En los últimos días los medios de prensa del mundo en general y de América Latina en particular han seguido minuto a minuto el desenlace del pedido de detención del ex presidente Lula da Silva y su concreción el domingo 7 de Abril. Como buen ajedrecista, el ya mítico Juez Moro desarticuló rápidamente las especulaciones que se estaban dando sobre el margen de tiempo de una semana o aún más que tendrían los abogados de Lula para evitar o postergar su captura a posteriori del fallo adverso del Tribunal Supremo. Ya en su momento este metódico y implacable magistrado desarticuló otras movidas Lula y su defensa. Empezando por el jaque mate a la intención de la ex Presidente Rousseff de designarlo como su Jefe de Gabinete y de paso darle fueros especiales. La difusión en la prensa de una grabación entre los dos líderes políticos donde articulaban esa idea bastaron para abortarla.
Esa letalidad se ve acompañaba por prudencia y manejo de las formas. En este sentido, Moro ordenó la detención pero sin el uso de esposas al tiempo que informó que el ex Presidente tendrían una celda especial. También le dio margen para entregarse pacíficamente 24 horas más tarde que lo exigido por la ley, permitiendo a Lula asistir a una misa religiosa por su esposa fallecida y un acto político posterior acompañado por escasos 8000 a 10.000 manifestantes.
Las imágenes de decenas de banderas con simbología comunista en torno a la Iglesia habría sido toda una experiencia para Karl Marx, que sólida definir al plano de lo religioso como el opio de los pueblos. Pero, sin duda la necesidad tiene cara de hereje. En su discurso enfático, lógicamente emotivo y desarticulado que se extendió por casi media hora, dos aspectos sobresalen.
El primero el lapsus que tuvo al poco de comenzar cuando dijo "mi departamento". Cabe recordar que la condena que pesa ahora sobre él, uno de los 6 procesos judiciales que enfrenta, es por haber recibido un triplex en San Pablo por parte de una empresa contratista del Estado. Dejaremos ese lapsus a algún psicólogo freudiano y al mismo Juez Moro. Si bien este último, no parece tener dudas sobre ese tema.
El otro es ya más del plano político y centrado en el curso de acción que Lula y su núcleo se plantean al menos en el corto y mediano plazo. En sentido, el ex mandatario se ha dejado ver constantemente en los últimos tiempos con el joven jefe del Movimento de Trabajadores Sin Techo, el dirigente izquierdista Guilherme Boulos. Más allá de la paradoja o chiste que podría surgir de una combinación de una causa por un costoso triplex, el dato importante es la estrecha cercanía de ese dirigente al régimen cubano y sus aliados regionales. De hecho, en Diciembre de 2016 acompañó al mismo Lula y a Rousseff a la muy reservada ceremonia fúnebre por el fallecimiento de Fidel Castro. Posteriormente, en Marzo de 2018 Lula asistió al acto de lanzamiento de Boulos como candidato a Presidente del Partido Socialismo y Libertad apoyado por el Partido Comunista. Para completar el cuadro simbólico, el día 6 de Abril cuando Lula eligió como bunker la sede del gremio metalúrgico a las afueras de San Pablo, su equipo de prensa le dio particular difusión a una foto con el mismo Boulos y su remera roja. Ambos abrazados con el puño en alto. Para cerrar, el 7 de Abril en el discurso previo a su detención, el ex Presidente al momento de destacar que la lucha recién comenzaba para el y el PT y sus aliados para regresar al poder y cambiar de raíz el poder de los grandes medios de prensa, se acercó, miro y apoyo su mano en Boulos y no en algunos de los destacados miembros del PT que lo acompañaban como la misma Rosseff y Celso Amorin.
¿Qué significa todo esto? Que tiene que ver ese curso de acción con un pragmático ex líder sindical que supo chocar, de manera prudente, con cintura política e inteligencia, con un gobierno militar que gobernó entre 1964 y 1984 (largo periodo durante el cual Lula sólo estuvo 31 días presos en 1980). Con un ex Presidente que no dudo en continuar las políticas macroeconómicas liberales heredadas del Gobierno de F.H. Cardoso. O con el Lula tuvo amigables charlas y negociaciones con G.W. Bush en su residencia en San Pablo horas después que Néstor Kirchner confrontara abiertamente con el mandatario estadounidense en la Cumbre de Presidentes de las Américas en Mar del Plata en el 2005. Ahora, en cambio, abundó en gestos y palabras de apoyo a un dirigente colocado en la izquierda más intransigente del Brasil y que no dudan en mostrar sus estrechos vínculos con el régimen cubano y el venezolano. Una de las explicaciones es la apuesta al mayor activismo callejero, en las redes sociales y en los ámbitos políticos y ONG internacionales ligadas a la izquierda.
Al mismo tiempo de buscar nuclear lo más posible al golpeado PT con otras fracciones más pequeñas pero radicalizados y militantes. El hecho que el Capitán retirado del Ejército Jair Bolsonaro, Diputado desde 1991, y caracterizado por un duro discurso en material de seguridad, Defensa Nacional y lucha contra la política tradicional y la corrupción, figure como el segundo candidato con mayor intención de voto, detrás de Lula, tiende a generar la posibilidad o el deseo del PT de mostrar la elección de Octubre como la lucha decisiva entre la democracia progresista y un supuesto exponente del pensamiento heredado de la dictadura militar. Una caricatura demasiada simple para ser real, pero tentadora.
Paradójico que muchos del entorno de Lula dediquen tanto tiempo a recordar el gobierno militar así como el rol de las FFAA actualmente como respaldo al gobierno Constitucional de Temer, miembras que no parece molestarle el colapso democrático en Venezuela y la militarización de los organismos e instituciones ese país. Ni que decir del proceso sucesorio existente en Cuba, sin elecciones abiertas, masivas y con competencia real. Nada nuevo para la izquierda champagne latinoamericana y su selectividad al momento de hacer on u off en la perilla de República o no República.
Una visión más realista de la próxima contienda electoral en Brasil nos mostraría la escasa posibilidad que Lula pueda ser candidato, la decisión del PT de obtener la mayor cantidad de legisladores posibles para tener presencia relevante en el Parlamento y apostar a un escenario de problemas y tensiones para el próximo Presidente. Más aún si llegara a ser el volcánico y polémico Bolsonaro, el cual como pocos ha sabido entender, a lo Trump en el 2016 o a lo Berlusconi a comienzos de los 90 luego del mega escándalo de corrupción Mani Pulite que arrasó con la clase política tradicional de Italia, el enojo con la formas y prácticas de las élites partidarias.
La siempre importante economía y bolsillos de los votantes no parecen están en sintonía con el cuanto peor mejor de los sectores de izquierda más dura del Brasil y sus aliados no democráticos en la región. La mayor parte de los pronósticos internacionales ven a la economía creciendo en torno a tres puntos este año así como en el 2019. Dando por concluida la más agudas recesión de Brasil en su historia moderna. Otro dato alentador es la inflación de sólo tres por ciento anual así como precios internacionales más que aceptables de los productos que exporta ese país. Una más que buena noticia para la Argentina, y en especial para su industria, y para el Gobierno que ya planifica la reelección del Presidente Macri.