El drama de Gaza

La frontera de Gaza con Israel vuelve a rebrotar el conflicto histórico con una organización terrorista que emplea a la gente como ariete, buscando mártires. Hamas, organización terrorista que ni siquiera acata a la Autoridad Palestina y gobierna autoritariamente la franja de Gaza, desde hace meses venía preparando una peligrosa farsa llamada "marcha del retorno".

Discutieron mucho si hacerla el 30 de marzo, Día de la Tierra, o el 14 de mayo, fecha que conmemora la creación, hace 70 años, de los dos Estados, el judío y el árabe. Demás está reiterar que si se hubiera acatado esa resolución de Naciones Unidas, los palestinos tendrían su Estado y no estaríamos discutiendo sobre refugiados o desplazados. O sea que el tema nace del rechazo a la existencia misma de Israel. Intransigencia de tal magnitud que por ese odio se impidió también la creación de lo que hoy sería un Estado Palestino.

Desde el 2014, en que hubo un enfrentamiento abierto, Israel ha tenido que descubrir e invalidar innumerables túneles cavados por debajo de la frontera para organizar actos terroristas. Reiteradamente, también sufrir ataques por cohetes y asesinatos de personas que no adquieren la notoriedad de los episodios actuales, pero que son dramáticamente reales.

En el caso, como decimos, hace meses que se viene organizando esta marcha, cuyo objetivo aparente es reivindicar territorios "ocupados" por Israel. Aquí se parte de la primera falacia, porque no se están discutiendo las tierras contestadas en Cisjordania, sino el territorio mismo del Estado de Israel, conforme a su definición original.

Hamas tenía claro que Israel tenía que defender su soberanía territorial y que no tenía otro camino que apostar su ejército en la línea fronteriza para impedir la eventual invasión. Durante dos semanas, el ejército israelí advirtió públicamente de cuál sería su conducta, en caso de que se intentara superar las vallas divisorias. Hasta se repartieron panfletos tratando de disuadir a quienes pretendían marchar. Pero está claro que se estaba buscando víctimas, como es el mecanismo habitualmente empleado por Hamas.

Ahora estamos ante los hechos consumados. Hay 18 palestinos muertos y cientos de heridos por balas de goma o de fuego real. Es triste, muy triste, que esto ocurra. Está claro que a esta gente se la ha expuesto deliberadamente al riesgo de una represión, en la obvia defensa de una frontera soberana. Por supuesto, ya se han levantado voces reclamando a Israel investigaciones sobre los posibles excesos represivos. No hay una palabra reclamando a Hamas que detenga esa marcha, que pare la amenaza de invasión, que no use a la gente como carne de cañón, porque Israel tendrá que defender su frontera. No tiene otro camino. No puede aceptar una invasión.

Por supuesto, se está ante una organización fanática, que no representa a todos los palestinos. Cuando el conflicto en 2014, almacenaba su armamento, incluso de cohetería, en escuelas, hospitales y casas de familia. Es su táctica histórica. Usar el escudo humano. Esa es la esencia del conflicto. No se están discutiendo "tierras ocupadas", sino que se está negando, una vez más, el derecho de Israel a existir.

La comunidad internacional, desgraciadamente, no actúa de un modo constructivo. Le reclama a Israel, con razón, moderación. Pero, al mismo tiempo, no exige que se detengan esas protestas que por definición no son pacíficas, cuando se plantean como una invasión reivindicativa de un territorio de otro Estado y con el deliberado propósito de conseguir "mártires".

¿Qué pensaríamos los uruguayos si en el episodio de Gualeguaychú se hubiera producido una invasión, desconociendo nuestro derecho soberano a construir una fábrica en nuestro territorio? Felizmente, el episodio no pasó a mayores porque la presencia disuasiva de la fuerza pública uruguaya logró su resultado. Naturalmente, no estábamos ante organizaciones terroristas, pero conceptualmente es lógico plantearse teóricamente esas situaciones para entender lo que, desgraciadamente, ocurre en el territorio de Gaza, devuelto por Israel en el 2005, luego de haber desplazado de allí al ejército egipcio, que era quien lo ocupaba (y hoy mantiene cerrada su frontera a cal y canto). Desgraciadamente, el resultado es conocido: no solo no se logró el reconocimiento del gesto para edificar la paz, sino que solamente se facilitó que se construyera allí una base de operaciones para agredir al vecino.

Cuestión triste. Que amarga. Sobre todo cuando no se advierte en el mundo la comprensión de los verdaderos términos del conflicto, entre un Estado soberano y democrático, que sufre la negación de su existencia por fanáticas organizaciones terroristas, despectivas de las vidas, tanto ajenas como propias.