó el sindicato. Pero si la diputada puede probar semejante acusación, la de que Pablo Moyano mató a su mujer, debería hacer lo posible para llevarla a los tribunales y aportar pruebas, porque, hasta donde yo sé, los hijos siguen viviendo con el padre.
Tampoco me pareció una buena idea que reaccionara en forma desmedida cuando le pusieron sobre la mesa el tema de los canjes de pasajes. Se trata de un mecanismo perverso y más allá de que no lo haya utilizado de manera espúrea, su embestida contra el presidente Mauricio Macri, después de haber criticado el sistema, fue desmesurada.
Otro tanto intentó hacer con el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti. Está claro que Carrió no lo soporta. Ayer lo acusó de estar detrás de un plan para lograr la impunidad de los presuntos abusadores de los jugadores de las inferiores de Independiente. El plan consistiría en traspasar la causa de la justicia provincial a la federal. Cambiar la carátula de abuso a trata. Y así lograr la impunidad de los supuestos pedófilos.
Tengo la misma sospecha sobre la intención de los abogados de trasladar el expediente. Pero no me consta que Lorenzetti esté detrás de la movida. Tampoco lo defiendo. Ni siquiera estoy en contra de que se le inicie el juicio político que Carrió tanto desea. Lo que no puedo hacer es aceptar alegremente que se ponga bajo sospecha a cualquiera de proteger de una banda de abusadores de menores. Sería, de alguna manera, hacer lo que tanto le criticamos a Mirtha Legrand, el sábado 31 de marzo pasado.
Carrió tiene mucha gente que la admira por su coraje y porque no se calla. Me encuentro dentro de ese grupo. Pero eso no quiere decir que acepte todo lo que diga o lo que hace de manera incondicional, como si ella fuera la eterna dueña de la verdad y nosotros personas que nos limitamos a escuchar y consentir. No me gusta cuando, cada tanto, Carrió dice: "Soy yo así y punto". Me causa la misma contrariedad que cuando Legrand repite: "Estoy más allá del bien y del mal". Es como si, debajo de ese paraguas moral, justificaran cualquier tipo de conducta.
También están las pequeñas cosas: nunca llega a los programas, por lo menos a los míos, a la hora a la que se había comprometido de antemano. Carrió jamás atiende el teléfono pero si necesita llamarte, lo hace en cualquier circunstancia, sin importar lo que el otro está haciendo. Sé que no son pecados capitales, pero no me parece mal señalarlos. Los que la quieren de verdad harían muy bien en no consentirla todo el tiempo. Ni en la forma ni en el fondo. Es muy difícil tener un vínculo sano con una persona a la que no se la puede contradecir ni en lo más mínimo, porque si no te acusa de cómplice, o te pone bajo sospecha.
Ella no lo hace conmigo porque me conoce bien. Sabe, por ejemplo, que desde La Cornisa fuimos los únicos que nos animamos a denunciar al exgobernador Daniel Scioli cuando la mayoría de los medios callaban, incluidos los que hoy se golpean el pecho dando clases de moral, de periodismo y de vida también. La seguiré invitando a La Cornisa, a 4Días a radioberlin.com.ar. La seduciré con un pan que la enloquece. O iré a la puerta de Canal 13 para recordarle que tenía un compromiso con el programa. Su voz sigue siendo imprescindible, aunque a veces se pueda equivocar.